A bordo del buque de investigaciones DSSV Pressure Drop son las cinco de la tarde, y el mar a 100 km frente a las costas del norte de Chile está suave, aunque plomizo. Se vive una mezcla de tensión, alegría, y sobre todo, mucha concentración en las tareas de cada uno. No es para menos. Tras meses de planeación, contratiempos, y desde luego, Ómicron, ha llegado el momento culminante de la expedición Atacama Hadal, uno de cuyos objetivos era lograr la primera inmersión tripulada al punto más profundo de la Fosa de Atacama: -8.062 metros.
Después de diez horas de inmersión, la silueta blanca del sumergible de máximas profundidades con capacidad para dos personas Limiting Factor rompe la superficie del mar. Tiene la forma de una almohada mullida, como para la cama de alguna familia de gigantes; es decir, no es lo que uno esperaría de un submarino. No obstante, es justamente su magnífico diseño el que acaba de permitirle llevar al explorador estadounidense Víctor Vescovo y al científico chileno Dr. Osvaldo Ulloa a este abismo que es la Fosa de Atacama, una intimidante grieta vertical frente a las costas de Chile y Perú.
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La tripulación del Pressure Drop, propiedad de Vescovo y su empresa Caladan Oceanic, se apresura a alistar la recuperación del sumergible, que se bambolea intensamente sobre las olas. El proceso implica que un "nadador" se tire al agua desde un bote zodiac, se monte sobre el sumergible, y enganche un grueso cable en su parte superior, que iza al aparato y lo mantiene contra la popa.
Minutos después emergen los acuanautas. Vestidos con los mismos uniformes azules que usan los astronautas, Vescovo y Ulloa, este último director del Instituto Milenio de Oceanografía y profesor de la Universidad de Concepción, salen de la estrechísima escotilla con amplias sonrisas en el rostro. Se trata de un logro para la oceanografía global y la ciencia chilena en particular, para quienes entender Atacama es crucial, dado que es un lugar que no solo es completamente desconocido, sino que está íntimamente ligado a la creación de los tsunamis y terremotos que tanto azotan a Chile.
A lo largo de los años he tenido el privilegio de acompañar varias expediciones oceanográficas internacionales. No obstante, pocas tan dramáticas y significativas como esta en la que nos hallamos embarcados. Porque la Zona Hadal de los mares son un reino donde la presión del agua es capaz de comprimir y hacer implotar animales, personas y submarinos, razón por la cual jamás ha sido visto directamente por ojos humanos… hasta ahora. Esta presión hidrostática es justamente lo que hace más difícil estudiar el mar que el espacio.
El fantástico sumergible DSV Limiting Factor es la maravilla tecnológica que hizo posible la osada misión de ciencia y reconocimiento en aguas chilenas. Tanto el buque como el sumergible, este último construido especialmente por Triton Submarines en la Florida, son propiedad de Vescovo, un multimillonario empresario del capital privado oriundo de Texas. Hace dos años, Vescovo, una especie de Elon Musk o Richard Branson del mar que por alguna razón nadie parece conocer en Latinoamérica, se convirtió en la primera persona en visitar las cinco grietas más profundas de todos los océanos del mundo, incluyendo la mítica hendedura Challenger, en la Fosa de las Marianas, a 10.935 metros bajo la superficie del océano Pacífico Occidental, el punto más hondo del planeta.
Tanto el buque como el sumergible, son propiedad de Victor Vescovo, un multimillonario empresario del capital privado oriundo de Texas
Si bien Challenger había sido visitada dos veces por seres humanos --la primera en 1960 por el batiscafo Trieste de Jacques Piccard, y la segunda en 2012 por el Deepsea Challenger del director de cine James Cameron, ninguno de esos dos sumergibles logró repetir el descenso, quedando averiados o mal parados tras la aventura. Vescovo, al mando del Limiting Factor, repitió ese mismo descenso 12 veces, llegando unos cuantos metros más abajo que los expedicionarios anteriores, y demostrando la capacidad alucinante del nuevo sumergible para abrir de una vez por todas las fronteras de la investigación oceanográfica tripulada a la Zona Hadal.
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Tras este récord, llamado Las Cinco Profundidades, Vescovo, que además fue oficial de inteligencia naval en la Armada estadounidense, no resistió la tentación de seguir explorando y mapeando en alta resolución varios otros abismos. Todos ellos mundos oscuros, fríos y menos estudiados que las lunas del Sistema Solar, y que guardan quién sabe cuántos tesoros en materia de biología, evolución, química y geología marina. De aquí que la Fosa de Atacama, que tiene una extensión de 7.500 km de largo, y que nace del hundimiento de la placa tectónica de Nazca bajo la de Sur América, le llamara poderosamente la atención. Entre otras cosas porque es el punto bajo el lecho marino donde se produce la fuerza de poderes que contribuyeron a levantar, y lo siguen haciendo, a la cordillera de Los Andes.
Vescovo entonces invitó al oceanógrafo Ulloa, a unirse a la expedición como científico principal y sumergirse a su lado hasta la profundidad máxima de la Fosa de Atacama. Ahora bien, si existe una persona en el planeta que sabe acerca de este inmenso accidente geográfico es Ulloa, quien en 2018 encabezó la expedición Atacamex, utilizando un vehículo autónomo no tripulado que recolectó importantes datos iniciales.
En clase de geografía por lo general le explican a uno que vivimos en un planeta cuya cáscara sólida es como un rompecabezas de trozos grandes, medianos y pequeños llamados placas. Estos trozos, que están ya sea bajo los continentes, o bajo el mar, se mueven todo el tiempo, a paso de tortuga. Cada tantos millones de años se chocan, se parten o se unen, y la Tierra estrena nuevos continentes o mares.
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Cuando una placa que está bajo el mar se choca contra una que está bajo un continente, la oceánica siempre se hunde debajo de la otra, y es entonces cuando se crean estas trincheras, fosas o grietas como la de Atacama. En otras palabras, la Tierra siempre se anda tragando su propia corteza, como una serpiente que se traga su propia cola. Dice Ulloa que, de todas las placas que forman trincheras en los océanos, la de Nazca, que es causante de la Fosa de Atacama, es la que más rápidamente se está hundiendo bajo un continente. La velocidad puede sonar poco (seis centímetros al año), pero sentimos los efectos en forma de los grandes terremotos que sacuden a Chile y Perú.
En las trincheras oceánicas pasan muchas otras cosas interesantes. Por ejemplo, es tal la presión, que el agua logra comprimirse, elevando su temperatura varias décimas de grados Celsius. Por tanto, las aguas de las fosas, si bien son frías, son un poco más cálidas que si estuvieran en la superficie. Además, contrario a lo que se pudiera imaginar, las aguas del fondo no están estancadas, sino que tienen corrientes profundas que ventilan el ambiente y permitan que haya suficiente oxígeno disuelto para que exista la extraña fauna hadal.
Por otro lado, los animales que viven allí han tenido que inventar adaptaciones sorprendentes para no morir aplastados, como evolucionar cuerpos donde no haya cavidades con aire, o estar hechos de sustancias gelatinosas que no se pueden comprimir -pero esa, y los descubrimientos que se han hecho recientemente o que se podrían dar en estas inmersiones de la semana próxima, son materia de otra nota.
Sin embargo, para el equipo de Ulloa, el desafío mayor en materia de animales es hacer un censo la fauna que habita, no pegada al fondo, sino en la columna de agua.
Esto, porque no es práctico lanzar redes a 8.000 metros de profundidad. Se requieren más bien formas de tomar muestras líquidas que permitan analizar el ADN disuelto en el agua de cuanta criatura exista allá abajo en un momento dado.
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Eso es justamente lo que está haciendo posible la tecnología que lleva a bordo el buque de Victor Vescovo, la cual va bastante más allá del sumergible Limiting Factor, aunque nadie niega que este último es definitivamente, lo máximo.
ÁNGELA POSADA
Para EL TIEMPO
*Corresponsal en EE.UU. Cubre temas de ciencia y exploración
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