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Ciencia

‘El nuevo cerebro humano’: tecnología vs. experimentos mentales

La introspección es la capacidad innata para observar y examinar con atención nuestros propios contenidos mentales.

La introspección es la capacidad innata para observar y examinar con atención nuestros propios contenidos mentales.

Foto:123rf

Carlos L. Delgado acaba de publicar esta obra y comparte un fragmento de uno de los capítulos.

Las condiciones para la investigación experimental se han puesto cada vez más difíciles. Los innumerables inconvenientes presentados con el proyecto Cerebro Humano han hecho que la iniciativa haya estado a punto de fracasar. Nos preguntamos entonces: ¿vale la pena continuar intentando estudiar el cerebro y la mente e invertir tanto dinero para unos resultados que quizá no sean los que esperamos?
(...) No obstante el optimismo reinante, Cerebro Humano, la Iniciativa Brain y el proyecto Conectoma han dejado de lado, por el momento, tres elementos muy importantes y que forman parte de la mente: los datos o la información, los programas informáticos y la conciencia individualizada. Solo el soporte físico de la mente, el hardware, el cableado, los circuitos y sus componentes físicos han sido tomados en cuenta.
Los demás elementos son invisibles a nuestros sentidos y a las máquinas más sofisticadas. No podemos ser ingenuos y creer que si ponemos al sujeto a realizar tareas y luego tomamos simultáneamente unas imágenes para ver qué áreas del cerebro se activan, esto nos dará las respuestas a nuestras preguntas. Una sencilla reflexión, a través de un ejemplo muy didáctico, nos mostrará la contundencia de lo que estamos afirmando.

Qué es un experimento mental

Un experimento mental es una poderosa herramienta cognitiva, utilizada para investigar algunos de los fenómenos que se presentan en el mundo en que vivimos. Este hipotético escenario, que desarrollamos gracias al uso de la inteligencia, la creatividad, la memoria y la imaginación, nos permite entender hasta cierto punto aspectos de la realidad que no son en el momento accesibles a través de otros medios distintos de investigación y de comprobación.
Cuando lancé la hipótesis del cerebro invisible, por ejemplo, algunos me preguntaron si era posible demostrar empíricamente este modelo. Habiendo nacido en un escenario puramente mental, el cerebro invisible hace uso de poderosas herramientas cognitivas como la observación, la comparación y la analogía, y su lógica es clara e impecable.
La respuesta es sencilla: a veces la creatividad y la imaginación corren mucho más rápido que la tecnología, y en ocasiones no es posible seguir el mismo curso que siguen otras investigaciones y que pueden demostrar la validez de un modelo dado en el laboratorio.
Leucipo y Demócrito afirmaron hace más de 2.500 años que todo estaba compuesto por partículas indivisibles llamadas átomos. Solo a finales del siglo XIX aparecieron los primeros modelos atómicos que intentaron explicar aquella genial idea.
Peter Higgs sugirió la existencia del bosón, que lleva su nombre, 50 años antes de que los detectores del gran colisionador de hadrones percibieran sus primeros indicios. La teoría de cuerdas y la probable existencia de realidades paralelas a la nuestra ocupan la atención de investigadores que, ayudados por las matemáticas y otros elementos de naturaleza exclusivamente mental, se empeñan en demostrar la posible realidad de estos modelos.
La mente puede llegar a convertirse en el laboratorio personal de cualquier investigador que desee realizar experimentos que lo conduzcan a encontrar soluciones a los problemas generados en diferentes entornos y ambientes; no solamente de la vida cotidiana. Para ello contamos con diferentes recursos: la creatividad, la imaginación, el razonamiento y el discernimiento, la concentración, la meditación y decenas de otros medios que no habrías imaginado.
¿Pero a dónde nos conducen estos experimentos cuando los utilizamos para investigar la mente?
Pueden presentar caras distintas, paisajes que nos pueden ir mostrando cómo se teje una nueva teoría de la mente. Los experimentos mentales no son solo escenarios hipotéticos donde la imaginación juega un papel crucial; los experimentos mentales a los que nos referimos tienen como trasfondo la conciencia individualizada. Es allí donde se proyectarán, como en una película, los contenidos de nuestras mentes y las fuerzas que los impulsan y les dan soporte.
A diferencia de los estudios hechos con resonancias o tomografías, muchos tipos de experimentos mentales tienen aplicaciones prácticas inmediatas. Algunos, como la introspección y la imaginación activa, pueden ser utilizados para lograr efectos psicoterapéuticos que nos permitan liberarnos de los conflictos internos y las tendencias enraizadas en nuestro interior. La hipnosis y la sugestión nos ayudan a dejar a un lado hábitos indeseables y ganar confianza en nosotros mismos.
Otros, como el sueño lúcido, nos permiten explorar el escenario onírico y sus contenidos desde el mismo punto de vista que un físico haría con la realidad que experimentamos a diario. De la misma manera que un hermoso paisaje, un bosque de frondosos árboles o una playa de aguas azules y cristalinas captan nuestra atención en el mundo físico y nos hacen sentir experiencias difíciles de describir, lo que el soñador lúcido experimenta está fuera de toda descripción.
Los procedimientos de Grof, como el uso de enteógenos y la respiración holotrópica, nos conducen por los dominios biográficos, perinatales y transpersonales del inconsciente. Las técnicas de la antigua ciencia del yoga nos describen el desarrollo de todos los programas informáticos activos y en construcción que la conciencia humana ha implementado durante el largo proceso evolutivo.
Mundos imposibles de concebir y realidades paralelas están al alcance del yogui experimentado. Los Yoga sutras de Patanjali constituyen el mejor curso de neuroplasticidad que los videntes y sabios del pasado hayan concebido. Su práctica sistemática puede cambiar la totalidad de las conexiones neuronales y conducirla a un diseño más poderoso, más sano y efectivo.
Ahora describiré brevemente algunos de estos procedimientos, sus orígenes y lo que podemos llegar a esperar de ellos cuando los practicamos de la forma correcta y con regularidad.

La introspección

La introspección es la capacidad innata para observar y examinar con atención nuestros propios contenidos mentales. Con un poco de sentido común, cada uno sería capaz –por este método de análisis– de describir las operaciones visibles de sus propias mentes, operaciones que se llevan a cabo en sus dominios superficiales, en el campo de la conciencia ordinaria o conciencia de vigilia.
Sería como sobrevolar en helicóptero un lujoso castillo y ver lo que sucede en el frente, en el techo y en sus jardines, pero ignorar lo que acontece en su interior. El estado de alerta y atención propio de esta conciencia de vigilia nos permite abordar sus contenidos de manera directa e inmediata. “Pienso luego existo”, afirmaba Descartes.
Nadie duda de la existencia de sus propios recuerdos, sensaciones, emociones, sentimientos, intenciones, juicios y conocimientos, entre otros. Pero esto constituye solo la punta del iceberg, pues la mayoría de estos contenidos se encuentran habitando en las profundidades de la mente inconsciente, que han sido previamente censurados por sus propios mecanismos represivos.
Necesitamos de otras ayudas que nos permitan hacer más profunda nuestra capacidad de penetración. La observación de los propios contenidos mentales produjo la aparición de obras extraordinarias en el campo de la filosofía de la mente, que se iniciaron con Descartes y Malebranche y continuaron con Locke, Hume, Condilac, Reid y Andrés Bello.
La llegada del siglo XIX nos transportó al final de la introspección clásica y nos condujo a la aparición de los primeros laboratorios de psicología experimental.

La hipnosis, un experimento del siglo XIX

Magnetismo animal, sonambulismo provocado y sueño lúcido de Faria son nombres que damos a tres tipos de procedimientos utilizados por los investigadores de los siglos XVII y XVIII para experimentar con la mente.
Todo esto condujo, hacia el año de 1841, al descubrimiento, por el cirujano de Manchester James Braid, de la hipnosis. Luego de haber asistido a las demostraciones públicas que para ese entonces ofrecía el magnetizador francés Charles Lafontaine, Braid decide practicar algunas experiencias a nivel personal con el objeto de reproducir los fenómenos observados. Los diferentes tipos de manifestaciones podían lograrse si el sujeto fijaba la mirada en un objeto de una manera serena y concentrada, objeto que podía ser una luz brillante o un espejo que reflejara la luz y estuviera colocado un poco por encima de los ojos; de esta manera, y sin la influencia del magnetizador, el sujeto caía preso de la fatiga y del cansancio, entrando en un sueño profundo similar al sueño obtenido por los pases y los toques magnéticos.
En una conferencia posterior, Braid afirmaba que la fatiga muscular producida durante el ejercicio de fijar la mirada de manera sostenida provocaba el cansancio de ciertos centros del cerebro que finalmente alteraban la estabilidad del sistema nervioso, disminuyendo por consiguiente su lucidez produciendo el sueño magnético. (...)
La hipnosis fue una herramienta terapéutica muy empleada a finales del siglo XIX. Por ejemplo, Freud la utilizó en los primeros años de sus investigaciones como un recurso para abordar el inconsciente.
CARLOS L. DELGADO
Fragmento de su libro ‘El nuevo cerebro humano’.
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