El mundo de los bichos es fascinante. No más en Colombia, los hay de todo tipo: desde los más colosales, como un chinche de agua de 12 centímetros, hasta mariposas selváticas de color azul eléctrico y los curiosos escarabajos clic, que, como un resorte, saltan para no quedar bocarriba.
Y así hay más y más ejemplos, los suficientes como para que solo la colección entomológica (relativa a ciencia que estudia los insectos y arácnidos) de la Pontificia Universidad Javeriana pueda dar prueba de su maravillosa biodiversidad.
De hecho, en los cientos de gavetas de esta muestra, custodiadas a 15 grados centígrados y a la mitad de la humedad del aire que respiramos, yacen –como en un sueño criogénico de las películas de ciencia ficción– más de un millón de especímenes de bichos, que a diario ayudan a los biólogos y estudiantes a descifrar la historia natural de nuestro país.
Pero, antes de hablar más sobre ellos, cabe anotar que el término bichos no es el adecuado para estos curiosos animales. “En realidad se los denomina artrópodos, que quiere decir seres con patas articuladas, y están clasificados en arácnidos (arañas y escorpiones), insectos (todos los que sufren una metamorfosis, como las mariposas), crustáceos y cien o milpiés”, explica Dimitri Forero, profesor de biología de la Javeriana y encargado del museo.
Para él, una colección como la de la universidad no solo es una muestra de animales preservados, sino una biblioteca: una fuente de información con la que se pueden crear una imagen detallada de los ecosistemas de Colombia.
“La mayoría de especímenes que conservamos tienen una etiqueta de dónde fue capturado y cuándo. Eso es lo básico. A partir de ahí nos hacemos la idea de cómo viven en la naturaleza”, explica Dimitri mientras sostiene un cajón que guarda una docena de mariposas grises con una franja roja en las alas.
“Estas (las mariposas), por ejemplo, fueron capturadas en los años 40 en Chapinero, según su etiqueta, y hoy no las hemos vuelto a ver. Esto nos indica que pudo haber un cambio grave en su ecosistema”, explica Dimitri.
Colombia es el mejor lugar del mundo para la biología de campo. Pero, ahora que no hay guerra y podemos visitar territorios nunca estudiados, debemos conservar en vez de acabar con su hogar
Aunque las mariposas y libélulas con sus colores se roban el show en esta colección entomológica, a este profesor, que lleva cinco años de docencia en la Javeriana, le interesa otros insectos un poco más particulares: los chinches.
“Son maravillosos, los hay de todos los tamaños; hay de los pequeños, que se alimentan solo de plantas, otros tan grandes que comen anfibios y algunos hasta beben sangre. Increíbles”.
Es más, bajo su liderazgo, la colección de la Javeriana es una de las más completas de Colombia en cuestión de estos insectos. Sobrepasa las 4.000 muestras, que van desde el medio centímetro de tamaño hasta la cucaracha de agua, un chinche de 12 centímetros que nada, vuela y puede inspirar cualquier película de terror.
“Ahora estamos estudiando una nueva especie. La encontraron en Antioquia, y parece que es depredadora, se come los cadáveres que muchos insectos dejan en las plantas”, dice el biólogo mientras enseña al diminuto insecto a través de un estereoscopio.
“Lo más maravilloso está a escalas más pequeñas”, agrega, y vuelve a lanzar una mirada por el aparato.
Sin embargo, para Dimitri, como para muchos de sus colegas, esta diversidad de insectos en Colombia atraviesa un momento desconcertante.
“Nuestra colección puede durar 300 años, pero en la selva tal vez nuestros bichos no duren tanto. Es triste porque Colombia es el mejor lugar del mundo para la biología de campo. Lo tenemos todo; es una locura. Pero, ahora que no hay guerra y podemos visitar territorios nunca estudiados, debemos conservar en vez de acabar con su hogar”, dice con vehemencia.
PABLO ARCINIEGAS
EL TIEMPO ZONA
juaarc@eltiempo.com
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