Todo comenzó cuando dos equipos de investigadores japoneses quisieron saber dónde se originaba un tipo de lluvia de meteoros llamada fenícidas (debido a la constelación del Fénix), y entonces lograron comprobar que un cometa que se creyó muerto durante 58 años en realidad sí tenía actividad, mínima, pero suficiente para causar este fenómeno.
Las lluvias de meteoros (llamadas popularmente lluvias de estrellas) provienen, por lo general, de cometas: a medida de que un cometa se acerca al Sol, parte de su hielo superficial hierve y se desprende, con lo que se liberan muchas partículas de polvo y roca.
Estos residuos se diseminan a lo largo de la trayectoria del cometa y se forma el espectáculo que vemos desde la Tierra.
Decididos a analizar lo que sucedía con la lluvia de fenícidas, los científicos se dividieron en dos grupos, unos observaron la lluvia de meteoros en Carolina del Norte, Estados Unidos, y otros lo hicieron desde isla La Palma, en España.
Los investigadores llevaron cinco telescopios con alta sensibilidad a cada lugar. La observación se hizo el 1.° de diciembre del 2014, pero el análisis tardó más de dos años.
Ese día, la nubosidad impidió ver por completo el fenómeno en tierras españolas, por lo que se pidieron imágenes a laboratorios de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) y de la Universidad Oeste de Ontario en Canadá.
Tras analizar la información, los científicos dieron con algo que no se esperaban: el "padre" de estas fenícidas era el cometa Blapain, uno que se creía muerto desde hacía 58 años y no había registrado actividad probada desde entonces.
Para determinar esto, los científicos siguieron la trayectoria de cada meteoro y vieron que, de los 138 meteoros "llovidos", solo 39 eran fenícidas, los demás provenían de otras partes.
¿Cómo es posible que se diera esta situación? Los investigadores concluyeron que aunque el gas y el polvo se habían escapado del cometa, este material también formaba parte de una estela de polvo que circulaba por la órbita de este cuerpo celeste.
Cuando esa estela de polvo se encuentra con la Tierra, las partículas surcan la atmósfera, y por eso se ven como meteoros.
Los investigadores concluyeron que esto comprueba que el meteoro no murió, aunque, efectivamente, presenta una actividad mínima.
De acuerdo con el documento donde se registra el experimento, publicado en la revista Publications of the Astronomical Society of Japan, este tipo de mediciones podrían aplicarse a cualquier lluvia de meteoros, y trabajan en hacerlo próximamente.
LA NACIÓN (COSTA RICA) - GDA
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