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El mal rampante de los Parques Nacionales
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Esta imagen capturada en las selvas de Caquetá tiene una extensión similar a la de siete canchas de fútbol.

Foto:

Sobrevuelo monitoreo Ideam, Parques Nacionales y Corpoamazonia

El mal rampante de los Parques Nacionales

Estudio publicado en la revista Science muestra los cambios en cobertura vegetal en estos espacios.

Con gran agrado recibí la noticia reciente de que el Gobierno Nacional consiguió 100 millones de dólares para frenar la deforestación de bosques en zonas que han estado afectadas por el conflicto.

Pero tal optimismo no duró mucho cuando por curiosidad decidí ver cuáles son los lugares en Colombia donde se presenta la deforestación. Un estudio publicado en la revista Science le da la oportunidad a cualquier persona de ver cómo ha cambiado la cobertura vegetal en los últimos 15 años en cualquier región del mundo.

Este estudio* muestra los cambios en cobertura vegetal al unir miles de imágenes satelitales. Este se superpone sobre un mapa del país, el cual incluye casi todo el Sistema de Parques Nacionales de Colombia.

Al verlo, la conclusión es dramática. Con contadas excepciones, ningún parque nacional se salva de la deforestación en el periodo 2000-2015. Este mal es, por así decirlo, rampante. No solamente los parques cercanos a centros urbanos están siendo afectados, también son víctimas de este fenómeno los que se ubican en áreas remotas y que no necesariamente aparecen en las noticias del día a día.

Casos críticos se presentan a lo largo y ancho del territorio nacional. Por ejemplo, el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi - Ande, en el piedemonte llanero, presenta deforestación en casi la mitad de la extensión del parque.

La tala de bosque en el Paramillo, Antioquia, da ganas de llorar, especialmente por los frentes de deforestación sobre el río San Jorge. Ahora, qué decir de la vertiente norte del parque Sierra Nevada de Santa Marta, Magdalena, la región más irremplazable de la Tierra, de acuerdo con un artículo reciente de la revista Science.

Incluso, cómo calificar que, en las narices de cualquier turista nacional, son visibles los parches sin bosque dentro del mismísimo Tairona, donde existen los últimos bosques secos tropicales de la Tierra.

Qué pensar de la devastación en el parque La Macuira en La Guajira, el único oasis en la península colombiana, o de los parques Tinigua y Serranía La Macarena, donde se ha hecho mucho ruido por los bloques de exploración de hidrocarburos, pero en el cual la deforestación por la expansión agrícola (legal e ilegal) y ganadera hace preguntar ¿qué bosque quedará ahí dentro de una década? Los parques Munchique, Farallones de Cali o, incluso, Los Katíos en el Darién ya tienen sus focos.

Lo mismo pasa con la vertiente llanera de la Sierra Nevada del Cocuy y del parque Chingaza en las mismas narices de los bogotanos.

Ya sea por la razón que sea: falta de institucionalidad, pobreza, desarrollo minero, expansión de la frontera agrícola, falta de educación ambiental, es realmente preocupante saber el estado actual de la mayoría de las ‘zonas protegidas’.

Las prioridades de la Nación en cuanto a la conservación deben pasar del papel a la acción en estos parques. Ya sea incrementando la institucionalidad o los recursos para el control de la deforestación. ¿Utópico? Tal vez, pero la verdad es que la política de conservación necesita más recursos y más figuración en el escalafón de prioridades del país en el corto plazo.

La futura (ojalá) firma de la paz, la cual implica que muchos colombianos volverán a sus tierras en el campo de las cuales fueron expulsados por la violencia, amerita tener control sobre la deforestación en estos territorios y un análisis de las presiones adicionales que este frágil sistema de parques nacionales y sus áreas de amortiguamiento presentarán próximamente.

FERNANDO JARAMILLO
Ph. D. en Geografía Física e Hidrología
Universidad de Estocolmo

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