En 1896, durante la primera olimpiada de la era moderna, celebrada en Atenas, los tiempos en las pruebas atléticas eran registrados con relojes análogos. (Lea también: El reto, que la pelota vaya a toda velocidad)
Fue en 1912, en los Juegos Olímpicos de Estocolmo, cuando los jueces utilizaron relojes digitales por primera vez. Sin embargo, el margen de error era de 0,2 segundos, menos de lo suficiente para notar ninguna diferencia entre Usain Bolt, triple campeón olímpico, y los siguientes cinco atletas más rápidos en la carrera de 100 metros planos en Río 2016.
La revolución en la medición de los tiempos olímpicos llegó en los Juegos de Londres, en 1948, cuando por primera vez se usó una cámara fotográfica automática que permitía medir diferencias de hasta 0,001 segundos en la llegada, introduciendo el término photo-finish. (Lea también: La clave del campeón Óscar Figueroa desde la perspectiva de la física)
Pero de nada sirve registrar la llegada con precisión si en la salida no sucede al mismo tiempo; pues en 1968, en México, se introdujeron los sistemas eléctricos que marcan la sincronía en la salida de los corredores y los nadadores.
Las plataformas de salida en las piscinas y las pistas atléticas cuentan con sensores de presión que se activan si los atletas parten antes del tiempo mínimo de reacción a la señal de salida (salida en falso).
Pero aun con las cámaras y los sensores de presión hay un límite en la medición del tiempo en algunas pruebas olímpicas.
En una piscina olímpica (50 metros de largo), el desplazamiento en una milésima de segundo (0,001) del nadador que ostenta el actual récord en esa distancia (el brasileño César Cielo) corresponde a unos 2,4 milímetros. Sin embargo, el reglamento de la Federación Internacional de Natación estipula que el margen de error en la construcción de una piscina es de 3 centímetros en cada carril. (Además: La ciencia detrás de nadar, una cuestión de empuje)
Construir una piscina de concreto con dimensiones permanentes más precisas es casi imposible debido a los cambios producidos por las condiciones de temperatura y presión del agua. Por esta razón, no tiene sentido medir los tiempos en natación con márgenes de error inferiores a 0,01 segundos, y por eso se producen tantos empates en este tipo de competencias.
JUAN DIEGO SOLER
Astrofísico del CEA, de Francia