El lunes pasado, Rubén Darío Acevedo, director del Centro Nacional de Memoria Histórica, quedó en el ojo del huracán luego de que EL TIEMPO reveló la carta en la que se le notificó que la entidad a su cargo quedaba por fuera de la principal red mundial de memoria –la Coalición Internacional de Sitios de Conciencia– por no admitir que en Colombia se registró un conflicto armado.
Varios sectores salieron a pedirle la renuncia por ese episodio –que dijo, se debió a un error– y por otras posturas frente a las víctimas y a la construcción de la verdad.
En entrevista con EL TIEMPO, Acevedo accedió a hablar de su definición de conflicto armado y de ‘falsos positivos’. Y sobre las críticas por nombramientos de personas cercanas a los militares: ‘¿Quién dijo que eso era malo?’, se pregunta, y advierte que no va a renunciar.
¿De quién fue el error que costó la membresía en la red global de memoria?
Yo asumo la responsabilidad.
¿Qué fue lo que pasó?
Los asuntos que uno tiene que trabajar en el día a día son muchos, esto es una institución que tiene muchos frentes de actividad. Y nos llegaron dos cartas casi simultáneamente: la de la Red Nacional de Lugares de Memoria y la de la red internacional, planteando más o menos lo mismo. Se respondió la primera, aludiendo que mantenemos nuestro compromiso con la memoria de las diversas víctimas y con estar en contacto con ellas. Pero no se respondió la internacional.
¿Ya les contestó?
Ese mismo día. Se aclaró que nos regimos por las leyes colombianas, en particular por la ley de víctimas, la 1448, y el decreto 4803. Allí se definen nuestros objetivos, desde la creación de este Centro de Memoria hasta rescatar y preservar la memoria de las víctimas del conflicto armado.
¿Al Centro de Memoria sí le interesa estar en esa red?
Escribimos esa carta con el ánimo de aclarar que pudo haber una confusión. Yo recibí con sorpresa la información de que éramos miembros de esa organización, porque a mí no se me informó en el empalme. Pero hemos desarrollado una política de contacto con todo tipo de organizaciones, porque todas las experiencias y las metodologías que se usan en esto nos interesan.
Lo que más le critican es su postura frente al conflicto. ¿Lo reconoce; qué es para usted el conflicto armado?
Toda la vida, incluso hasta cuando esté muerto, me van a preguntar eso. Pero bueno, yo no tengo una definición precisa porque no soy analista político. Yo soy historiador. No soy jurídico ni experto en derecho internacional humanitario, solo conozco lo elemental. Y uno como ciudadano se refiere a los problemas de diferente manera.
Pero no ha contestado…
Este debate no puede ser asumido como un dogma, porque el Estado no puede imponer dogmas. Ahora, definir el problema de la violencia política de Colombia como un conflicto armado es una necesidad desde lo político y lo jurídico. En lo político, llamarlo así facilita negociaciones, porque el que está levantado en armas de alguna manera se siente reconocido y atraído a negociar; hay una relación de utilidad. Y en lo jurídico, porque en una negociación, en cualquier parte del mundo y en cualquier guerra, se aspira a tener algunas prebendas de carácter jurídico, económico o territorial. Por eso, he terminado por aceptar la idea de que estamos en medio de un conflicto armado.
Sus críticos, que son muchos, dicen que con esa postura usted sí niega el conflicto…
Pero eso es por decir que no podemos ser dogmáticos. Desde que me posesioné no he negado el conflicto. He retado a mis detractores a que me muestren un solo discurso donde conste que yo no me refiero al problema como un conflicto armado. No han podido. Quienes me critican a veces son intolerantes e irrespetuosos con la diferencia.
La Red de Memoria dice que usted menosprecia a voceros de víctimas, como Rafael Tamayo, y no va a los territorios a apoyar iniciativas de memoria...
Me he tomado mucho tiempo para reunirme con gente, con organizaciones, a pesar de la campaña que hay contra mí. He estado en muchas partes, como Montes de María o Bojayá, en actos de memoria con víctimas, solo para mencionar un par. Yo jamás desprecio. Cuando llegué había 75.000 libros sobre memoria en el suelo, dañándose, y yo di la orden de repartirlos en la red nacional de bibliotecas. También me he reunido con el padre Francisco de Roux y con organizaciones de policías y soldados víctimas de crímenes guerra y de lesa humanidad.
Por su postura sobre ‘falsos positivos’ lo citaron al Congreso: ¿fueron o no una política de Estado?
Si fuese una política de Estado, tendría que haberse comprobado que varios gobiernos, desde que existe el conflicto armado, impulsaron una política de arrasamiento con planes secretos y de exterminio, como el Plan Cóndor, en el Cono Sur, o por lo que condenaron a Alberto Fujimori en Perú. Hasta ahora no conozco ningún dictamen de la justicia internacional o nacional que diga que algo de eso ocurrió.
¿Y, entonces, qué fueron los ‘falsos positivos’?
Fueron crímenes de guerra cometidos por agentes del Estado, pero no una política de Estado. Los mismos militares reconocen que algunos de sus agentes, de diversa graduación, se desviaron del cumplimiento de su misión constitucional.
¿Quién está detrás de lo que usted llama ‘linchamiento mediático’?
Voy a cumplir un año de gestión y no me han dejado descansar; me levantan calumnias y rumores. Pero cuando las víctimas vienen a reunirse conmigo hasta terminamos abrazándonos. Hay gente muy poderosa del mundo político, algunos columnistas, algunos medios y organizaciones detrás de esto, tildándome de enemigo de la paz, de las víctimas, de la memoria y hasta de ser un peligro para el país.
¿Tomará acciones legales?
No, y tampoco me voy a referir a nadie, porque después dirán que los estoy persiguiendo. Pero los señalamientos que me han hecho son infundados, ofensivos y tocan mi dignidad personal. Pero por las limitaciones del cargo, me tengo que contener.
Hablemos de Fabio Bernal. ¿No era mejor nombrar a alguien en el Museo con experiencia en temas de víctimas que en una memoria desde el punto de vista de los militares?
Cualquier cosa que yo haga, diga o firme será objeto de una reacción inmediata de quienes están empeñados en sacarme. Su consigna es que debo renunciar y cualquier cosa que yo haga es mala. Fabio Bernal es museólogo, y no solo ha trabajado con militares, sino también con el arte. Que conozca los museos es muy importante.
Pero parece ser más cercano a los militares…
¿Y quién dijo que eso es malo? Las familias de los militares víctimas del conflicto no son diferentes a las familias de campesinos, de sindicalistas o de otros sectores que sufrieron el conflicto.
¿En su designación influyó el expresidente Uribe?
Yo conozco al expresidente Uribe, lo admiro y algunas veces lo he defendido. Pero yo no fui muy cercano a él y no influyó en mi nombramiento. Desde que me posesioné no he vuelto a hablar con el doctor Uribe. Incluso, lo invitamos al acto de la primera piedra del Museo de Memoria, el miércoles, pero no fue.
¿El presidente le ha pedido la renuncia o usted ha pensado dejar el cargo?
Aquí el vetado he sido yo porque quieren amedrentarme por mis opiniones, pero eso no implica que haya pensado en renunciar. ¡Nunca! El Presidente en cualquier momento me puede pedir mi renuncia, y mi deber es entregársela y dejarlo tranquilo.
¿En términos políticos, es de derecha, izquierda o centro?
Tengo un poquito de cada cosa, porque, en sentido literal, ningún calificativo de militancia es absolutamente puro. El pensamiento no es propiedad privada de nadie, así como tampoco las dictaduras son un modelo por seguir, pero la democracia sí.
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