Steve Jobs no solo fue el creador de Apple, sino que se erigió como uno de los empresarios más exitosos en el ámbito de la tecnología, precisamente por su alma revolucionaria y su capacidad de reinventarse ante nuevos retos y situaciones complicadas.
Esos dos elementos le dieron un nuevo enfoque a la idea de liderazgo. Ese tema le apasionaba y compartía muchas veces sus propios consejos al respecto.
“Tienen que encontrar eso que aman. Y eso es tan válido para su trabajo como para sus relaciones sentimentales. Su trabajo va a llenar gran parte de sus vidas y la única manera de sentirse realmente satisfecho es hacer aquello que creen es un gran trabajo”, fue uno de los mensajes a Jobs, que aplica tanto a la experiencia de los empleados como lo de los líderes.
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Pero más allá del sentido emocional de esa idea, Steve Jobs siempre recalcaba que una de las grandes tareas de todo líder era enfocarse en proyectos específicos, potenciarlos y sacar de ellos algo de gran calidad. No hay que llenarse de proyectos, sino apostar y priorizar por los mejores.
Eso conlleva a pensar de manera detallada en la creatividad en el manejo de los recursos y el valor de la sencillez cargada de sofisticación y funcionalidad. Algo que convirtió en estándar en los productos de Apple, pero que aplica fácilmente en cualquier proyecto. El exceso o la complejidad innecesaria no funcionan.
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Tony Avelar / AFP
Para él, un buen líder es que el asume responsabilidades, está pendiente de cada etapa de los proyectos que comanda. A la par, tenía la directriz de siempre buscar ir un paso más adelante y tomar riesgos que no otros no se atreven a encarar.
Jobs insistía en que siempre se tenía que dar el protagonismo al producto, antes que a las ganancias. Pensar en las utilidades primero y luego en el producto era, para él, el gran error de muchas industrias y empresas. También apoyaba la intuición y el enfoque, por encima de las mediciones de grupos o las pruebas piloto para medir la reacción ante un producto o una idea.
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Steve Jobs se hizo famoso por no creerse los límites que le imponía el medio. Le gustaba ‘distorsionar la realidad’, que no era más hacer posible lo que otros creían imposible y no aceptaba un no por respuesta ante un reto. Además incentivaba a sus equipos de trabajo a retarse todo el tiempo; a fusionar tecnología y belleza en todo lo que hacían y a creerse la idea de que estaban desarrollando algo realmente superior en cada uno de sus proyectos.
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Eso lo llevó no solo a ser exigente, sino a rodearse de los mejores en cada campo. Un líder comunica su visión a su equipo y no tiene miedo que se le tilde de loco o revolucionario. No en vano el eslogan de Apple era 'Piensa diferente'.
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