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‘Emojis’, la emoción exprés de una sociedad sin tiempo
Uso de emojis

El 14 de julio se celebra el Día Mundial del ‘Emoji’, instaurado en el 2004 por Jeremy Burge, creador de la ‘Emojipedia’.

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Frank May / AFP

‘Emojis’, la emoción exprés de una sociedad sin tiempo

Sonrientes y a la medida. ¿Qué impacto tienen sobre lo que sentimos y pensamos estos dibujos?

“En estos días de ‘fast food’, charlas TED, amores líquidos y realidades virtuales, era bastante lógico que una forma de comunicación abreviada, fácil y rápida se impusiera”.

La psicoanalista Patricia Faur, docente de la Universidad Favaloro, en Buenos Aires, se refiere a los cada vez más populares ‘emojis’, esos simpáticos dibujos de expresivas caras, animales y toda clase de objetos con los que espolvoreamos nuestros intercambios de mensajes en las redes sociales.

Y profundiza: “Su uso apela al ahorro de las emociones que ya existe. La sociedad actual naufraga en la expresión emocional. Es más desapegada, más mezquina y egoísta en el amor, prioriza su tiempo y su individualidad. El ‘emoji’ no es más que un reflejo de la comunicación de nuestro tiempo: breve, ambigua, escasa, acotada, sin matices”.

En su origen estuvo, dicen, la necesidad de “humanizar” los intercambios en los helados tiempos 2.0, de flexibilizar la dura linealidad de las palabras con elementos más juguetones. Llegaron hace más de dos décadas en los dispositivos ‘made in’ Asia para sumar un toque “emocional” a nuestras charlas digitales.

El primer éxito de la empresa que incorporó este recurso fue –cómo no– el diseño de un corazón. Pero en realidad fueron la evolución natural de una idea que ya se venía abriendo paso: usar los caracteres convencionales de los teclados para hacer ‘dibujos’, conocidos como emoticonos. Los famosos: :( ^-^ :o

El proyecto Unicode fue el encargado de lanzar una suerte de primer catálogo de ‘emojis’. Hoy, Unicode es un consorcio integrado por gigantes como Google, Oracle, Microsoft, Facebook y Apple, y se ha convertido en una especie de ONU en este campo. Es, de hecho, responsable de determinar –tras una evaluación de dos años– qué nuevo miembro ingresa al selecto club.

Políticamente correctos

Hasta ha habido reversazos con figuras (el de la berenjena y una primitiva versión del durazno, por ejemplo) a las que sus supuestas connotaciones sexuales les valieron el exilio de algunas plataformas, en un caso, y el rediseño, en otro. La policía de las redes no duda cuando de asegurar el buen pensamiento se trata.

Este año, anuncian, se lanzarán los “dibujitos de WhatsApp” (como los llaman algunos usuarios supra-60) de pelirrojos, y ya hay quienes celebran la inclusión en el menú de familias que no sean blancas, jóvenes y heterosexuales.

Vista de cerca, la riqueza expresiva de este código, que prometía liberarnos de la tiranía del tipeo y las largas frases para poder expresar un sentimiento u emoción, muestra que sus alas son como las de Ícaro. So pretexto de la ‘universalidad’, se termina consolidando un diccionario en el que no solo se privilegian flores, corazones y banderas (todo lo amable), sino también los lugares comunes de la corrección política.

Por ejemplo, tras los nuevos Columbine (1999, masacre en una escuela secundaria de EE. UU.), el ‘emoji’ del revólver fue reemplazado por una pistola de agua, verde e inofensiva. Si no fuera siniestro, hasta podría ser gracioso. El rifle también pagó por el circunstancial cambio de viento social, como si borrando el grafismo desapareciera, también, la realidad.

La iconografía es una forma de transmitir información y emociones que ha acompañado al ser humano a lo largo de su historia. No es un fenómeno nuevo

“La iconografía es una forma de transmitir información y emociones que ha acompañado al ser humano a lo largo de su historia. No es un fenómeno nuevo”, dice Silvia Agosto, doctora en letras de la Universidad Complutense de Madrid.

Lo que sí parece nuevo es la forma como los ‘emojis’ lo han invadido todo, derramándose desde las redes hasta los lapiceros de las maestras (que suelen acompañar sus notas bajas con una ‘carita sonriente’ para compensar), pero también hacia los foros de los medios. Diarios de todo el mundo proponen a sus lectores calificar los artículos con un ‘me enoja’ o un ‘me gusta’.

Su límite natural

Claro que esta hiperinflación gráfica no es gratuita: cuanta mayor y más diversa aplicación del código, más crujen los huesos de su precario sistema, y las limitaciones saltan a la vista casi tan rápido como los negocios asociados. Han surgido, pues, redes sociales en las que el único código aceptado es este, diccionarios y hasta una ‘enciclopedia’ dedicada al tema, además de un irlandés que se promociona –muy serio él– como “traductor de ‘emojis’ ”. Eso sin olvidar los intentos de traducir grandes obras de la literatura al código de las manzanitas y los corazones. Lo hicieron con ‘Moby Dick’, y el resultado no pasó de un título jocoso: ‘Emoji Dick’.

Pero la realidad, justamente, es algo bastante más complejo. Ningún ‘emoji’ podría cifrar nada de lo que Ella Frances Sanders recoge en su bellísimo ‘Lost in Translation’, un compendio ilustrado de palabras intraducibles de todas partes del mundo. No hay aquí ‘komorebi’, palabra japonesa que alude a la luz que se filtra a través de las hojas de los árboles, ni ‘mangaia’, término sueco para el reflejo de la luna sobre el agua. No hay ‘emoji’ para eso. No podría haber.

“Pueden ser útiles para comunicarnos sin necesidad de compartir un idioma. Pero nada reemplaza a la palabra. El idioma es el sistema simbólico más complejo que ha inventado la humanidad. Una carita enviando un beso puede transmitir ese mensaje, pero nunca podrá reemplazar, por ejemplo, la fuerza y profundidad de las palabras del poeta Miguel Hernández: ‘Boca que arrastra mi boca: / boca que me has arrastrado: / boca que vienes de lejos /a iluminarme de rayos’ ”, advierte Silvia Agosto.

Es evidente que en esta tendencia hay ganas de jugar y de vender: ‘emojis’, equipos rutilantes que permitan acceder a un universo de nuevas figuras y, sobre todo, una mirada sobre el mundo. Porque eso es lo que en definitiva somos: lo que miramos.

“En el caso de las nuevas tecnologías, que se muestran como neutras, siempre hay un detrás de escena –anota Alejandro Tortolini, experto en sociología de videojuegos y miembro de la ONG Vía Libre–. Detrás de cada estándar tecnológico exitoso, de cada invento que se hizo popular, hubo durísimas luchas entre empresas, presiones a gobiernos y grandes campañas publicitarias. La aparición de ‘emojis’ cada vez más vistosos es una muestra de estas pujas por imponer un producto lucrativo. Lo alarmante es que hoy se tome como natural la idea que denuncia Jaron Lanier en su libro ‘No somos computadoras’, cuando dice que olvidamos que internet puede ser distinta, más que lo que Google o Facebook determinan. Y eso por no mencionar la cantidad de información que damos a desconocidos. Al agregar a nuestro navegador una extensión llamada Disconnect o Lightbeam podremos ver la lista de los sitios que reciben información nuestra a medida que navegamos. Ver esa lista puede ser escalofriante”.

Pero ¿quién va a reparar en eso con ‘emojis’ cada vez más lindos y parecidos a nosotros? Y las caritas sonrientes, más felices que nunca.

El iPhone X, lo último en caritas felices

Cuando el deseado iPhone X hizo su debut oficial, el foco estuvo puesto en su sistema de reconocimiento facial: 30.000 puntos de rayos infrarrojos disparados sobre la cara del usuario para reconstruirla de forma tridimensional y funcionar luego como “clave personalísima”.

Y el atractivo se centró en un derivado de esa tecnología: los ‘animojis’, o sea ‘emojis’ animados. Sobre la base de los datos obtenidos mediante reconocimiento facial, este teléfono genera figuras capaces de imitar a la perfección la gestualidad del usuario. ‘Emojis’, literalmente, a medida. Nada que ver con aquella rígida carita sonriente de antaño (Smiley, tal vez el más famoso de todos los ‘emojis’). Estos ‘animojis’ son “otra cosa”. Algo así como los mismos pictogramas de antes, pero con algo parecido a un alma.

FERNANDA SÁNDEZ
LA NACION (Argentina) - GDA
En Twitter: @LANACION

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