Hay películas de terror que apuestan por el impacto momentáneo, a menudo acompañado de un golpe de música, que se regodean en su capacidad de hacer brincar a todos en la sala al mismo tiempo.
Y hay otras que se van contigo a la casa, que te sorprenden bajo las cobijas o en camino a la cocina y se quedan a vivir en forma de escalofrío en tus momentos a solas. Esta segunda categoría se alimenta de los miedos más cercanos, no el alien a bordo de la Nostromo ni el hombre con el guante de cuchillas, sino un tipo más doméstico de pesadilla.
Todo esto es para decir que mañana se estrena en Netflix un documental llamado The Great Hack, que viene avalado por los nombres de Karim Amer y Jehane Noujaim, sus directores, que hicieron historia con The Square, el cual le dio al servicio de streaming su primera nominación al Óscar.
Amer y Noujaim reconstruyen el caso Cambridge Analytica desde las voces de sus protagonistas, pero enfocados en un elemento crucial: la manera como se hizo uso de los sofisticados recursos de recopilación de datos de Facebook para crear un arma de desinformación masiva.
Es un tema del cual hemos hablado en el pasado y que dista de haber sido satisfactoriamente explicado. Pero, sobre todo, es un asunto derivado del modelo de explotación de datos del que viven Facebook, Google y otros nombres de referencia del paisaje tecnológico.
En ese sentido, el caso Cambridge Analytica es un síntoma, más que una enfermedad. La enfermedad hay que buscarla en los criterios de monetización de datos de usuarios demasiado ignorantes o demasiado complacientes con su propia huella digital.
Claramente, esto va más allá de una sola compañía. Esta tecnología sigue en uso y seguirá en uso
Es una mirada que expresa Julian Wheatland, el exjefe operativo de la consultora, que declaró a la pareja de documentalistas: “Claramente, esto va más allá de una sola compañía. Esta tecnología sigue en uso y seguirá en uso. (...) Siempre iba a haber una Cambridge Analytica. Es infortunado para mí que haya sido Cambridge Analytica”.
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