Últimamente parece que usamos el celular para todo: ¿Va a salir a cenar? Puede hacer la reserva, pedir el taxi, averiguar la mejor ruta y hasta ordenar sus platos y pagarlos, todo desde su ‘smartphone’. ¿Quiere comprar un televisor? ¿Alistar la agenda semanal? ¿Busca domicilios, música, películas? ¿Pareja?
Y sin embargo, a la hora de votar, sigue siendo necesario ir a las mismas urnas, donde esperan los mismos lapiceros y las mismas formas de papel.
No es, sin embargo, totalmente virtual. Según explicó el senador Andrés García Zuccardi, que lidera la iniciativa, los ciudadanos tendrían que ir físicamente a la Registraduría para comprobar su identidad y allí les darían un PIN para acceder a la plataforma.
Aun así, es una idea interesante. Por un lado, podría combatir la abstención rampante (en 2014, hay que recordar, llegó al 60 por ciento, y en el plebiscito fue del 62 por ciento).
Pero, por el otro lado, plantea dudas muy serias sobre los riesgos de fraude o suplantación. Si preocupan las dudas de que criminales rusos influyeran en las pasadas elecciones de EE. UU., imagine si fuera posible que de hecho ‘hackearan’ el proceso y cambiaran votos a su antojo.
Desde el punto de vista tecnológico, es un desafío descomunal, para el que no tenemos, por ahora, soluciones completas. Pero si llega el día en que se resuelvan las áreas grises, es un desarrollo con el potencial de transformar realmente el proceso democrático en países como el nuestro.
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