A menos que haya pasado la mayor parte del año en una cueva, es probable que haya escuchado que 2017 marca el décimo aniversario de la aparición del iPhone. La inminente llegada a las tiendas de un iPhone X (se lee ‘iPhone 10’, amigo de la cueva) responde, precisamente, a esa celebración.
Mucho menos comentado, pero en mi opinión igualmente significativo, es el décimo aniversario de la salida al mercado del Kindle, el lector de libros electrónicos (e-books) de Amazon.
El 19 de noviembre de 2007, la firma de Jeff Bezos presentó un curioso dispositivo en forma de tableta que prometía almacenar y permitir leer docenas y docenas de libros… siempre y cuando se los comprara a la cadena de Seattle.
Diez años y ocho generaciones más tarde, el Kindle ha mejorado su apariencia, su memoria y hasta su precio. Hoy existen, además de la regular, las versiones Paperwhite, Voyage y Oasis, y esta última integra la novedad de ser resistente al agua. Los precios comienzan en 49,99 dólares y llegan a los 249,99.
En mi experiencia, el Kindle fue la puerta a una intensidad de lectura que había dejado atrás desde los días de la universidad. La comodidad de adquirir los libros con un toque, incluso el mismo día de su lanzamiento, así como la de llevar la biblioteca a todas partes solo se ve superada por la de poder seguir leyendo, de manera fluida, en la tableta o en el celular, gracias a la app, si llegara a darse la ocasión.
Es cierto que aún se siente la oferta limitada de títulos en español, pero el panorama ha mejorado mucho y sigue mejorando: una búsqueda rápida ofrece desde Cien años de soledad hasta Juego de tronos, así como las más recientes novelas de autores como Isabel Allende, Mario Vargas Llosa y hasta Dan Brown.
Como desarrollo tecnológico, Kindle continúa aprovechando sus ventajas técnicas: la cualidad visual de la tinta electrónica y la ridícula vida de sus baterías, que fácilmente rinden un mes sin pedir recarga. Hay voces que piden la llegada del color, o la mejora de sus capacidades de navegación... Yo no. Yo prefiero que haga una cosa, y la siga haciendo bien.
¿Y el libro físico? Se creería que habiendo comprado ya cuatro versiones del Kindle hubieran quedado atrás para mí los días de pasar por la caja en una librería.
Nada más lejos de la realidad: el hábito que alimenta el e-book reader alimenta también el deseo de adquirir determinado título. El Kindle ayudó a revitalizar a la industria editorial, que hoy apuesta por mejorar las ediciones en papel. Mis favoritos de toda la vida, lo confieso, reposan a la vez en mis repisas y en las memorias de mis dispositivos.
WILSON VEGA
Editor de Tecnología
@Wilson Vega
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