Las aulas nunca fueron el lugar favorito de Daniel Zárate. Por eso, si tuviera que definir su grado de bachiller con una palabra, sería insatisfacción. Todo lo contrario a lo que siente cinco años después tras haber cursado semestre y medio en la universidad, pues ahora recibe mensualmente entre 5.000 y 13.000 dólares, es decir, unos 30 millones de pesos.
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Pese a que le encanta aprender, no le gusta hacerlo en instituciones donde debe cumplir horarios, calificaciones para aprobar o entregas con horas límite en un sistema. Pero asegura que en su época de estudiante, pese a que no asistía a todas las clases, sus notas eran sobresalientes.
Daniel es un joven de 22 años de edad y afirma que desde mayo del 2020 encontró una pasión que lo salvó de una crisis económica que lo tenía ahogado.
Recién salió del colegio no tomó el rumbo al que solo pueden acceder 52 % de jóvenes de Colombia. De acuerdo con un informe del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana, de la población que tiene entre 17 y 21 años del país, un poco más de la mitad se encuentran matriculados en la educación superior.
La situación económica no me daba para salir ni para estudiar. Me alejé de mis amigos por eso, era incómodo para mí
Y el bogotano hizo parte de esta estadística. “Mi mamá no me podía pagar la universidad y yo tampoco quería hacer mucho esfuerzo. Sin embargo, busqué becas pero en ninguna encajaba. Todas eran para minorías o para personas con ciertos requisitos de excelencia que no tenía. En ninguno encajaba”, cuenta.
Entonces, ante la imposibilidad de pagar una matrícula universitaria, decidió estudiar francés mientras todos sus amigos entraban a las más prestigiosas universidades del país. “Eso era como un trofeo: “yo entré a esta, yo entré a aquella””, recuerda que decían sus compañeros.
La presión no faltó en ese 2018. Frases como: “Estás perdiendo el tiempo, no vas a ser nadie en la vida si no entras a una universidad”, le llegaban a sus oídos una y otra vez. Hasta que lo terminaron de convencer.
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A probar suerte en MedellínLa publicidad, el mercadeo y la fotografía siempre fueron las profesiones que le llamaron la atención. Así que tenía claro que si finalmente decidía entrar a la universidad, sería para estudiar algunas de esas carreras.
En el 2019 la economía de su hogar tuvo un leve respiro, por eso con su madre – quien sacó adelante a sus dos hermanas mayores y a él– empezaron a hacer cuentas. Los números cuadraban en Medellín, pero no en Bogotá, donde estudiar era más caro. 6 millones adicionales, concretamente, según cuenta.

Universidad de Medellín.
Cortesía U. de M.
Un préstamo fue el salvavidas para que Zárate ingresara a la Universidad de Medellín a estudiar mercadeo. “Voy a mirar si esto de verdad es importante”, pensó en ese momento.
Alcanzó a hacer un semestre completo, pero de nuevo se sintió insatisfecho. “Resulta que sí aprendo cosas, no voy a decir que no, pero estaba repitiendo lo que había visto en el colegio, entonces otra vez me cuestioné”.
En su tiempo libre daba clases de matemáticas para ayudar al pago de la deuda y en vacaciones, a vísperas del 2020, otra vez estaba en un limbo en el que la duda era la misma: matricularse o no.
Precisamente, desde el año cuando inició la pandemia la reducción de las matriculas se ha hecho evidente. Y el problema viene de años atrás.
EL TIEMPO registró el año pasado que esta tendencia viene a la baja desde hace cuatro años y que en 2020, antes del inicio de la emergencia por el covid, mostraba signos de recuperación. Pese a esto, el impacto de la emergencia económica terminó disparando indicadores negativos.
La cifra para el 2020 fue de 2’355.603 matriculas, lo que implica que en cuatro años el sistema perdió más de 90.000 estudiantes. Daniel fue uno de ellos.
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Un año antes de que la pandemia nos cambiara la vida a todos, a Zárate se la cambió el amor. El 31 de diciembre de 2018, en una fiesta de vísperas del año nuevo en Medellín, conoció a quien ahora es su esposa: Paola Ferrer, una ingeniera civil de 25 años.

Daniel Zarate y Paola Ferrer.
Cortesía
Ambos dicen que la conexión al verse fue inmediata. Su primera conversación, de la que aún guardan registro, fue el 1 de enero de 2019 y desde ahí no han dejado de hablar. Incluso, con un anillo ya establecieron compromiso.
En ese año mantuvieron una relación a larga distancia y a inicios del 2020, antes de que el covid-19 llegara, Ferrer tomó la decisión de mudarse a Colombia para emprender un trabajo como guía turística con Zárate, quien en ese momento era empleado de un hostal en el centro de Bogotá.
A medida que el mundo iba cerrándose por la pandemia, las fuentes de ingreso para ellos también. Por eso les tocó mudarse a la casa de una de sus hermanas. “Estamos muy agradecidos con ella y mi mamá porque nos salvaron de quedar en la calle, literalmente. Pero fue muy incómodo estar de arrimados con la promesa de que nos íbamos a ir y no podíamos”.
Lo que iban a ser dos semanas de estadía se convirtieron en seis meses. Mandaban hojas de vida y en ningún lado los contrataban. “Como no tenía un título mis opciones eran reducidas: call center o call center”, dice Zárate.
Ante la imposibilidad de conseguir empleo, el joven cuenta que su pareja encontró por internet una ‘app’ llamada ‘Hotmart’, la cual, según la descripción de su página web, “es una plataforma de comercialización y distribución de productos digitales”.
La metodología funciona así: alguien crea un curso o producto digital y lo pone al servicio en la plataforma. Otra persona “con buena capacidad de relación” se encarga de hacer las ventas y recibe una comisión. Finalmente, está el consumidor, quien adquiere los productos de la plataforma.
Daniel y Paola están en el segundo paso de este sistema, es decir, ellos venden productos. Ambos recuerdan que la primera venta, después de muchos intentos fallidos, la realizaron el 28 de mayo de 2020 y por eso recibieron 44 dólares.
Todo lo lograron después de hacer un curso de capacitación con la plataforma que pudieron pagar vendiendo el celular de Paola, pues ya no tenían ahorros.
Durante ese año inicial de pandemia se dedicaron a entender el funcionamiento de las ventas. Dicen que los resultados fueron tan buenos que Daniel optó definitivamente por no seguir estudiando, porque le era más rentable la posibilidad de dedicar el 100% de su tiempo en ello.
Lo que ganaron en los primeros meses les sirvió para pagar la deuda que tenían con su hermana por la estadía y decidieron irse a vivir juntos a Medellín en agosto. “Cuando tuvimos nuestro espacio y nos organizamos, todo fluyó mejor. El primer mes juntos hicimos 3.000 dólares y pico”.
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Las cuentas de 'SoyZarate'El registro de su actividad en la app efectivamente muestra los ingresos que la pareja ha obtenido en estos casi dos años que completan en esa actividad. Con corte al 15 de febrero de 2022, han vendido cursos que les suman un total de 72.329 dólares. Y, según dicen, al mes ya pueden facturar entre 5.000 y 13.000 dólares, pues configuraron un chatbot que ellos mismos manejan con un flujo de respuestas para vender. En resumen, el robot vende y ellos se encargan de enviar posibles compradores hacia la app.
Tanto Daniel como Paola aseguran que sus papás fueron algo reacios al tema al inicio, pero ahora aceptan su metodología para obtener ingresos.
Explican que Hotmart a ellos no les cobra por venta, sino más bien por retiro del dinero que reciben por las ventas que logren culminar.
“Llegamos al punto en el que nos funciona tan bien a nosotros que ahora ayudamos a otras personas a que también les funcione”, dicen.
Su tiempo ahora lo dividen en crear contenido para redes sociales bajo su marca 'SoyZarate' y para enseñarles a quienes tengan interés en tener una experiencia como la de ellos. También se dedican a viajar, inicialmente lo hicieron en Colombia y ya han ido a otros países como México. Cuentan que amoblaron su primer apartamento, compraron equipos como cámaras, han invertido, ahorrado y le han ayudado a sus familias con la economía de sus respectivos hogares.
Al compartir su experiencia, Zárate asegura que en lo que tiene que ver con la educación no considera que esta no sea importante, pero dice que no es lo primordial en todas las carreras.
“Considero que hay distintas formas de estudiar y aprender y creo que la universidad en muchos casos se ha quedado en la teoría y por allá al final es que está la práctica. La metodología debería cambiar para enseñar desde la experiencia”, expone. Concluye afirmando que su historia no es “la del chico que dejó de estudiar y ahora gana. Yo sigo estudiando, pero no en la universidad”.
Aura María Saavedra
Redactora ELTIEMPO.COM