En medio de los sonidos de la cumbia, el mapalé y el porro, Carlos Arévalo se la ingenia para poder tocar, sin un dedo meñique y sin tres falanges en la mano derecha, la trompeta en su banda.
Luego de que hace 22 años hizo caso omiso de las advertencias de no utilizar pólvora, en plenas fiestas patronales de San Isidro en Chochó, Sincelejo, tuvo uno de los mayores sustos de su vida. Un volador que le explotó en las manos.
“Pensé que mi carrera musical, que apenas estaba empezando, se había acabado. No quisiera ni recordar el momento; fue desesperante, pero, gracias a Dios, aquí en el pueblo somos muy unidos y me llevaron al hospital inmediatamente”, señaló.
Por fortuna, según Arévalo, ese accidente no le causó otros daños físicos, aunque sí un inmenso sentimiento de frustración. Eso lo hizo pensar, incluso, que su trompeta no volvería a sonar. Pero la motivación de sus amigos y familiares lo llenó de fuerza para seguir tocando.
“Me di cuenta de que sí podía continuar con la trompeta, fue emocionante poder tocarla y sentir el sonido. Me recuperé, pero cada día extraño más mis dedos”, asegura este músico que pudo continuar con la banda papayera y luego hizo un curso de técnico en construcción en el Sena.
Uno puede vivir sin pólvora, mas no sin manos, dedos o rostro
Después de lo que le sucedió, a Calos Arévalo solo le quedan palabras de dolor para que su historia no continúe replicándose año tras año en otras personas. “Uno puede vivir sin pólvora, mas no sin manos, dedos o rostro”, afirma el contador. Por eso mismo, él no deja que sus dos pequeños hijos utilicen pólvora en las fiestas ni que asistan a actividades con fuegos artificiales.
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