En los últimos 40 años, la humanidad ha logrado reducir la alta mortalidad del cáncer. Cerca del 70 por ciento de las personas diagnosticadas actualmente con esta enfermedad alcanzan una sobrevida de cinco años.
Sin embargo, esta lucha ha tenido un precio alto. El uso de quimioterapia, radioterapia y otros agentes que actúan a nivel molecular contra esta enfermedad puede producir daño en el sistema cardiovascular, tanto central –lo que deteriora la función del corazón– cómo periférico –lo que induce a hipertensión y eventos trombóticos como la formación de coágulos–.
Los efectos sobre el corazón, que pueden ser enfermedad vascular, hipertensión arterial o disfunción del músculo cardíaco, se pueden manifestar después de varios años de haber completado el tratamiento.
La enfermedad vascular puede ser causada por la terapia de radiación, y desembocaría en aterosclerosis (calcificación de las arterias) en los vasos que estuvieron sometidos a la radioterapia. Por ejemplo, en el tórax se puede ver en los sobrevivientes de largo plazo del linfoma de Hodgkin.
Por eso a las personas que recibieron medicamentos o radioterapia en el tórax, lugar donde se aloja el corazón, se les deben pedir con frecuencia exámenes de colesterol.
Y debido a que la glándula tiroides se encuentra en esa zona, en algunos linfomas se deben realizar pruebas de su función de manera periódica.
Se ha probado también que la quimioterapia con un medicamento (cisplatino) para el cáncer de testículo está asociada a un mayor riesgo de desarrollar hipertensión arterial y enfermedad coronaria después de algunos años.
La quimioterapia puede ocasionar asimismo disfunción del músculo cardíaco (insuficiencia), especialmente con medicamentos como doxorrubicina, asociada con una cardiomiopatía, y el trastuzumab, que produce insuficiencia cardíaca reversible.
La recomendación para todos los pacientes es controlar anualmente la presión arterial, manejo del peso, control en su dieta y ejercicio permanentes.
Pero, en ese sentido, los médicos van más allá y afirman que cerca de un 80 por ciento de los pacientes de cáncer necesitan de una evaluación cardiovascular previa al inicio y durante los tratamientos, para saber si sus órganos funcionan correctamente.
Y es que esta población muestra más factores de riesgo y enfermedades cardiovasculares que pueden agravar su pronóstico y empeorar su calidad de vida.
El cuidado de ellos debe centrarse, además, en el seguimiento y el manejo de la recurrencia, así como en los efectos que se presentan como resultado del tratamiento.
Una publicación de la American College of Cardiology describe justamente cómo se están formando unidades de cardiooncología en varios países del mundo para mejorar la sobrevida de estos pacientes que presentan con frecuencia complicaciones.
El término “sobreviviente de cáncer” se utiliza a través de todo el proceso de la enfermedad, desde el diagnóstico hasta completar el tratamiento primario. Sin embargo, en algunos casos, el manejo por el profesional no oncólogo ayuda a la mejoría y sobrevida, inmediatamente posterior al tratamiento.
Por estas razones es importante tener en cuenta –en los pacientes que van a recibir quimioterapia o en los que han sobrevivido al cáncer– la historia familiar detallada para poder determinar si hay más factores de riesgo de enfermedad cardiovascular.
De igual forma, los sobrevivientes que nunca tuvieron un ecocardiograma deberían practicarse este examen para saber cómo se encuentra su corazón.
Un simple electrocardiograma puede mostrar alteraciones del ritmo cardíaco o anormalidades en el sistema de conducción eléctrica del corazón, producido por ciertos medicamentos de quimioterapia.
Es importante distinguir sobrevivientes de cáncer de las personas con esta enfermedad en tratamiento activo, que pueden tener síntomas como dolor y fatiga.
Medicamentos para hormonoterapia que se utilizan para tratar el cáncer de mama avanzado en mujeres posmenopáusicas pueden producir fatiga, que se llega a confundir con síntomas de problemas cardíacos.
También es primordial determinar si el dolor y la fatiga son resultado de un tratamiento reciente o efectos tardíos de este. La mayoría de los sobrevivientes de cáncer informan de pocos síntomas físicos en el período de supervivencia.
Lo que sí se sabe es que, por ejemplo, individuos con cáncer tratado con la terapia de radiación son más propensos a experimentar dolor y fatiga. Y estas dolencias se asocian generalmente con alteraciones del sueño, menopausia, síntomas de ansiedad y depresión, según una investigación publicada en la revista Pain.
Por último, es clave saber que cualquier nivel de actividad física es importante en estos casos, siguiendo las indicaciones del médico tratante.
GABRIEL ROBLEDO KAISER*
Para EL TIEMPO
@SaludET
* Cardiólogo, director del Centro Cardiológico de Bogotá.