La tercera dosis de la vacuna contra el covid-19 ya empezó a aplicarse en unos pocos países que, además de su capacidad económica, han logrado niveles envidiables de población con los esquemas completos de vacunación, mientras que la mayoría de las naciones del planeta aún luchan por adquirir algunas dosis para iniciar sus planes de inmunización.
(También puede leer: Suspenden aplicación de segunda dosis de Sinovac en Cartagena y Medellín).
Basta con comparar los niveles alcanzados en términos de esquemas completos en países como Chile (68,3 %), Israel (60,01 %), Francia (66 %), Alemania (62 %) y Estados Unidos (51,63 %), y que ya aplican terceras dosis, con los que hay hoy en República del Congo, Haití y Chad –por mencionar solo tres de los que hay datos–, y donde no se llega ni siquiera al 0,5 % de vacunados completos.
Estas cifras ratifican la forma como la pandemia causada por el nuevo coronavirus ha ensanchado aún más la brecha que separa a los países pobres de los ricos, dejando de lado la premisa de que una crisis con dimensiones globales como esta solo se puede superar con acciones conjuntas, y mucho más ahora que el Sars-CoV-2 ha mostrado la capacidad de fortalecer su agresividad con la presencia de variantes como la delta, que justamente se originó en un país hiperpoblado y con bajas tasas de inmunización como la India, que a la fecha –para seguir con los datos– tiene menos del 10 % de sus casi 1.400 millones de habitantes con las dosis completas.

En Colombia, se aplicará tercera dosis para personas inmunodeprimidas.
Jaiver Nieto Álvarez. ETCE
En ese contexto, Luis Fernando Alarcón Urrutia, investigador del Instituto de Salud Pública de México, plantea un cuestionamiento que no solo permea los aspectos sanitarios, sino que invade terrenos sociales e incluso éticos: ¿es necesaria esta tercera dosis? Una respuesta que necesariamente tiene que cruzar por un componente fáctico derivado de que hoy no se tiene claro –al tenor de la evidencia científica– si estos refuerzos hacen falta, y mucho menos cuándo deberían aplicarse.
Para empezar, la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) ha planteado que no existen marcadores específicos que permitan determinar si una persona está o no protegida y que uno de los elementos a tener en cuenta deberían ser las tasas de reinfección, que, según Carlos Eduardo Pérez, jefe de infectología de la Clínica de Marly y del Hospital de la Samaritana, en Bogotá, hoy se han demostrado que son muy bajas. Tanto así, que el mismo director de la OMS manifestó esta semana que la prioridad hoy es vacunar a las personas de los países que no han empezado o tienen tasas muy bajas de inmunización debido a que los beneficios individuales o grupales en el mundo son muy limitados.
(Puede leer: OMS: las dosis de refuerzo amenazan la vacunación contra covid-19 en África).
Las diferencias son tan serias que en algunos países africanos la vacunación es en la práctica testimonial. Tanto que, según Médicos Sin Fronteras, aunque hay anuncios de que en dichos lugares el 20 % de la población estaría inmunizada antes de finalizar el año, hoy la mayoría de estas naciones están por debajo del 1 %, e incluso, los biológicos no han llegado a todos los integrantes de la llamada primera línea de atención en salud.
Ante este panorama, Matshidiso Moeti, directora regional de la OMS para África, calificó de burla a la equidad los movimientos de algunos países para introducir dosis de refuerzo justo cuando en ese continente se hacen esfuerzos para impulsar el despegue de la vacunación básica.
Por su parte, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), informó que con la aparición de la variante delta, las infecciones asociadas han aumentado rápidamente y hoy representan el 83 % de los casos secuenciados en dicho país, y que si bien las vacunas reducen la propagación del virus en más del 80 o 90 %, la presencia de la variante genera una nueva incertidumbre, a tal grado que el comité asesor de vacunas del Centro sugirió la aplicación de una tercera dosis de manera general en las personas que tengan déficit inmunológicos.
Una recomendación que –si bien sigue la línea de la Agencia de Drogas y Alimentos (FDA), que les aprobó a las farmacéuticas este complemento– aún no ha quedado en firme. Aunque en algunos Estados ya se permite que de manera individual, y ante los anuncios catastróficos, muchos norteamericanos y extranjeros que viajan a este país estén optando por aplicársela.
Es una decisión difícil y es casi seguro que tendrá que hacerse con la evidencia incompleta
Y si bien un estudio masivo hecho en el Reino Unido mostró que las personas vacunadas plenamente tienen buena inmunidad al principio y podrían ser vulnerables ante la rápida propagación de la variante delta en razón de la caída de los anticuerpos que se presenta algunos meses después, lo cierto es que son pocos los ensayos con validez científica que respaldan la necesidad de reforzar la vacunación.
(Lea también: Cómo es la primera vacuna de ADN del mundo para la covid-19 (sin agujas)).
Los escasos ensayos que han probado dosis de refuerzo infieren que las terceras dosis de vacunas desarrolladas por Moderna, Pfizer, AstraZeneca y Sinovac aumentan los niveles de anticuerpos “neutralizantes” que bloquean la infección cuando se administran varios meses después de las segundas dosis, lo cual, para el infectólogo Pérez, resulta lógico, pero eso no justifica la necesidad de aplicarlas de manera masiva, y más cuando la mayoría de la población aún no ha completado sus esquemas.
Según Andrew Pollard, líder de ensayos clínicos y director del grupo de vacunas de la Universidad de Oxford, lo urgente ahora es asegurar la protección de todas las personas con comorbilidades, los adultos mayores y las personas con enfermedades que aumenten el riesgo frente al virus en todo el mundo, lo que coincide con la postura de la OMS.

La inmunización en países con bajo nivel de población vacunada debe ser prioridad, según la OMS.
AFP
El problema, reitera Alarcón Urrutia, es que en este contexto muchas personas pueden comenzar a recibir refuerzos que no tienen beneficio real, a la par que se carece de la información suficiente sobre grupos que teóricamente podrían necesitarlas, como aquellas con sistemas inmunológicos comprometidos.
Sin embargo, a medida que la variante delta amenaza con volverse predominante en el mundo, es posible que las autoridades sanitarias de los países pudientes consideren que no se pueden dar el lujo de esperar respuestas definitivas, como lo asegura Robert Aldridge, epidemiólogo de enfermedades infecciosas en el University College de Londres, al decir que “es una decisión difícil y es casi seguro que tendrá que hacerse con la evidencia incompleta”.
Frente a los postulados de Aldridge, el salubrista Pedro León Cifuentes manifiesta que es hora de que el mundo le ceda el paso a la ciencia y que sobre la evidencia y el rigor necesarios, se fortalezca el principio –hasta hoy desconocido– de que una pandemia exige abordajes globales, unificados y equitativos para superarla.
Esto porque, explica Cifuentes, una población mayoritariamente no vacunada, o parcialmente inmunizada, es literalmente una fábrica de variantes peligrosas que incluso pueden afectar el rendimiento de biológicos reforzados de manera múltiple. “Si la pandemia de covid-19 desnudó las grandes desigualdades en el planeta, la desigual distribución de los elementos para atacarla, paradójicamente, amenaza no solo con agigantarla, sino también con perpetuar la presencia de un virus que por decisiones erráticas se puede tornar inatajable”, remata Cifuentes.
(Le recomendamos leer: Colombia aplicará tercera dosis para personas inmunodeprimidas).
Mientras este debate crece, Luis Fernando Alarcón remarca que lo que no se puede dejar de lado es la aplicación de las medidas biosanitarias que tienen evidencia de sobra en el control de la transmisión del virus, como el uso del tapabocas, el control de los aforos en sitios públicos, la ventilación de los espacios cerrados, evitar las aglomeraciones, el aislamiento temprano ante la presencia de síntomas. “Desafortunadamente, la discusión sobre las vacunas ha desplazado a un segundo plano estos elementos en la gente y en las autoridades, que terminaron creyendo que con la llegada de los biológicos la pandemia terminaría, lo cual empieza a demostrarse está lejos de ser una realidad”, dice Alarcón.

Aún no está claro si es necesaria una tercera dosis.
iStock
Colombia no ha sido ajena a esta discusión, y con algo menos del 30 % de la población vacunada plenamente, anunció que dentro de dos semanas empezará a aplicar la tercera dosis para personas con déficit inmunológico, lo que para algunos suena razonable y para otros es un empujón a las desigualdades que, como en el mundo, también existen en el país.
Más noticiasCARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ
Editor de Salud