Que las empresas paguen una hora de trabajo para que sus empleados lleguen más temprano a sus casas y dispongan de ese tiempo en el catre con sus parejas –de manera rigurosa– es una sana propuesta que lanza Per-Erik Muskos, un destacado concejal sueco que piensa que de esa forma se mejoran el rendimiento y el bienestar de la gente.
Créanme que no le falta razón al político de marras si se tienen en cuenta los beneficios que dejan –a todo nivel– los buenos polvos en la calidad de vida de todas las personas, incluso, en la de aquellos que creen que la sexualidad es un mero agregado procreativo.
Favores que empiezan con la mejora en las relaciones personales, tan necesarias en los espacios laborales, y continúan con la merma del antipático estrés que resta capacidad a la hora de trabajar.
En esencia, se trata de darle a la cama su verdadero valor y sacarle el mejor provecho, sobre la premisa de que las personas insatisfechas en ese mueble son las que más dificultades tienen para abordar tareas que requieren concentración o movimientos repetidos. De hecho, estudios han demostrado que la productividad disminuye significativamente cuando el aquello escasea, con el agravante de que la apatía del departamento inferior del cuerpo se ha relacionado con un aumento en la frecuencia de los accidentes de trabajo en empresas con trabajos en serie.
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De ahí que, cifras en mano, Muskos trata de convencer al cabildo de Overtornea de elevar los orgasmos a la categoría de herramienta ineludible para fomentar el desarrollo empresarial. Un empeño loable y con desenlaces colectivos de gran calado que, por supuesto, tienen que ser impulsados desde las nóminas y con recursos de los empleadores.
Ahora, si la iniciativa sale adelante, planteará nuevos retos para la creatividad de los supervisores y jefes de personal, que tendrán que arreglárselas para verificar que esa hora, que sigue siendo laboral, se dedique específicamente a los polvos por los que se está pagando y no a tareas prosaicas como leer, caminar, hacer ejercicio y siestas inútiles.
De igual forma, como son polvos laborales, tendrán que cumplir con un mínimo de calidad, la cual tendrá que ser verificada para eliminar o repetir los aburridos, los anorgásmicos y los hechos de afán. Y como es natural, se exigirán también políticas de mejoramiento y actualizaciones continuas con miras a lograr la excelencia en la cama de todos los empleados, incluso en aquellos que consideran la sexualidad un mero agregado procreativo y no un insumo laboral, como debe ser. Hasta luego.
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ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO