Si usted es de los que envidia las posiciones, los tamaños, las formas y los contoneos de las películas porno, al punto de que sus fantasías en la cama recrean escenas en las cuales quisiera ser uno de los protagonistas, pues le llegó la hora de desencantarse y de entender que entre tanto jadeo, es más la utilería que las ganas reales que usted percibe en la pantalla.
No quiero ser aguafiestas, pero empiezo por decirles que para coordinar todos esos movimientos, que a usted le han generado más de una luxación al intentar replicarlos en el catre, es común que los directores echen mano de coreógrafos de baile profesionales, con el objeto de convertir en armónico lo que en realidad es un auténtico desastre.
Pero, por si acaso el baile no funciona, para eso están los dobles, que también son una bendición cuando un actor quiere tapar alguna vergüenza, corregir algún defecto, arreglar algo que no está en su sitio o, simplemente, cuando el departamento inferior del cuerpo no está a punto con el libreto. Esto sin dejar de lado el reemplazo necesario que hay que tener para evitar las inhumanas jornadas de los cuerpos empelotos.
Y, para los señores que tienden a comparar el tamaño de sus astas con la de los actores y que además creen que dichas luminarias permanecen erguidas y sin pausa a medida que cambian las escenas, les cuento que esto no es más que el resultado de buenas ediciones que pegan múltiples microerecciones, de esas que tiene cualquiera sin los efectos de las luces y la alfombra roja.
Pero, si hay algo me causa risa, es que al parecer uno de los requisitos para ser amante de la pantalla es tener disfunción en las glándulas sudoríparas, porque algunos carecen completamente de sudor y en otros hay un inverosímil exceso de humedad en todos los rincones y pliegues del cuerpo.
Otro dato: aunque la mayoría de las actrices fingen sus orgasmos, algunas –muy pocas–, no. Lo que ocurre es que las cintas porno se llenan de gemidos y de gritos constantes que fácilmente son confundidos con orgasmos, tanto que en muchos casos no se puede diferenciar qué corresponde a qué. Para ser más exactos, se dice que tanto en la vida real como en el cine, la proporción de placer genuino que experimentan las mujeres es más o menos similar.
Aquí hay que decir que el porno es una industria grande y para muchos no pasa de ser un trabajo en el que a algunos les va muy bien y a otros, no tanto. Y, así como estoy segura de que no todas las actrices de este tipo son prostitutas por el solo hecho de tener sexo frente a una cámara, también hay que decir que cualquiera puede ser protagonista de polvos con finales felices, practicando escenas caseras. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Especial para EL TIEMPO