¿Sabía usted que, durante la pandemia, el consumo de licores en Colombia ha subido 7 por ciento? ¿Y ustedes creen que después del virus vamos a quedar bien de la cabeza?
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Confieso que esa incertidumbre me ha estado agobiando desde que el coronavirus comenzó a arreciar, apareció la pandemia, creció el número de muertos y, en consecuencia, se prolonga la cuarentena, el encierro de nuestras vidas, la soledad, la insólita reunión de yo conmigo mismo.
La vida cotidiana no volvió a ser igual. El mundo cambió. Llegaron la melancolía y la desolación. La armonía del universo se reventó en pedazos, aunque en algunos casos parece que fue para mejorar: ahora los árboles se ven reverdecidos, las rosas han vuelto a florecer, de nuevo oímos cantar a los pájaros porque no andamos gritando, las aguas del mar están más limpias, el aire se nota más puro.
¿Y qué pasó con los seres humanos? ¿El confinamiento y el aburrimiento cambiaron nuestra salud mental? ¿De qué manera? ¿Qué tipo de trastornos podríamos padecer? ¿O ya los estamos padeciendo?
En medio de todos esos temores, y mientras avanzaba en busca de orientación, surgió en mis adentros una inquietud específica que me hizo sentir más pavor aún: ¿de qué manera afectará la pandemia el cerebro y el alma de los niños?
Las solas preguntas me aterran por sobrecogedoras. Si las respuestas llegan a causarnos un estremecimiento similar, entonces vamos a tener que ver, con mucho cuidado, qué es lo que hay que hacer de aquí en adelante.
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Por eso fue que, angustiado ante semejantes posibilidades, me dediqué en las últimas semanas a consultar la opinión y buscar la orientación de los doctores más autorizados y expertos. Pero no me limité al caso colombiano sino que, además, rebusqué respuestas a mis preguntas en el mundo entero, empezando por conversar con psiquiatras y psicólogos.
Lo primero que encontré, y lo más valioso, fue un documento extraordinario, producido y divulgado por una agrupación denominada I-Circle, en la cual se congregan psiquiatras y psicólogos del mundo entero, que trabajan juntos para resolver problemas y ayudar a la humanidad.
Maestros de todos los idiomas y de todas las culturas participaron en ese trabajo. Confieso sin ambages que me sentí invadido por una mezcla de orgullo y alegría cuando descubrí, entre semejante grupo, la firma del presidente de la Asociación Colombiana de Salud Mental.
Este encierro con nuestra propia conciencia nos está haciendo modificar la tabla de valores que regía nuestras vidas
Se llama Miguel Ángel Sabogal García, cartagenero de nacimiento, médico especializado en psiquiatría y radicado en Bogotá, donde hoy dirige el programa denominado ‘Conscientemente’, que durante esta pandemia ha hecho una gran labor al encargarse de cuidar el estado mental de los trabajadores de la salud y de sus familiares.
Le planteo al doctor Sabogal mis inquietudes y le cuento que estoy buscando información fidedigna y seria sobre las relaciones que puede haber entre el coronavirus y la salud mental de los colombianos.
–Ese es el tema más pertinente para empezar el año –me confirma él, de entrada.
Y, a renglón seguido, me cuenta cuáles son los problemas más frecuentes que han venido presentándosele a Colombia durante esta pandemia.
–Empecemos por un hecho categórico –comienza el doctor Sabogal–. Es bueno saber que la pandemia nos afecta a todos en nuestra salud mental, en distintos grados, y esas alteraciones pueden ser transitorias o permanentes. Por eso es tan importante detectarlas a tiempo y prevenirlas.
Los problemas mentales más frecuentes que atacan durante la pandemia, agrega el doctor, “son el estrés, la ansiedad, la depresión y el abuso del alcohol y de sustancias narcóticas”.
A eso se debe que el programa ‘Conscientemente’, del cual él es director en la Red de Salud del Norte de Bogotá, esté haciendo circular profusamente sus consejos prácticos para prevenir problemas mentales en la pandemia.
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Para empezar, sugiere dormir ocho horas nocturnas. “Solo durante la noche nuestro cerebro se autorrepara”, me informa el doctor. Y luego recomienda un rato de ejercicios diarios, “porque así se reducen los niveles de estrés, se mejoran el ánimo y la calidad del sueño”.
La relación humana es fundamental en este plan de prevención. “Hablar diariamente con alguien que sea de tu confianza evita el efecto acumulativo del estrés”. Y ojo a esto, mucho ojo: no consumir alcohol, ni fumar, ni apelar a ninguna sustancia psicoactiva. “Parecen calmar la ansiedad, pero son neurotóxicas y terminan dañando tu salud mental de modo permanente”.
Una recomendación realmente interesante, entre las que hace el psiquiatra Sabogal, es la de realizar alguna actividad artística por lo menos dos veces semanales. “Por ejemplo, dibujar, tocar un instrumento, bailar o cantar”, agrega él. “Así se reducen los niveles de estrés y de angustia y mejora el estado de ánimo”. Ya sabes: canta aunque no sepas cantar, porque no se trata de ganarte el premio Grammy; se trata es de estimular tu mente y tu alma.
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Los expertos llaman “pausas activas” a la breve suspensión en favor de la salud que se hace en las actividades cotidianas, ya sean laborales o de estudio. “Una caminata, un poco de gimnasia, estar en movimiento unos diez minuticos cada dos horas reduce los niveles de estrés”, me explica el doctor Sabogal.
Así es como se va cultivando el crecimiento espiritual, a lo cual el doctor añade que “es aconsejable tener un hobby o pasatiempo como leer, escuchar música, ver películas, el avistamiento de aves. Esto hace que la gente se sienta más motivada por la utilización sana de su tiempo libre y reduce los niveles de angustia y depresión”.
Y, además, recomienda consultar periódicamente a un especialista en salud mental, “para evitar afectaciones permanentes. Todo problema mental es prevenible si se consulta y se le detecta a tiempo”.
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Luego hablamos no solo de Colombia sino también del resto del mundo. Y es entonces cuando el doctor me explica que los efectos de la pandemia sobre la salud mental son un fenómeno generalizado, “ya que toda la población sufre algún grado de estrés y, en otros porcentajes, algún grado de ansiedad y depresión”. Eso es lo que explica que, en los meses más recientes, el consumo de alcohol en Colombia haya crecido un 7 por ciento respecto de las cifras anteriores a la pandemia.
–Además –agrega el doctor Sabogal–, debido a la crisis económica que esta situación produce, y debido también a las numerosas muertes, al aislamiento y las distancias sociales, se ha visto un incremento significativo de las enfermedades mentales y de las hospitalizaciones psiquiátricas.
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Los expertos prevén que esa situación se extenderá más allá de la pandemia, “ya que los efectos del estrés son acumulativos y las secuelas se pueden seguir viendo varios años después”.
Aquí es donde entramos a examinar el caso específico de la población infantil. Le pregunto al doctor Sabogal si los efectos que la pandemia produce en la mente de los niños son peores o menos graves que en los adultos.
Durante la pandemia, los adultos han llevado a sus hogares el hábito de licores, cigarrillos o drogas, que ellos ya consumían, y así fue como se extendió a los niños
–Son muy diferentes –me contesta–. Podría decirse que, en términos generales, la salud mental de los niños también se ha visto afectada por esta epidemia del virus. Los efectos más frecuentes en la infancia, según lo estamos viendo, son los trastornos de conducta y los trastornos del sueño por el cambio en los hábitos y por la falta de actividad física.
En estos meses los niños colombianos están padeciendo de ansiedad, depresión, trastornos alimenticios.
–Los niños también han caído en el consumo de alcohol y de drogas estimulantes –agrega el doctor– a edades tan tempranas como los seis o los ocho años de edad. Durante la pandemia, los adultos han llevado a sus hogares el hábito de licores, cigarrillos o drogas, que ellos ya consumían, y así fue como se extendió a los niños.
Es entonces cuando el psiquiatra Sabogal pone el dedo en lo que parece ser una paradoja que ataca a la gente, pero especialmente a los pequeños, en estos días de pandemia.
–Cuando se trata de los niños –dice él– en ellos también se acentúa, más que en los mayores, un fenómeno de dos vías. La primera es que, por la crisis económica, las familias han tenido que disminuir el número de comidas al día. Eso eleva la desnutrición en el país y provoca retrasos en el desarrollo mental de niños y jóvenes y les deja secuelas a largo plazo.
Al otro grupo de niños, por el contrario, le corresponden sus tres comidas diarias, meriendas y pasabocas. “Pero, como están aislados y sin actividad física alguna, desarrollan obesidad, con las consecuencias que sabemos a su salud física y su autoestima”.
Esa es la auténtica descripción de una tragedia: el drama se produce con similares daños ya sea por abundancia o por escasez. Por hambre o por hartazgo.
Aquí están, pues, reseñados por un especialista genuino, los efectos del coronavirus en la salud mental de la humanidad. Lo que el doctor Sabogal hace en esta crónica es un análisis cuidadoso de lecciones útiles para la mente y el cuerpo de los colombianos.
Por mi parte, y hablando acá, en la cocina, yo tengo la arraigada impresión de que también los valores emocionales del alma y los valores morales del espíritu están cambiando a causa de la pandemia. Este encierro con nuestra propia conciencia nos está haciendo modificar la tabla de valores que regía nuestras vidas.
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Hace diez meses, antes de que apareciera el primer contagiado, nuestras prioridades más importantes se relacionaban con asuntos materiales y dinero: cómo hago para conseguir más plata, este año tengo que cambiar el carro, hay que ponerle muebles nuevos a la casa.
En cambio ahora, abrimos la ventana para ver pasar los pájaros que van cantando. Valoramos más que nunca una conversación con la familia o una charla virtual con los amigos. Para algo tenía que servir esta horrenda tragedia.
JUAN GOSSAÍN
Especial para EL TIEMPO
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