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La polémica dieta de las proteínas
Dieta de las proteínas

Para los investigadores estas dietas tienen más desventajas y no ofrecen una pérdida de peso mayor que las convencionales.

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Las dietas cetogénicas, basadas en la restricción de azúcares, presentan desventajas frente al peso.

Cuando la glucosa o el azúcar baja en el cuerpo o no existe, las células echan mano de la grasa para producir energía. Este mecanismo metabólico busca tomar los ácidos grasos acumulados para transformarlos en elementos conocidos como cuerpos cetónicos que se usan para liberarlos en forma de calorías.

De acuerdo con Marcelo Campos, profesor de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, la mayoría de las células prefieren usar el azúcar que circula por la sangre y que proviene de carbohidratos como la principal fuente de energía del cuerpo, pero en la ausencia de este elemento proveniente de los alimentos, algunas células especializadas empiezan a descomponer la grasa en dichos cuerpos cetónicos que las células los utilizarán como fuente energética hasta que se comiencen a ingerir nuevamente las harinas y los carbohidratos. A este proceso, dice Campos, se le conoce como cetosis.

El experto, autor de un artículo publicado en 'Harvard Health Publication', dice que este proceso empieza después del segundo y el cuarto día de comer menos de 20 a 50 gramos de carbohidratos por día. Aunque es claro que esta ruta metabólica no es rigurosamente exacta en todas las personas, porque se ha observado que algunos necesitan dietas más restringidas para comenzar a producir suficientes cetonas para usarlas como energía.

Esta ruta metabólica que utiliza el cuerpo para compensar la falta de azúcar, dio origen a la llamada dieta cetogénica, un término acuñado por el médico norteamericano Russell Wilder, al comprobar que frente a un aporte insuficiente de alimentos, el organismo formaba cuerpos cetónicos de manera similar a como lo hace en condiciones de ayuda. Sobre esta base, se empezó a promulgar la dieta que pretende disminuir la grasa acumulada en el cuerpo, privándolo de manera casi absoluta de alimentos ricos en azúcares y carbohidratos, manteniendo una ingesta elevada de proteínas y grasas. Aunque en un comienzo la restricción dietaria tuvo una orientación terapéutica, en los últimos tiempos se ha popularizado a nivel mundial para bajar de peso.

El médico Roberto Coleman Atkins, cardiólogo estadounidense, por la década de los sesenta observaba que los pacientes obesos que pasaban por su consulta no lograban reducir de peso después de dietas convencionales. Así, basándose en el supuesto de que la obesidad se instauraba por alimentos que tenían azúcares y otros carbohidratos, planteó una dieta con predominio de alimentos de origen animal, condición que forzaba la producción de cuerpos cetónicos. En su momento, dicha dieta fue desautorizada por la comunidad médica.

Más allá de este rechazo, desde entonces la restricción de azúcares y carbohidratos ha sido la base para cualquier dieta, de ahí que muchas promuevan el predominio de grasas y proteínas, lo que ha dado origen a una clasificación un poco arbitraria. Están las dietas bajas en azúcares (con menos de 50 gramos), pero ricas en grasas saturadas o en proteínas. También, las dietas bajas en energía, las hipocalóricas, en las cuales azúcares y carbohidratos aportan menos de mil calorías diarias. Y por último, las bajas en carbohidratos (por debajo de 50 gramos), con lo que las calorías provenientes de esta fuente no alcanzan a superar el 5 por ciento, las que se originan en las proteínas, el 30 por ciento, y las que vienen de las grasas, el 65 por ciento.

Pocos resultados

Si bien, en teoría, la dieta cetogénica se proyecta como benéfica, la verdad es que al tenor de la evidencia y más allá de la polémica, de acuerdo con varios artículos de revisión, no hay una conclusión contundente sobre su eficacia en el tratamiento de la obesidad a largo plazo. Un metaanálisis publicado en la revista 'Nutrición Clínica y Dietética Hospitalaria', hecho por nutricionistas mexicanos, demostró que tanto la dieta cetogénica como la no cetogénica pueden ser eficaces para perder peso sin que exista diferencia significativa entre ambas con respecto a este objetivo.

Sin embargo, se encuentra que la dieta cetogénica tiene un mayor efecto de saciedad con lo que la gente disminuye la ingesta calórica. De igual forma se ha demostrado que no afecta el perfil lipídico, pero puede reducir las concentraciones plasmáticas de colesterol total y triglicéridos y en teoría aumenta los niveles de colesterol bueno, pero no ha demostrado disminución en la concentración del colesterol malo con respecto a otras dietas.

Los autores de este estudio, entre ellos el especialista en nutrición clínica, Luis Fernando Sámano Orozco, demostraron que esta dieta presenta desventajas marcadas, como la limitación en la ingesta de vitaminas, minerales y fibra, importantes para el funcionamiento del organismo con consecuencias como estreñimiento, halitosis, diarrea y calambres; además de no presentar una adherencia definida en las personas que la siguen e incrementar los riesgos en los propensos a alteraciones cardiacas y comprometer al hígado, en caso de que este tenga alguna alteración. Por otra parte, según Sámano y los coautores del estudio, se observó en quienes siguen esta dieta un deterioro en la cognición, especialmente en la capacidad de atención, en la velocidad de la memoria y en el procesamiento de información visual rápida y de la información general.

En conclusión, para los investigadores estas dietas tienen más desventajas y no ofrecen una pérdida de peso mayor que las convencionales, “por lo que su uso no sería tan recomendable y no ofrecería beneficios valiosos en comparación con la dieta tradicional, para reducir las prevalencias de obesidad y sobrepeso”.

¿Qué hacer?

Marcelo Campos, los investigadores mexicanos y la nutricionista colombiana Nohora Bayona reiteran que las dietas son individuales y no por populares son mejores. Insisten en que hay que procurar hábitos bajo la mano de un especialista que permitan resultados sostenibles a largo plazo. “Una dieta equilibrada, sin alimentos procesados, rica en frutas y verduras, carnes magras, pescado, granos enteros, nueces, semillas, aceite de oliva y agua en suficientes cantidades, parece tener la mejor evidencia para una vida larga y más saludable”, concluye Campos.

Ayuda con la epilepsia en niños

Si bien la dieta cetogénica no ha demostrado ser efectiva para bajar de peso, estudios con rigor académico han sugerido que la restricción de azúcares en la dieta de niños con cuadros convulsivos podría coadyuvar a disminuir los ataques. De hecho, un artículo publicado en ‘The Lancet Neurology’, en 2008, indicó que crisis convulsivas en niños con dieta cetogénica se redujeron en dos terceras partes, mientras que quienes no la habían iniciado continuaron con sus síntomas. Otro artículo de la ‘Revista Chilena de Pediatría’ concluyó que estas dietas tienen eficacia cuando son parte del tratamiento de las epilepsias retractarías en niños. Esto lo reafirma la neuróloga colombiana Martha Peña, al decir que bajo estricto control médico los tratamientos de epilepsias principalmente resistentes a algunos fármacos, la prescripción de estas dietas disminuyen las frecuencias de las crisis. Por otra parte, la neuropediatra Luz Stella Caicedo del Hospital, Militar manifiesta que desde hace años en este tipo de cuadros, la dieta es una opción válida y necesaria, al punto de que hoy existen productos específicos que armonizan con la dieta y que se administran como parte integral del tratamiento.

CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ
Asesor médico de EL TIEMPO

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