Un accidente puede arruinar una encamada. La mayoría de las veces, el acaloramiento, las ganas y el acelere mandan al traste cualquier propósito de prevención. En otras palabras, con los deseos en su punto nadie piensa en cosa distinta que el funcionamiento del departamento inferior del cuerpo y sus aledaños.
Objetos que caen, prendas que se desgarran o se pierden, golpes, quemaduras, raspaduras, objetos cortantes, cortinas que se desprenden y hasta resbalones forman parte de un inmenso listado que algunos acuciosos han elaborado como acompañantes indeseables a la hora del catre.
Para la muestra, la compañía Medical Insurance, en Estados Unidos, hizo un recuento entre otras cosas de los objetos que con mayor frecuencia se echan a perder durante un polvo y que pueden desencadenar accidentes.
De acuerdo con la aseguradora, en su orden están las bases o partes de la cama, botellas o vasos, marcos de fotografías, sillas, tasas, cajones, floreros y hasta puertas y ventanas. Un listado que, más allá de la curiosidad, busca llamar la atención de los descuidados amantes para que –así sea de reojo– los tengan presentes para alejar malos ratos que pueden pasar a mayores.
Y es que muchas veces el entusiasmo induce, por ejemplo, a dedicarse al aquello en lugares no propiamente destinados para esta noble tarea, con lo que se incrementa mucho el riesgo.
Qué tal, por ejemplo, aprovechar la oscuridad de un lugar o una habitación desconocida, la incomodidad de un baño ajeno o, incluso, la estrechez de un carro o la poca seguridad que brinda el detrás de una puerta.
Aunque muchas veces los desenlaces son tan gratos que los mismos factores adversos terminan por incrementar el goce, también hay ocasiones en las que el final no es propiamente feliz: la mano o cualquier otra parte del cuerpo depositada sobre la hornilla de una estufa aún caliente, la pérdida de equilibrio frente a una ventana que se rompe o la caída inesperada de objetos no asegurados sobre las cabezas de los amantes encerrados entre un clóset. Estas situaciones, entre muchas más, pueden parecer risibles. Pero, según estos magos de los seguros, han culminado en tragedias.
De hecho, estos investigadores también elaboraron una lista de los lugares que con mayor frecuencia pueden convertir los polvos en un juego peligroso.
El sofá, las escaleras, el carro, la ducha, la mesa de la cocina, el inodoro, los armarios y las sillas lideran este inventario. A ellos hay que sumarles, por supuesto, la fogosidad y la creatividad para que cumplan cabalmente con su papel de enemigos del sexo.
La verdad, este asunto no hay que echarlo en saco roto, pero tampoco es necesario llegar al extremo de que por andar asegurando el área, se eche a perder una buena faena. Y aquí podría decirse que aunque el cuerpo esté caliente, hay que mantener un poco la cabeza fría; todo, para mermar la posibilidad de morir en el acto. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Especial para EL TIEMPO@SaludET