“El sexo vainilla no me va”, me dijo y yo lo miré fijo, desorbitada, con palpitaciones, porque no entendía de qué me estaba hablando. En un microsegundo solo se me ocurrió pensar en el vaso de leche, la vainilla que se moja y se desarma. Pero no hablaba de eso.
En el capítulo 3 de ‘Ganas de vos’, el libro de la sexóloga Maria Tesler, basado en sus experiencias con pacientes, una mujer llega al consultorio a preguntarle exactamente eso: “¿Qué demonios es el sexo vainilla?”. Y está a punto de enterarse de que es precisamente lo que ha estado teniendo toda su vida. Separada de un matrimonio convencional con su único novio, esta mujer ahora viene a descubrir que no todo el mundo aspira al ‘franeleo’ plácido (especie de sesión de besos y caricias) en pijama mirando juntos Netflix como sinónimo de una noche ideal. No es eso, para nada, lo que desea su nuevo amante. Él quiere ofrecerle otros sabores...
El término ‘sexo vainilla’ nació en la comunidad BDSM (Bondage, Sadomasoquista) y volvió a tener relevancia gracias a ‘50 sombras de Grey’, los libros que después se convertirían en películas donde se habla de sexo de alto voltaje. Los adeptos al BDSM conciben ciertas prácticas sexuales como ese sabor de helado: clásico, un poquito conservador y aunque bien hecho puede ser delicioso, a ellos particularmente les resulta demasiado suave, desabrido, insípido. No es que haya nada en la vainilla que esté mal, en absoluto, es que tampoco hay nada que sea ‘wow’.
El sexo vainilla es sexo convencional, sin pretensiones ni ínfulas. Busca el calorcito, el confort, no expone mucho al otro ni se deja exponer. Se trata de una ‘comfort zone’ que no por su sencillez deja de ser placentera y tampoco es necesariamente aburrida, aunque muchos no puedan reconocerlo.
En el libro de Tesler, finalmente el señor revela qué sabores le gustan a él. Son un poco más fuertes, definitivamente menos dulces y, como era de esperar, más oscuros. El señor quiere esposas, antifaces, lubricante, aceites para el cuerpo. No lo sabemos bien, su amante tendrá que descubrirlo, pero imaginamos que también querrá arneses, dildos, látex y dilatadores. Vaya una a saber hasta dónde llegará este señor. Y vaya una a vislumbrar a dónde llegará ella, frente a un menú que le dará la posibilidad de elegir todo menos el misionero, el perrito y un pijama cómodo en la cama.
Tal vez la paciente de Tesler termine descubriendo que forma parte del Club de Defensores del Sexo Vainilla. Este club no tiene carnets pero existe y sus afiliados sostienen que quien no sabe disfrutar del ‘soft/clean/clear sex’, en realidad, no sabe disfrutar del sexo o debe replantearse la conexión con su amante.
Los cultores del sexo vainilla aseguran que cuando la atracción es real, el solo roce de cuerpos alcanza para lograr lo que pretende el otro bando haciendo semejante despliegue de artefactos sexuales. Dicen que no hay nada más sexy que la cara de un amante recién despierto a la luz del día, sin ningún ornamento más que su piel.
Van más lejos y acusan de “no sentir realmente” y de buscar, a raíz de eso, estímulos cada vez más fuertes, convulsos y enroscados.
“Practicarlo o no es una elección de pareja. Cada quien elige lo que lo satisface porque, como sabemos, el placer es subjetivo. Lo importante es que la pareja se ponga de acuerdo, que hablen sobre lo que quieren, lo que les gusta y lo que disfrutan”, le dijo la doctora Frauky Jiménez, psicóloga clínica especialista en terapia de pareja y salud sexual a la revista ‘Aló’.
Si hay una postura clásica en el 'sexo vainilla', esa es la del misionero, cuando el hombre se coloca encima de la mujer, lo que hace que tengan un contacto más próximo, más cara a cara. Entre los beneficios del misionero están el hecho de que es cómodo para ambos y proporciona una penetración más profunda e intensa; a ellas les permite llegar más rápido al orgasmo y también permite una mayor presión sobre el clítoris al mismo tiempo que se produce la penetración.
Lo que los especialistas aclaran es que esta práctica no debe asumirse como una especie de “resignación” si una de las partes no se encuentra satisfecha. La principal recomendación es hablar de ello, tener un diálogo fluido con el otro en el que se manifiesten los sentimientos y emociones que se están experimentando con respecto a la vida sexual en común.
Otro asunto importante, dicen los expertos, es que practicar sexo clásico no cierra las puertas a otras opciones. Si los dos quieren, claro que se puede.
Cada quien elige lo que lo satisface porque el placer es subjetivo. Lo importante es que la pareja se ponga de acuerdo, que hablen sobre lo que quieren, lo que les gusta y lo que disfrutan
1. La comodidad es un valor
Nada de poses enroscadas, fuerza muscular y malabarismo. Una cama superacolchada, limpia, con rico perfume y sábanas suavecitas es el escenario ideal. El cuarto es un templo, como mucho; el desplazamiento es hacia una buena bañera repleta de espuma o una ducha calentita a metros de la cama.
2. El placer viene en cámara lenta
Si el ‘raw’ repara en la potencia masculina, el ‘slow’ hace hincapié en la suavidad y la observación de detalles. Encuentra su máxima expresión en el porno de Tumblr, concentrado en fragmentos puntuales, hiperpormenorizados y siempre deliciosamente bien iluminados.
3. La impersonalidad deserotiza
Los vainilla huyen de las redes de levante en la que el tictac de la ansiedad empieza a contar desde el primer “hola”. No tienen ninguna intención de forzar conexiones y prefieren el cara a cara.
4. La piel es la mejor lencería
Nada de mezquinar el contacto o contaminarlo con barreras. La lencería estorba, el látex causa gracia, el espamento resulta en impostación.
5. Si hay ansiedad, no hay emoción
La previsibilidad construye confianza y la confianza permite la total entrega. No encuentran placer en la tensión. El sexo no es gimnasia, el sexo es un 'spa'.
En el complejo mapa de prácticas sexuales actual, los vainilla encontraron su denominación, y en la competencia de “quién es más moderno” ahora tienen cómo defenderse de los “sofisticados” del amor. Tal vez la paciente de Tesler no sea una aspirante a ‘Señora Grey’ y se lo termine explicando al señor.
DENISE TEMPONE
LA NACIÓN (Argentina) – GDA
En Twitter: @LANACION