Mientras 12 millones de personas ya tienen sus esquemas completos de vacunación contra el covid-19, y en los próximos días se fusionarán todas las etapas para que de manera masiva se avance en la búsqueda de la inmunidad colectiva que permita atajar la expansión de la pandemia, el país se enfrenta a un obstáculo que puede erosionar esta meta: el rechazo a las vacunas.
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Aunque los números aún no son dramáticos, de acuerdo con el salubrista Pedro León Cifuentes, empiezan a dar señales que exigen acciones inmediatas y audaces para prevenir que esta tendencia crezca y termine por perjudicar a toda la población.
Basta ver que la encuesta Pulso Social del Dane en su versión de junio da a conocer que si bien para el momento del análisis el 60 % de los encuestados en 23 ciudades capitales aún no habían sido vacunados, de ellos, uno de cada cinco (19,5 %) manifestó abiertamente su negativa a recibir los inmunobiológicos, una proporción que en las mujeres llega al 20,2 % y en los hombres es del 18,07 %.
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Al profundizar sobre las estadísticas del Dane en este sentido, se encuentra que al categorizar esta negativa de acuerdo con el nivel de pobreza, en aquellos clasificados como pobres, el 21,8 % manifiesta abiertamente que no se vacunará, y quienes son clasificados como no pobres lo dejan claro en un nivel que llega al 16,5 %.
Aquí hay que observar que de los primeros, el 70,4 % aún no ha sido inmunizado, mientras que en la mitad de los segundos (49,5 %), esto ya ha ocurrido.
De igual forma, al relacionar la no intención de vacunarse con el nivel educativo, se encontró que esta tendencia tiene una relación inversa con el grado de formación de los encuestados.
De hecho, 3 de cada 10 personas que no tienen ningún nivel de educación dicen que no se vacunarán, lo mismo que el 28,5 % de los que han completado su primaria, el 17,5 % de los que ostentan educación media y el 10,4 % de quienes manifestaron tener formación profesional o de posgrado.
Con base en estos datos, el salubrista Cifuentes llama la atención en el sentido de que las potenciales causas que promueven el rechazo a las vacunas, al menos en la encuesta, tienen una relación directa con la falta de capacitación y las limitaciones condicionadas por los bajos ingresos y la facilidad con la que la población con estas características puede ser influida por conceptos equivocados que se quedan sin contraste.
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“Aquí se aprecia que la vulnerabilidad social favorece el crecimiento de la ignorancia, ante temas que por sus riesgos deberían ser aclarados por parte de las autoridades a través de procesos pedagógicos permanentes y a todo nivel”, dice Cifuentes.
El Dane también revela que la percepción de riesgo determinada por la edad condiciona de manera significativa la intención de vacunarse. Por ejemplo, a pesar de que por encima de los 55 años el 22,4 % de los encuestados no se han vacunado, de ellos casi 4 de cada 10 manifiestan no querer hacerlo. Por su parte, entre los 25 y los 54 años, del 77,1 % que no ha recibido los biológicos, el 16,2 % los rechaza, y entre los 10 y los 24 años, esta negativa casi alcanza a 1 de cada 5.
Esto reafirma, según Elizabeth Beltrán, médica salubrista, que entre los más jóvenes, hay una despreocupación frente al virus, lo que si bien se demuestra en las estadísticas epidemiológicas porque son los menos afectados, su capacidad de contagio los convierte en protagonistas determinantes en el marco de la pandemia. “Este es un punto que requiere intervención urgente por parte de las autoridades sanitarias del país”, remata Beltrán.
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Lo anterior se refuerza al encontrar que entre aquellos que consideran que su estado de salud es muy malo, solo 7 de cada 100 no se vacunarían, en contraste con el 20 % de quienes se califican como absolutamente sanos. Lo mismo ocurre con las personas que se consideran muy preocupadas frente a la posibilidad de contagiarse, dado que solo el 13,9 % de ellas rechazaría las vacunas, mientras que de los que se califican como nada preocupados, el 40 % abiertamente se niega a ir a los puestos de vacunación.
Como es natural, la relación directa con el virus también modifica el nivel de aceptación a las vacunas. Para la muestra está que quienes no se han infectado son los que más la rechazan (21,05 %); mientras que en los encuestados que tenían la infección en curso, este nivel apenas alcanza el 11 %, y en quienes ya se recuperaron, la negativa bordea el 14 %.
El psiquiatra Rodrigo Córdoba manifiesta que es evidente que a las personas que han tenido contacto directo o cercano con el virus, bien porque hayan estado infectadas o porque alguno de los suyos haya sido afectado, esto les impacta no solo en las emociones sino también en la búsqueda de ayudas para tratarse y de elementos de protección.
“Como ocurre con todas las enfermedades, al afectar a alguna persona se desencadena una tendencia en procura de evitar caer en la misma situación, lo que es más frecuente cuando la afectación es más grave, y esto es lo que ha pasado frente al covid-19”, agrega Córdoba.
La encuesta del Dane exploró los argumentos que exponen las personas que se niegan a vacunarse y encontró un listado encabezado por la manifestación de inseguridad que tienen las personas sobre los biológicos en razón de su rápido desarrollo y en la falta de conocimiento de potenciales efectos adversos.
En este sentido, el 64,4 % de los que rechazan vacunarse sustentaron su decisión en este argumento, seguido por un 18,5 % que considera que las vacunas no son efectivas, un 1,8 % que cree que el covid-19 no es peligroso, el 1,3 % que se declara antivacunas y cerca del 2 % (por igual) que insiste en no vacunarse porque cree que es una herramienta de manipulación o que ya tuvo la infección. Frente a estas negativas, vale la pena destacar que fueron expuestas por igual tanto en hombres como en mujeres.
Al tomar los dos principales argumentos (inseguridad y efectividad), el análisis por ciudades muestra que frente al primero, Cúcuta encabeza las cifras de quienes no se quieren vacunar bajo esta premisa con un 82,4 %, seguido de Florencia (74,4 %), Armenia (72,8 %) y Bogotá (70,1 %).
Con respecto a las dudas sobre la efectividad, Quibdó es la principal ciudad donde los que dicen ‘no’ a la vacuna exponen esta razón (89,0 %), y la siguen Montería (59,9 %), Riohacha (32,9 %), Ibagué (31,8 %) y Cali (30 %).
Al observar estos datos, Elizabeth Beltrán llama la atención en el hecho de que ciudades como Bogotá, Cali e Ibagué tengan estos niveles de rechazo sobre conceptos que podrían ser fácilmente rebatidos si se hicieran campañas específicas para contrarrestarlos.
Empero, Cifuentes cree que es urgente profundizar en estos hallazgos porque el hecho de que esto ocurra en ciudades grandes, donde las facilidades de comunicación y acceso a servicios de salud son mayores, no quiere decir que la población esté exenta de problemas sociales como la pobreza y la falta de educación, que también se describen en la encuesta y que resultan determinantes en estos desenlaces desfavorables.
Frente a la encuesta –que trae más información–, Elizabeth Beltrán considera que es de gran valor que las autoridades a todo nivel tomen sus resultados como bases para enfrentar de manera decidida el fenómeno de la antivacunación.
CARLOS FRANCISCO FERNÁNDEZ
Editor de Salud
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