Al sobrepasar esta semana los 50.000 fallecidos, el covid-19 se consolida como la primera causa de muerte en el país y, de paso, como el responsable del desborde del exceso de mortalidad esperada en los últimos cinco años.
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Se trata de una cifra elevada que, de acuerdo con Carlos Álvarez, coordinador para Colombia de estudios covid de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hace un año nadie esperaba; sin embargo, está por debajo de las que muestran otras naciones.
La tasa de letalidad nacional –es decir, la relación entre fallecidos y número total de casos– es de 2,5 por ciento, y el número de muertes por millón de habitantes es de 988. De acuerdo con Álvarez, estos son indicadores de desenlaces letales más favorables que los de países que incluso muestran mejores condiciones sanitarias.
Una mirada a las estadísticas disponibles revela asimetrías regionales que, por ejemplo, ubican a Córdoba y Norte de Santander con tasas de letalidad que duplican la nacional; además, las de Magdalena, Putumayo, La Guajira, Amazonas y Sucre, entre otros, están muy por encima de este indicador promedio, lo que permite inferir, según la salubrista Elizabeth Beltrán, que en estos departamentos es más probable fallecer por covid-19 que en regiones como Boyacá, Caldas, Antioquia o en la misma Bogotá, que registran tasas inferiores de muerte.
Beltrán agrega que esto demuestra las diferencias en las capacidades de respuesta ante diagnósticos, intervenciones y asistencia de alta tecnología, como requieren los casos graves de la enfermedad. “Es claro –señala Beltrán– que en las ciudades pequeñas o en regiones donde la capacidad asistencial y la disponibilidad de recursos humanos en salud son escasos, los riesgos se incrementan de manera significativa”.
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Pedro Cifuentes, experto en salud pública, explica que estas diferencias proporcionales son significativas; sin embargo, al dar una mirada a los números absolutos, resulta que el grueso de la mortalidad está siendo aportada por las principales ciudades: “Por ejemplo, Bogotá, que tiene toda la capacidad asistencial, presenta el mayor número de fallecidos (más de 11.700, de acuerdo con el último reporte), al punto que la capital aporta casi uno de cada cuatro muertos por covid-19; seguida por Cali, con más de 3.100 muertos; Medellín, con más de 3.000, y Barranquilla, con más de 2.000”.
No obstante, al contrastar estos datos con el tamaño de sus poblaciones, proporcionalmente las tasas de letalidad resultan ser inferiores a la nacional.
Si bien muchos llegaron a considerar exageradas las proyecciones hechas sobre los efectos de la pandemia en Colombia el año pasado, lo cierto es que al final estuvieron ajustadas.
Para la muestra está que en una respuesta enviada a la Corte Constitucional por el Instituto Nacional de Salud (INS) y el Ministerio de Salud, se señalaba que para finales del 2020 el país podría acumular 41.622 fallecimientos (en un rango entre 15.115 a 55.411). Vale anotar que el 31 de diciembre Colombia cerró con 43.213 fallecidos por covid.
Pasaron tres meses desde que se reportó el primer caso del nuevo coronavirus en el país (6 de marzo y 2 de junio) para que se sobrepasaran las primeras mil muertes. El 31 de julio, sin embargo, la cifra rebasó las 10.000, que se duplicaron para el 1.º de septiembre. El 24 de octubre ya se habían confirmado 30.000 decesos por covid y el 18 de noviembre ya eran 40.000. Esta semana ya son más de 50.000.
“Esta cifra es un verdadero desastre social y de salud pública”, afirma Luis Jorge Hernández, doctor en salud pública y profesor de la Universidad de los Andes.
Sin embargo, el experto reconoce que esta pudo ser, a estas alturas, peor “si la ciudadanía y las instituciones no hubieran actuado como lo hicieron”.
Por tratarse de un nuevo virus no era claro, al comienzo de la pandemia, qué personas estarían más expuestas a enfermarse gravemente o morir por su causa. Con el paso de los meses, sin embargo, sus víctimas se han ido perfilando, sin desconocer que nadie está exento de padecer la enfermedad.
Al analizar las estadísticas nacionales es claro que los hombres mayores de 60 años, hipertensos, diabéticos, afectados por males cardiocerebrovasculares o respiratorios, que además fuman y tienen sobrepeso, han aportado el mayor número de decesos.
En efecto, a estas alturas el 63,75 por ciento de los fallecidos por el nuevo coronavirus son hombres. Valga decir que entre ellos la tasa de letalidad es de 3,32 por ciento, mientras que la de las mujeres es del 1,8 por ciento.
Con respecto a las edades, si bien el mayor número de muertes se concentra entre quienes tienen 60 años o más, no sobra decir, de acuerdo con Elizabeth Beltrán, que los fallecimientos se presentan en todas las edades.
Valga decir, por ejemplo, que 655 de los fallecidos a la fecha tenían menos de 30 años (de ese total, 64 eran niños menores de 10 años).
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En contraste, la tasa de letalidad de las personas que tienen 80 años o más tiende a ser muy elevada, al punto que entre los 80 y los 89 años muere la cuarta parte de los afectados (el 25,74 por ciento), y después de los 90 años la tasa se dispara a más de la tercera parte.
Si bien la edad configura uno de los principales factores de riesgo de muerte por covid-19, las estadísticas muestran que hay una serie de enfermedades que empujan estos desenlaces.
Por ejemplo, el 12,78 por ciento de los muertos eran hipertensos, el 7,77 por ciento tenía diabetes, el 4,4 sufría una enfermedad renal, el 4,15 por ciento tenía alguna enfermedad cardiovascular y el 3,81 por ciento presentaba obesidad.
Una vez actualizado, retrospectivamente, el número de muertes por covid-19 en el país en lo que va del 2021, el 13 de enero resulta ser, según registros del Instituto Nacional de Salud (INS), el día en que ocurrieron más muertes por esta causa desde el inicio de la pandemia.
Durante esa jornada fallecieron 361 personas en todo el territorio. El año pasado, el día con más muertes confirmadas por este mal fue el 30 de julio, que registró 358 decesos.
Vale la pena aclarar que los reportes diarios del INS y el Ministerio de Salud no coinciden, como ellos mismos aclaran, con la fecha de muerte, dado que estos registros presentan unos rezagos de más o menos dos semanas. Por eso se habla de ‘fecha de reporte’ y ‘fecha de ocurrencia’ del deceso. Pero pronto podría haber otro día récord.
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