El ministro de Salud, Alejandro Gaviria, reconoció en diálogo con EL TIEMPO que las violencias de género evidenciadas en la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (Ends) 2015 “siguen representando un grave problema de salud pública”.
De acuerdo con el ministro, buena parte de la población desconoce que, más allá de golpes y violaciones, hacen parte de las agresiones “los tocamientos, el exhibicionismo, los chantajes económicos y los maltratos psicológicos”. Además, menciona que la tolerancia hacia la violencia es mayor en las áreas urbanas y en los hombres de estratos altos, “lo que apunta a dinámicas culturales complejas”.
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Y si bien la Ends 2015 muestra una ligera reducción comparada con la del 2010, en la proporción de mujeres que admitieron haber sido violadas por sus maridos (de 9,7 a 7,6 por ciento); en términos generales, Gaviria reconoce que en este frente, los avances son tímidos y que desde el Gobierno se debe analizar “con cuidado por qué se han reducido los niveles de denuncia”.
“Desde el sector salud nos corresponde brindar atención física y psicosocial a las víctimas, pero a todas luces este tema requiere la participación de la justicia y la educación”, asegura el ministro.
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Gaviria cita un estudio de la Universidad de los Andes que cuantificó hace unos años los costos sociales de este problema para decir que la violencia genera no solamente dolor y sufrimiento humano, sino que afecta el desempeño socioeconómico de las mujeres.
“Las maltratadas ven disminuidos sus ingresos aproximadamente en 70 por ciento y tienen una mayor probabilidad de estar desempleadas. El estudio afirma que en el 2005, la violencia contra las mujeres le costó al país aproximadamente 4 por ciento del PIB”, sentencia.
Aunque hay mejoras, el ministro asegura que hay que reconocer que las brechas, en algunos casos muy amplias entre regiones, estratos sociales y nivel educativo, se convierten en un foco determinante para evaluar y orientar políticas sociales con el objetivo de minimizarlas.
“Si las familias y los colegios contribuyen a cambiar los estereotipos en los roles de género y a enseñar desde la niñez que existen diversas formas de violencia, con seguridad podremos dar pasos adelante en este aspecto”, concluye.
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