Ni siquiera sufrir cáncer de seno y de tiroides le hizo dejar de fumar. Esta mujer de 53 años, quien prefiere no revelar su identidad, acepta conocer que el cigarrillo es un factor de riesgo cancerígeno, pero la tentación la derrota: dice que la nicotina, el compuesto adictivo del tabaco, es más fuerte que ella y que así le haya costado penosas enfermedades, con todo el sufrimiento que representan, seguirá consumiendo.
Aclara, eso sí, que ya intentó todo, desde chicles con nicotina, terapias conductual y de suplencia nicotínica, hasta manejo psiquiátrico, pero sigue ahí, pegada al hábito nocivo. Y por eso se siente desamparada, sin remedio. “Cada vez que voy a la EPS a buscar una salida para esto me dicen que yo soy la responsable, y, sí, lo acepto, pero me quedo con la sensación de que no me tratan en serio”, afirma.
Hoy, ella fuma a través de un vaporizador, dispositivo que va un paso adelante de los cigarrillos eléctricos y una solución que, entre otras cosas, alivia las consecuencias de la combustión de los cigarros tradicionales, apelando a hervirlos, en vez de quemarlos. Valga decir que un cigarrillo común y corriente contiene alrededor de 9.000 componentes químicos, y 900 de ellos son posiblemente cancerígenos.
El vaporizador aporta menos agentes cancerígenos (unos 20), claro, pero no soluciona el problema de fondo, la adicción. Y justamente ese es el problema para el médico Hugo Caballero, jefe de Neumología de la Clínica Marly, en la batalla (reciente si se la compara con el descubrimiento propio del tabaco) de la humanidad contra el tabaquismo.
En ese caso, apunta Caballero, la premisa debe ser clara: el tabaquismo debe tratarse como una adicción, y, en ese sentido, como una enfermedad, y no bajo la fórmula de intentar arrancarlo de una persona a punta de regaños. No en vano, según menciona el especialista, el 70 por ciento de las personas con enfermedad pulmonar obstructiva crónica (Epoc) –causada sobre todo por el humo del cigarrillo– tienen problemas para dejarlo.
Si el planteamiento de gran parte de los especialistas médicos se reduce entonces a que los fumadores crónicos son enfermos dependientes, ¿qué se ha hecho al respecto?
En Colombia, valga decir, los esfuerzos legislativos se concentran en la ley Antitabaco, expedida en el 2009 y que creó espacios libres de humo como protección de los no fumadores, entre otras políticas para que menores y jóvenes no consuman.
También se integra la aprobación de los impuestos al cigarrillo, motivo por el cual el Gobierno fue reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS), aunque hace falta ver su impacto real.
La nicotina cambia el patrón de funcionamiento del cerebro y le crea una normalidad que depende del consumo.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por su sigla en inglés) tomó una decisión de tono histórico el pasado 28 de julio.
Se trata, ni más ni menos, de un nuevo plan integral para el control del tabaco y la nicotina, el cual no solo tiene en cuenta a los no fumadores y trabaja en la prevención, sino que comienza a considerar al tabaquismo y a sus enfermos “en el centro de los esfuerzos para regular la dependencia”. En otras palabras, le da la vuelta a la forma como se trataba el problema.
“El plan –explica la FDA– servirá como una guía por varios años para proteger mejor a los niños y reducir de manera significativa las muertes y enfermedades relacionadas con el tabaquismo”. Y, en concreto, comenzará por investigar los fundamentos científicos y normativos para el control y diseño de “productos de tabaco innovadores que pueden ser menos peligrosos que los cigarrillos”.
“A menos que cambiemos de curso, 5,6 millones de jóvenes (estadounidenses) morirán prematuramente por el consumo de tabaco. Imaginar un mundo en el que los cigarrillos ya no creen o prolonguen una adicción y en el que los adultos que aún necesitan o apetecen la nicotina puedan obtenerla a partir de fuentes alternativas y menos perjudiciales debe ser la piedra angular de nuestros esfuerzos, y creemos que es de vital importancia que busquemos este término medio”, señaló Scott Gottlieb, comisionado de la FDA.
La determinación de la FDA parece simple: como la nicotina está en el centro tanto del problema de la adicción como de la solución, hay que atacar los niveles de la sustancia en los cigarrillos. De hecho, según apunta Jorge Mor, director del departamento de cardiología intervencionista de la Fundación Santa Fe de Bogotá, este enfoque es creciente entre la comunidad científica y de salud pública internacional para ayudar a las millones de personas en todo el mundo que siguen fumando a pesar de conocer los riesgos para la salud.
Esa posibilidad la ofrecen, justamente, los vaporizadores, que permiten ajustar la cantidad que se consume de manera que se persiga una disminución gradual. Pero estos aún no cuentan con una declaración oficial de que tengan menos efectos lesivos que el cigarrillo tradicional. Asimismo, algunos afirman que pueden ser la puerta de entrada al consumo y, por otra parte, hay una barrera de acceso, pues su precio es elevado.
Sandra Herrera, magíster en psicología de la Universidad de Salamanca (España), afirma que la adicción al cigarrilo es difícil de tratar porque, en parte, involucra varias regiones del cerebro vinculadas con el sistema de recompensa al mismo tiempo. “La nicotina cambia el patrón de funcionamiento del cerebro y le crea una normalidad que depende del consumo”, asegura.
Cuando se fuma, dice, hay una distribución rápida de la nicotina en el cerebro que alcanza su máximo nivel a los 10 segundos de ser inhalada y produce placer. Empero, este se disipa rápido e impulsa al fumador a que repita para mantener los efectos.
Partiendo de que el tabaquismo se debe tratar como una adicción, Rodrigo Córdoba, presidente de la Asociación Psiquiátrica de América Latina, sugiere un enfoque multidisciplinario para atender a los pacientes. El experto se refiere a la mezcla de los esfuerzos que tiene a la mano la ciencia para tratar el tabaquismo, entre los que se cuentan procesos psicoterapéuticos y conductuales para controlar los impulsos, terapias sustitutivas o la dosificación de nicotina con parches, chicles y vaporizadores.
El Ministerio de Salud afirma que el Modelo Integral de Atención en Salud (MIAS) cubre al fumador desde varias perspectivas y pretende ser respuesta para esta adicción. Sin embargo, Augusto Pérez, director de la Corporación Nuevos Rumbos, asegura que no conoce ningún tipo de programa del sistema de salud que ofrezca asistencia integral a los fumadores, como tampoco lo existe para alcohólicos o drogodependientes.
RONNY SUÁREZ
Redactor de Salud
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