Robert Enke, portero de la selección alemana y exjugador de clubes como el Barcelona y el Hannover, de su país, se suicidó a las 6:15 de la tarde del martes 10 de noviembre del 2009. Tenía 32 años. Estacionó su carro en un paso a nivel cerca de su casa en la localidad de Neustadt, región de Hannover. Caminó hasta las vías del tren y esperó a que la máquina se llevara su vida por delante. Decidió rendirse a pesar de gozar de un destacado momento con su club, de ser candidato a custodiar el arco alemán en el Mundial de Sudáfrica, de tener reconocimiento y dinero. La depresión lo llevó hasta allí, al trágico lugar de su muerte.
Así lo confirmó meses después el libro ‘Una vida demasiado corta’, del periodista y escritor Ronald Reng, quien además era su amigo. Según reveló el escrito, Enke llevaba consigo un dolor intenso por la muerte de su hija, Lara, de 2 años, ocurrida tres años atrás. Pero también sugiere que el guardameta era víctima de la alta exigencia deportiva y de la presión que le significó un paso poco afortunado por el cuadro catalán.
El de Enke es quizás el caso más emblemático de cómo la depresión puede embestir la mente de los deportistas de alto rendimiento. Y demuestra, claro, que las medallas y la fama, el éxito y el dinero no son vacuna para una enfermedad de tamaño pandémico que afecta, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a más de 300 millones de personas.
Ni el propio Michael Phelps, el atleta con más medallas en la historia de los Juegos Olímpicos, se libró de padecer este trastorno mental, que en la mayoría de los casos se caracteriza por la presencia de tristeza, pérdida de interés o placer, sentimientos de culpa, falta de autoestima, trastornos del sueño o del apetito, sensación de cansancio y falta de concentración.
En julio pasado, el nadador estadounidense aseguró que –como Enke y tantos otros– estuvo a punto de quitarse la vida. “Estaba sentado en mi habitación, de donde no me moví durante cuatro días”, narró a la CNN. Era octubre del 2014 y acababa de ser suspendido seis meses por haber sido detenido conduciendo borracho. “Era una bomba de tiempo a punto de estallar. No quería estar vivo. En ese momento pensé: ‘Lo mejor que puedo hacer es simplemente no estar aquí’ ”, relató.
La gran lección del testimonio de Phelps es que de la depresión hay que hablar. Ese fue el mensaje del ‘Tiburón’: “Sabía que necesitaba ayuda y que tenía que cambiar algo en mi vida. Estuve con tratamiento durante un par de semanas y, básicamente, me reconstruí a mí mismo. Primero, no quería hablar con nadie, hasta que dije: ‘Llevo aquí 45 días, será mejor que haga esto’”. Y justamente, ese fue el lema al que apeló este año la OMS en su jornada para concientizar de la enfermedad: ‘¿Hablemos de la depresión’.
Sin embargo, referirse a ese problema abiertamente no es la realidad de los entornos de alta competencia. Así lo asegura el argentino Marcelo Roffé, psicólogo clínico y deportivo, considerado un experto en la materia, con más de 10 publicaciones y quien, entre otras participaciones, integró el cuerpo técnico de José Pékerman en la Selección Colombia del 2012 al 2015, incluido el Mundial de Brasil.
Roffé habla con calma, pero es contundente: “En el fútbol y en el alto rendimiento se tapan estas cosas”, refiriéndose a la depresión. “No se habla de ello porque es un tema tabú y no se toca –expone–, como las lesiones o el retiro, son temas que angustian”. “Tampoco hay mucho tiempo para parar y pensar porque la maquinaria en el alto rendimiento tiene que estar a ‘full’ y es tan exigente que el que está enfermo queda eliminado”, agrega.
Así y todo, afirma que, desde su experiencia, la depresión no es tan común en las altas esferas de la competitividad. Y sostiene que al ser “piramidal, selectiva, eliminatoria y casi darwiniana”, si una carrera muestra antecedentes de depresión, el deportista “puede quedar en el camino”.
“La depresión tiene que ver con la ausencia de factores motivacionales, y por eso es muy difícil que aparezcan casos tan visibles en el alto rendimiento, pues a este nivel te exiges todos los días a estar al 100 por ciento. Es cierto que puede haber momentos de depresión en situaciones puntuales, pero existen tratamientos puntuales para poder salir”, explica.
Iván René Valenciano, ídolo de la selección Colombia y del Junior de Barranquilla, uno de los mayores goleadores en la historia del fútbol nacional, corroboró la aseveración de Roffe al manifestar –en diálogo con este diario– que a lo largo de su destacada trayectoria conoció pocos casos de compañeros que confesaran padecer de depresión. “En el fútbol es muy difícil saber cómo está tu compañero porque el jugador no es dado a tener esa amistad de barrio, de intimidad con el de al lado, a pesar de estar todos los días” juntos, asegura.
Incluso recuerda que en su época de jugador, la figura del psicólogo deportivo no era común, y cuando había la oportunidad (como en una selección juvenil de la década de los 80), “uno no le prestaba atención; no sabíamos qué decía, lo veíamos y pensábamos que era el loquero”.
En el fútbol es difícil saber cómo está tu compañero, porque el jugador no es dado a tener amistad de barrio, de intimidad, aunque uno se vea todos los días
Roffé fue autor de un estudio sobre cómo evaluar los miedos y las presiones de los futbolistas de la selección argentina de fútbol. Entre los hallazgos destaca que los temores más comunes de los futbolistas son el miedo a equivocarse, a arriesgar, al error, a no cumplir las expectativas, al ridículo, a lesionarse y a fracasar. Pero también hay miedo al éxito y a ganar, por extraño que parezca.
“Los miedos hay que reconocerlos, exponerlos, desnudarlos y después trabajar para eliminarlos o para aprender a vivir con ellos. Temor es distinto a presión. Muchas veces, las autoexigencias van emparentadas con el temor. El temor es un sentimiento negativo –como la ansiedad– que muchas veces puede ser motor o inhibidor. Y ahí lo que hay que hacer siempre es que el miedo sea motor y se transforme en motivación”, apunta el psicólogo.
Fernando Rivera, coordinador de psicología del Centro de Ciencias del Deporte del Comité Olímpico Colombiano, afirma que ante un caso de depresión en deportistas se debe discriminar, antes que nada, si es ocasionada por temas personales, por resultados o por patología. “La primera puede ser, por ejemplo, por una pérdida. La segunda, porque se tiene una expectativa muy alta y al no lograrla llegan sentimientos muy fuertes. Y la tercera, muy rara, pasa cuando los deportistas generan estilos de afrontamiento fuertes por la misma práctica de la disciplina; es muy frecuente en deportistas que se retiran de una manera abrupta”, afirma.
Y, en ese panorama, la labor del psicólogo deportivo con el atleta –argumenta Roffé– es optimizar las destrezas mentales, que son el 25 por ciento del rendimiento, tanto individual como grupal. “Lo que tratamos de fortalecer es la motivación, el planteamiento adecuado de metas, el manejo de los miedos, la ansiedad y las presiones, la concentración, la confianza y la autoconfianza”, asevera.
“La psicología del deporte tiene dos preguntas claves: ¿qué te pasa después de un error: sigues igual, fluyendo, te recuperas rápido y no te caes? Y la otra es: ¿quién aparece en los momentos difíciles?... porque en los deportes de equipo, en situaciones de derrota, cuando la pelota quema, todos se esconden, nadie la quiere, y son muy pocos los que tienen fortaleza mental y los que, aunque se equivoquen o sientan mucha presión, no se esconden”, agrega Roffé.
Según el psicólogo Fernando Rivera, estos son algunos síntomas para tener en cuenta:
- Aislamiento.
- Bajo rendimiento físico.
- Trastorno de sueño (dormir poco o mucho).
- Problemas de alimentación.
- Irritabilidad.
- Menos interés por el sexo.
- Incumplimiento.
- Desinterés por actividades sociales.
- Proclividad al consumo de sustancias o alcohol.
- Abandono.
Nilmar, el atacante brasileño, de 33 años, exjugador del Villarreal español y del Lyon francés, suspendió por tiempo indeterminado el contrato con el Santos de su país para tratarse de una depresión. Nilmar regresó a Brasil en julio, tras haber pasado un año sin jugar en el Al-Nasr, de Emiratos Árabes Unidos. En estos dos meses jugó apenas 39 minutos, en partidos del campeonato brasileño, contra Coritiba y Cruzeiro.
Aaron Lennon, el futbolista inglés que milita en el Everton e incluso jugó varios partidos con su selección, fue internado en un hospital por una “enfermedad relacionada con el estrés”, según trascendió en mayo pasado. Dos meses después volvió a entrenarse.
RONNY SUÁREZ
EL TIEMPO@ronnysuarez_