Más allá de las creencias y del apego a las tradiciones que, para muchos, pueden representar las fiestas de fin de año, lo cierto es que para todos pueden ser una oportunidad para echar una mirada hacia adentro y escudriñar eso que llaman emociones y que no tienen ningún distingo.
De ahí que no sobran algunas recomendaciones sobre algo que, a la vista, parece fácil, pero que tal vez por eso se pasa por alto: el respeto por los sentimientos propios y los de los demás. Que los regalos sean de corazón.
Tranquilo. Recuerde que no tiene que esforzarse por sentir lo que no le nace. No es necesario estar alegre por el solo hecho de que los demás lo están y menos ir al ritmo de las celebraciones y de las rosas de otros. Sea auténtico.
No se oponga. Si usted no está para fiestas o sus condiciones y creencias van en contravía de la alegría que otros demuestran, esas no son razones para criticar y atravesarse al jolgorio ajeno con comentarios desobligantes y malas actitudes. Procure apartarse sin amarguras.
Sin forzar. Ahora, si el alegre es usted, no tiene por qué empujar a otros a que compartan a la fuerza su jolgorio. Invite con serenidad y ante una negativa respete la decisión sin hacer comentarios aburridores.
Acompañe. No se olvide de los suyos que pasan por un mal momento, enfrentan una enfermedad o que tienen razones para apartarse de las fiestas. Acompáñelos, comparta con ellos y por encima de todo, hágalos sentir que usted está con ellos, de manera genuina.
Prudencia. Evite los excesos, la ostentación y el desborde de los gastos y las celebraciones. Mucho más si en su entorno hay personas con limitaciones. Recuerde que usted no tiene que demostrar nada.
Comparta. La solidaridad es un valor que por esta época exige manifestaciones reales. Comparta hasta donde pueda con los más necesitados, pero hágalo con sinceridad.
Salude, abrace. No se prive de saludar, de dar un abrazo y de proyectar cariño. Esos son regalos con los cuales el que los brinda se siente mejor que el que los recibe. Hágalo, no cuesta nada.
Por último. No olvide que la época también es una oportunidad para reconciliarse con los suyos, para poner en orden las causas de sus rencores y disgustos, además de ser una disculpa para reconciliarse con usted mismo.
Carlos F. Fernández
Asesor médico de ETCE
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