El primer comentario que recibe una persona que ha sido diagnosticada con cáncer es que la enfermedad no es sinónimo de muerte. Una detección temprana aumenta enormemente las posibilidades de vencerla. Además, un tratamiento oncológico adecuado, una mejora en los hábitos alimenticios y de salud y los controles rigurosos para vigilar el proceso son factores sustanciales para remover el cáncer del cuerpo.
No obstante, cada experiencia es única de la misma manera que cada persona se diferencia de las demás. La forma en que se asume la enfermedad y se vive con ella mientras los procedimientos médicos intentan removerla, es personal y depende de la tranquilidad y el apoyo familiar. Tres sobrevivientes del cáncer nos comparten sus experiencias sobre superar esta adversidad.
El descubrimiento
Los tres entrevistados conocieron la existencia de la enfermedad luego de experimentar molestias y dolores físicos en la zona corporal donde en efecto el cáncer sería detectado. Claudia Montoya*, comunicadora social, 40 años, encontró una pequeña inflamación en su seno izquierdo, “del tamaño de un agraz”. Álvaro Hernández, economista y editor de 60 años, empezó a sentir molestias en su pecho, a la altura del esternón. Ninguno de los dos desestimó la importancia de realizarse un chequeo médico, a pesar de considerar que la molestia no parecía ser relevante. Pero en efecto lo fue. Tras unos exámenes médicos inmediatos, fueron notificados de la presencia del cáncer.
La ingeniera Marcela Ocampo, de 53 años de edad, también sufrió molestias, pero infortunadamente para ella los médicos que la trataron no pudieron encontrar la causa de aquellos malestares por un tiempo prolongado, y el comentario que recibía era que “no tenía nada”. Después de una serie de análisis médicos, le hallaron unos miomas en la matriz, los cuales podrían ser la razón del malestar. La recomendación que recibió Marcela fue la de extirparse la matriz. Tras este procedimiento, le detectaron un cáncer que había hecho metástasis de la matriz a otros sectores del aparato reproductivo. “Y se suponía, según los médicos, que yo no tenía nada”, afirma Marcela.
La reacción
“De esto no me muero”, se dijo Álvaro Hernández, tras conocer el diagnóstico. En un acto de valentía poco usual, Hernández asumió la noticia como si se tratara de una enfermedad menor, actitud que le sirvió para que los procedimientos oncológicos arrojaran los mejores resultados.
Claudia Montoya pensó en sus hijas. “Aunque jamás relacioné el cáncer directamente con la muerte, me preocupé por mis hijas. Ellas y mi familia fueron mis únicas preocupaciones”. Para Marcela, el entrar en un nuevo mundo, como ella lo definió, la llenó de terror. “Me voy a morir, fue lo que pensé”.
La pelea médica y mental contra el cáncer
Marcela se sometió a una segunda cirugía para remover las células cancerígenas que aún habitaban en su cuerpo y recibió enseguida quimioterapia, radioterapia y braquiterapia. “No quise vivir esa experiencia, pero tuve que hacerlo”, señala. La caída del pelo durante la quimioterapia se convirtió en una crisis para ella. “El pelo guarda un sentido de vida muy profundo”. Su secreto consistió en dejar de pensar en el futuro e ir día a día, cumpliendo una meta diaria. “Me costó mucho adoptar esta actitud de ir día a día, porque en esos momentos pensaba que yo no merecía vivir esta experiencia tan dolorosa. Hasta que me dije, «bueno, hay que hacerlo, hay que intentarlo»”. El apoyo de su familia, como ella manifiesta, fue fundamental durante el proceso.
Al respecto, Álvaro reflexiona: “Tuve mucha fortaleza mental y fortaleza física. Había que quitarle el estigma al cáncer y de eso me preocupé. Entonces decidí trabajar en este tema, que consistió en contarle a todo el mundo lo que me pasaba. Es quitarse un peso de encima. Eso me ayudó mucho. Las estadísticas no me favorecían, pero solo pensé en ir hacia adelante. ‘Cogí el toro por los cachos’ y fui muy diligente con el tema. A pesar de que la segunda etapa de quimioterapia me dio muy duro, continué con la misma idea. Siempre tuve presente que el día 21 (el último de la quimioterapia) estaría jugando fútbol con mis amigos. Eso, más la solidaridad y el cariño de la gente, fueron muy importantes”.
Claudia vivió una experiencia particular. Para cuando le fue diagnosticado el cáncer, en Colombia, ella y su familia debían regresar a Brasil, donde tenían su vida. Tras analizar las alternativas, decidieron que su esposo e hijas volvieran al país vecino para no perjudicar ni el colegio de ellas ni el trabajo de él. Fue una decisión muy dura, recuerda Claudia. “Su partida fue muy fuerte para mí, pero supe apoyarme en la familia que estaba aquí, mis padres y mis suegros y otros familiares”. A pesar de la distancia, Claudia ocupó sus días con ejercicios, lectura y otras actividades para no pensar en fatalidades. “Eso me ayudó a lidiar con la situación”.
Una nueva vida tras vencer la enfermedad
Cada uno de ellos superó la enfermedad y se encuentran en etapa de controles de rutina para confirmar que no existen nuevas apariciones de células cancerígenas. Cada experiencia fue única y no solo por el tipo de cáncer, sino por la personalidad de cada quien. Los tres, no obstante, concuerdan en que el cáncer es una enfermedad que hay que atacar de manera inmediata y efectiva, y que tener los medios económicos suficientes facilita enormemente el proceso médico.
“Mi vida cambió mucho”, sostiene Marcela Ocampo. “Desde mis hábitos alimenticios hasta la forma de asumir la vida. Infortunadamente, los efectos secundarios de los tratamientos oncológicos me afectaron la movilidad. Estar en un bus para mí es difícil. Caminar, también”.
Para la comunicadora Claudia Montoya, padecer y superar el cáncer no significó un cambio radical en su vida. Sin embargo, la experiencia le ayudó a ver con nuevos ojos las relaciones familiares y amistosas. “Me ayudó a entender a mis amigos y a mis familiares. Cada uno tiene una habilidad o un talento que usan para ayudarte o hacerte feliz. A veces no están siempre ahí, pero no es culpa de ellos, es la vida”.
La comprensión y el fuerte lazo entre familia y amigos también fue uno de los resultados de la experiencia que vivió Álvaro. “Me di cuenta de que la familia es extraordinariamente solidaria y uno aprende a saber quiénes son ellos. Cada uno tiene lo suyo y da lo que tiene, y eso me parece lindo de la gente que se une en los momentos difíciles”.
Un consejo
Al pensar en otros que se encuentran en situaciones similares, las mujeres entrevistadas concuerdan en dos aspectos. Primero, para ellas es fundamental obviar los comentarios sobre la enfermedad y los procedimientos médicos que no provengan del especialista. “Hay que leer sobre los avances científicos, porque aún mucha gente cree que el cáncer es sinónimo de muerte y las cosas han cambiado, han mejorado”, señala Marcela. “También es importante qué tan enteradas están las personas alrededor, para evitar consejos innecesarios”. Por su parte, Claudia reflexiona: “Es importante también escucharse a uno mismo. Soy de las que considero que el cuerpo nos habla y si sabemos escucharlo sabremos dónde estamos”.
El segundo consejo que ofrecen es que hay que vivir el día a día. “Hay que ir despacio, superando cada obstáculo y disfrutando cada momento agradable que el día trae”, manifiesta Claudia, mientras para Marcela el futuro ya deja de existir. “Todo es el hoy. «Hoy voy a hacer todo lo posible por estar bien». Esa es la meta”.
A su manera, Álvaro Hernández sugiere que lo más importante es ponerle el pecho a la adversidad sin reparos. “Hay que ser diligente. ¿Que le tocó? Bueno, asúmalo. Que le cuente a todo el mundo. La solidaridad y el acompañamiento ayudan mucho. Uno solo, encerrado en su crisis, se perjudica mucho. Si usted cuenta lo que está viviendo en ese momento, eso lo libera mucho. Saca esa energía negativa”.
*Los entrevistados prefirieron que sus nombres reales no se mencionaran, y por ello aparecen como seudónimos.
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