Bucaramanga. El corazón de Luz Emilia Reyes, enfermera de profesión, ahora pesa casi cuatro kilos. El de nacimiento, 10 veces más liviano, dejó de funcionar hace unos años y ahora sobrevive gracias a uno artificial que le implantaron en enero pasado. El mismo que le devolvió la fuerza para vivir.
Ella, de 70 años y sonrisa amplia, habla con tranquilidad sobre los días que estuvo al borde de la muerte. Ahora se sabe al derecho y al revés las palabras técnicas y médicas relacionadas con su enfermedad y conoce a la perfección el funcionamiento de su corazón artificial interno. Y es que del pequeño motor que lleva en el pecho, de la computadora que carga en la cintura y de las baterías que cuelgan a sus costados depende hoy su vida.
Reyes es una de las siete personas que en el país llevan el corazón artificial HeartMate II, un dispositivo de asistencia ventricular con tecnología aeroespacial que suple la función de bombeo del corazón y garantiza calidad de vida a las personas. La Fundación Cardio Vascular en Bucaramanga, donde la atienden, fue la primera institución en llevar a cabo el implante de corazón interno en América Latina, hace ya dos años.
El caso de esta santandereana comenzó hace más de una década, por el 2005, cuando en una noche de descanso se encontró una masa en un seno. Los exámenes confirmaron que se trataba de un agresivo cáncer. La cura a esa enfermedad desembocó en un nuevo mal. Las sesiones de quimioterapia erradicaron el cáncer, pero causaron una anomalía en su corazón.
“Descubrieron una pérdida de la función cardíaca. El corazón entró en insuficiencia y perdió la elasticidad de la fibra en el músculo que bombea –recuerda–. Si bien estuve cuatro años a punta de medicina y trataba de llevar una vida normal, sentía que no era lo mismo”.
La tensa calma cesó cuando, en el 2015, su cuerpo no dio más. Trabajar a media máquina le acarreó problemas renales y hepáticos. El diagnóstico: o se conseguía un nuevo corazón o se iba la vida. Sin embargo, sus propios antecedentes de salud, su edad y la falta de cultura de donación de órganos desafiaban la razón. Aunque la primera causa de muerte en el mundo son las enfermedades cardiovasculares y hay cerca de 35.000 pacientes por fallas cardiacas en el país, en el 2015 en Colombia se donaron solo 57 corazones, según el Instituto Nacional de Salud.
La luz de esperanza llegó cuando, en enero pasado, la EPS de Luz Emilia aprobó el implante de corazón artificial interno sugerido por el especialista Leonardo Salazar Rojas, director del programa de corazón artificial de la Fundación Cardio Vascular. El médico explica que esta turbina que gira a 9.000 revoluciones por minuto es capaz de impulsar máximo 10 litros de sangre por minuto, reemplazando el 100 por ciento de la función cardíaca.

implantes de corazon en colombia
“Está pensado para personas que tienen el corazón enfermo y bombean muy poca sangre, y por esa razón presentan debilidad general –indica Salazar–. Al implantar el corazón se disminuye el riesgo inminente de muerte y se da calidad de vida. Se pasa de una sensación de ahogo a una vida activa, independiente y autónoma”. En el mundo, más de 30.000 personas han recibido implantes de corazón artificial, la inmensa mayoría en Estados Unidos y Europa.“En mi caso significó volver a vivir –asegura Reyes–, empezar una nueva cuenta de cumpleaños desde el día de la cirugía. Uno sabe que algún día tiene que despedirse de esta Tierra, pero ahora tengo una posibilidad de disfrutar a mi familia con una rutina relativamente normal”.
El día a díaSon varias las experiencias que deben afrontar las personas con corazón artificial interno. Pacientes consultados por EL TIEMPO coincidieron en que uno de los cambios más radicales está en el baño, pues deben proteger los costosos equipos para evitar que se mojen y que posibles infecciones se presenten en la incisión que atraviesa la piel y lleva los cables con energía hasta el órgano.
Para Sandra Lache, administradora de empresas que residía en Canadá cuando un virus atacó su miocardio y le ocasionó una falla cardíaca, una de las situaciones más delicadas desde que en diciembre pasado le implantaron el corazón artificial es el cuidado de las baterías, pues de ellas depende literalmente su vida. “Imagine que tenemos que estar todo el tiempo dependiendo de una fuente eléctrica. Tenemos dos pares de pilas que nos aseguran electricidad por poco más de 12 horas”.
En la noche, para dormir, deben conectarse a un módulo que les asegura la energía. Sin embargo, en caso de que se vaya la luz y no tengan las baterías cargadas, deben correr al hospital o a un sitio con planta eléctrica.
Además de cargar ese nuevo peso en sus vidas, las personas son capacitadas para conocer la funcionalidad del dispositivo, deben llevar dietas estrictas y están imposibilitadas de vivir situaciones en teoría normales, como un chapuzón en una piscina o soportar una llovizna.
No obstante, para Sandra, el esfuerzo vale la pena. “Ya no uso oxígeno todo el tiempo, puedo hacer actividades normales, hablar, caminar, subir escaleras, y estoy ganando más independencia”, asegura.
Andrés Hernández tiene 17 años y está en el último año de colegio. Él mismo se describe como un joven normal que va a fiestas e incluso hace actividad física, a pesar de haber nacido con una cardiopatía dilatada en el ventrículo izquierdo que lo llevó a ser paciente de corazón artificial desde mediados del 2015.
Hernández, con una propiedad extraña para su edad, compara las inmensas baterías que suele cargar en los bolsillos traseros de sus pantalones con teléfonos celulares “de los que depende la vida de uno”.
Los implantes de corazón artificial interno se realizan en Colombia en el Instituto Cardio Vascular de la FCV, donde también se implementan corazones artificiales externos, una técnica transitoria mientras se logra un trasplante definitivo. Esta organización abrió recientemente el Hospital Internacional de Colombia, en Piedecuesta (Bucaramanga), con el objetivo de ampliar sus servicios en áreas distintas a la cardíaca. La nueva sede es un centro hospitalario de más de 86.000 metros cuadrados, con seis edificios que tendrán 1.192 camas y especialidades en cáncer, neurología, ortopedia y reumatología.
Invitado por Fund. Cardio Vascular, B/manga
RONNY SUÁREZ
Enviado especial EL TIEMPO*
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