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Salud

La automedicación: el otro drama de la salud en Colombia

Una de las causas de la automedicación es el factor económico. La atención en los centros de salud no siempre es efectiva y la gente debe acudir a una consulta médica privada, cuyos costos son mayores.

Una de las causas de la automedicación es el factor económico. La atención en los centros de salud no siempre es efectiva y la gente debe acudir a una consulta médica privada, cuyos costos son mayores.

Foto:Archivo EL TIEMPO

Conozca algunos de los factores que llevan a cada vez más colombianos elijan este riesgoso atajo.

Juan Gossain
Lo que nos faltaba. A la crisis del sistema de salud, que cada día está peor, hay que agregarle ahora la multiplicación infinita de una vieja y peligrosa costumbre colombiana: la automedicación.
Como la gran mayoría de las empresas de salud no atienden a sus pacientes, y cada cita se demora hasta dos y tres meses, entonces la gente terminó recetándose sus propios remedios, como si todo el mundo fuera médico.
Pero eso fue solo el comienzo de un gran drama nacional. Porque, a renglón seguido, ellos mismos empezaron a recetar a los demás, que tampoco habían sido atendidos.
Y, no contentos todavía con todo eso, ya no solo se automedicaban y medicaban a los otros, sino que se inició lo que podríamos llamar la desmedicación, si ustedes me permiten que invente esa palabreja.
Consiste en que, cuando al fin le dan una cita al paciente y su médico le extiende una receta, el señor de la casa o cualquier amigo se siente autorizado a decirle: “No te tomes eso, que no sirve para nada y produce mareos”. Desautoriza al doctor.
Desde entonces no se sabe qué es peor, si la automedicación o la desmedicación. Lo cierto es que todo eso está haciendo estragos en el país, estragos que se han agravado en estos tiempos aciagos del coronavirus.
Los médicos de generaciones anteriores que estudiaron en la Universidad Nacional de Bogotá recuerdan a su profesor Enrique Núñez Olarte con gratitud y admiración no solo por su sabiduría sino, también, por lo ameno que era. Fue un maestro que se volvió legendario.
–Fue él –recuerda su alumno Alberto Rizo Gil– quien nos abrió los ojos sobre los peligros de la automedicación. Nos decía que, en Colombia, “la gente que no tiene acceso al servicio de salud busca en la automedicación la cura de sus dolencias”.

La verdadera epidemia

El doctor Núñez Olarte, al que sus amigos y discípulos llamaban cariñosamente el Chato, agregaba que, por esas mismas razones, al comprar un remedio para el colombiano “es más importante y valiosa la opinión de un amigo, un simple conocido, un familiar o, incluso, del encargado del mostrador de una farmacia, que la del médico al que no tiene forma de consultar”.
Llegaron entonces los años finales del siglo XX y apareció la famosa ley 100, que buscaba modernizar y popularizar el sistema colombiano de salud y su servicio a la gente, y lo que realmente logró fue empeorar el sistema y volverlo una crisis permanente.
Para que ustedes vean lo sabio que era el doctor Núñez, miren lo que les dijo a sus alumnos cuando el Congreso apenas estaba discutiendo la ley 100: “En Colombia, el acceso sin restricciones a medicamentos como antibióticos, tranquilizantes, analgésicos y hormonas es una verdadera epidemia, que no va a acabarse con el nuevo sistema general de salud si este no atiende prontamente las necesidades de la gente”.
Dicho y hecho. Resultó una profecía. El doctor Núñez, que se había especializado en Nueva York y París, murió en Bogotá a los 96 años.

El acceso sin restricciones a medicamentos como antibióticos, tranquilizantes, analgésicos y hormonas es una verdadera epidemia

“Es un daño peor”

El médico cartagenero Martín Carvajal dice, con preocupación evidente, que “la automedicación suele ser vista como un fenómeno cultural, como una tradición folclórica, como una costumbre típica colombiana, pero nadie advierte lo grave que eso es porque atenta contra la propia salud. Es un acto irresponsable y peligroso al que quieren justificar con la excusa de ahorrar tiempo o dinero en consultas médicas”.
Carvajal me explica que la automedicación es mucho peor en los grupos de alto riesgo, “como las embarazadas, los ancianos, los niños, las personas desnutridas”. Y recuerda lo que dijo el celebérrimo médico y alquimista Paracelso, hace más de 500 años: “Todo es veneno y nada es veneno. Solo la dosis hace el veneno”.
El doctor Carvajal es categórico cuando afirma: “El peor riesgo consiste en que, al usar un medicamento que no es el apropiado, se le pueden ocasionar al organismo daños peores que los originales”.
Como quien dice, ahí sí se cumple, textualmente, el viejo proverbio popular: resultó peor el remedio que la enfermedad.

¿Qué dicen las droguerías?

Como ustedes lo han podido ver a lo largo de esta crónica, varios de los especialistas con quienes he conversado mencionan al dependiente de las farmacias como uno de los responsables más grandes en la cadena de la automedicación.
Pero también es justo recordar que el cliente encuentra en las paredes y en las cajas registradoras de las farmacias avisos que hacen esta advertencia: “Nuestros empleados no están autorizados para recomendar ni sugerir medicamentos”.
Por eso fue que resolví escuchar también la opinión de los farmaceutas. Hablé con la doctora Alba Rocío Rueda Gómez, que es la directora ejecutiva de la Asociación Colombiana de Droguistas Detallistas (Asocoldro).
–La automedicación responsable existe y es admitida legalmente –dice ella– cuando se trata de medicamentos que pueden ser adquiridos sin receta médica y para el tratamiento de síntomas menores, como el consumo de analgésicos para un dolor de cabeza o para los cólicos menstruales.
Otra cosa, aclara ella, “es que el paciente tenga síntomas persistentes o que no son normales en él y decida recetarse sin consultar al médico o sin hacerse exámenes previos”.
En estos casos específicos, la doctora Rueda Gómez advierte que el paciente puede sufrir efectos secundarios graves, “sin olvidar que el manejo inadecuado de las dosis también tiene consecuencias tóxicas”.

La automedicación responsable existe y es admitida legalmente

Y, como si fuera poco, la persona podría caer en la dependencia o enmascarar otras enfermedades.
Yo me hago una pregunta, acá, en la cocina: ¿y, entonces, por qué las droguerías venden remedios controlados sin exigir la receta médica?

Los más comunes y la televisión

También coinciden mis entrevistados cuando les pregunto cuáles son los elementos que más incitan a practicar la automedicación en Colombia.
–Son factores de orden social –contesta la doctora Rueda Gómez–. El más grave es la falta de educación. Agregue usted la publicidad o la promoción popular que le hacen al propio medicamento.
El médico Martín Carvajal, a su turno, dice que “los mayores contribuyentes a que los colombianos practiquen la automedicación son la televisión y la radio, el propio farmaceuta, las propagandas con personajes famosos que influyen en la opinión pública. Es así como surge, muchas veces, la tentación por comprar ‘esa droga para adelgazar’ o ‘aquella cosita para la caída del pelo’, como si se tratara de recetas mágicas o milagrosas”.
Debo registrar que en las diferentes regiones de Colombia los remedios que más se automedica la gente son los antibióticos, que sirven para combatir infecciones que las bacterias producen en el organismo.
–Lo malo –apunta en este caso específico la doctora Rueda Gómez– es que la gente cree, por ejemplo, que con un antibiótico se le quita “esa gripita”. Y resulta que la gripa no es producida por una bacteria, sino por un virus.

La farmacia en casa

A estas alturas ya no me cabe duda: la automedicación en Colombia es un fenómeno cultural, social y económico que se produce en todos los niveles. “Y en todas las etnias”, añade el doctor Carvajal. Luego, él mismo toca otra parte grave de este asunto.
–Déjeme mencionarle –agrega– otro problema que debemos corregir de urgencia. Me refiero al almacenamiento doméstico de los remedios que “sobran” luego de un tratamiento. La gente los guarda de manera inapropiada, en temperaturas incorrectas e, incluso, cuando ya están vencidos. Y, con el paso del tiempo, otra vez recurren a ellos.
Reconozco que la gente comete muchos errores al automedicarse. Pero ¿dónde diablos están las autoridades, qué se hizo el Estado, no hay nadie que obligue a las empresas de salud a respetar sus deberes y compromisos, a que sean serios con las citas médicas, a que esas citas se cumplan dentro de plazos racionales?

El círculo vicioso

Ya he hablado con médicos, profesores universitarios, dependientes de droguerías, dirigentes del gremio de las farmacias y, ahora, lo hago con el doctor José Luis Méndez, que es el presidente del gremio de empresas americanas que fabrican o distribuyen los remedios en Colombia.
–La automedicación –comenta él– necesita componentes vitales, como la ética y la transparencia. Los principios morales. Solo debe aplicarse en los productos de venta libre, los que han demostrado seguridad para el paciente, y nunca en los que requieren fórmula médica.
El doctor Méndez sostiene que, en esta cadena humana, “si el paciente acude a un farmaceuta, en busca de orientación, este debe darle información seria, responsable y adecuada. Por eso, el primer principio médico es el que dice que, por encima de todo, no hacer daño”.

La automedicación necesita componentes vitales, como la ética y la transparencia

El doctor Martín Carvajal concluye con una reflexión realista y muy apropiada en este debate. Es un tema anexo a la automedicación, pero todavía más grave: lo que ocurre cuando el médico sí expide una receta, pero no le hacen caso.
–Muchas veces –dice él– el propio paciente, su familia o el dependiente de la droguería cambian la prescripción hecha por el médico con un argumento que se ha vuelto muy común: “Esta droga es lo mismo, pero es más barata y mejor”. No saben los terribles errores que están cometiendo. Usar un medicamento que no es el que se necesita puede ocasionarle al paciente nuevos daños y lesiones peores.

Epílogo

Las estadísticas más serias y confiables que he conseguido afirman que, antes de la pandemia, el 28 por ciento de los colombianos que compraban un medicamento lo hacían sin receta del doctor.
Es decir, automedicados. Hoy, en medio del virus, se calcula que esa cifra llega al triple, el 80 por ciento.
Lo dicho: hay que ponerle orden a este caos, hay que meterle autoridad a este desorden, hay que aplicarle rigor a las empresas de salud y a los propios pacientes. Que la gente, cuando sienta un dolor de estómago, no se siga medicando por lo que le dicen en internet.
El Gobierno tiene la palabra.
JUAN GOSSAÍN
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
Juan Gossain
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