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Salud

Embarazo, otra frontera entre sexos que se diluye

Biff Clapton (izquierda) y Trystan Reese decidieron hacer público su embarazo. Reese, hoy transexual, nació mujer.

Biff Clapton (izquierda) y Trystan Reese decidieron hacer público su embarazo. Reese, hoy transexual, nació mujer.

Foto:Cortesía Kevin Truong

El hijo biológico de un gay y un transexual abre el debate de la concepción como derecho universal.

La combinación de barba, voz gruesa y una panza de ocho meses de embarazo no era una imagen verosímil. Pero el video que Trystan Reese compartió hace un par de meses era real: un hombre gay (su pareja) y un transexual (él) estaban a punto de ser padres biológicos. Unas semanas después, colgó en su Facebook la foto del pequeño Leo y su testimonio se hizo viral en prácticamente todas las redes sociales.
Reese decidió aprovechar los órganos femeninos con los que nació para quedar en embarazo ‘a la antigua’ (mediante una relación sexual) y ayudar así a desmontar el prejuicio de que los transexuales no se sienten cómodos con su cuerpo. Además, quería impulsar la idea de que el embarazo está dejando de ser un derecho exclusivo de las mujeres.
“He conocido a muchos transgénero que han dado a luz a niños saludables. Así que, aunque la mayoría de quienes dan a luz son mujeres, hay tantos ejemplos de hombres embarazados que ya no siento que la concepción sea algo exclusivamente femenino. Dar vida debe ser un derecho para cualquier persona. Yo soy capaz de hacerlo, y lo veo como un regalo por el que estoy agradecido”, le dijo a EL TIEMPO.
Lo que Reese señala es la base de un movimiento que reclama el embarazo unisex como parte de un derecho universal a gestar, apuntalado en los últimos avances en trasplantes de útero.
En virtud de estos, se ha desatado un debate sobre si este procedimiento –que está en pañales– debería incluirse en los planes públicos de salud que amparan a las mujeres y, en el largo plazo, si debería llegar a practicarse también a mujeres transexuales (las que nacen como hombres y mediante tratamiento hormonal y/o intervención quirúrgica adquieren los caracteres sexuales femeninos) o, incluso, a varones heterosexuales que desean experimentar un embarazo.
El tema, que hoy parece más cercano a la ciencia ficción que a la realidad médica, suscita preguntas fascinantes: ¿podría una mujer transexual recibir un útero para terminar de alinear su identidad femenina?, ¿puede una pareja de hombres convertirse en padres biológicos y dar a luz un bebé?, ¿las parejas podrán decidir cuál de los dos se embaraza?, ¿existe realmente un ‘derecho a gestar’ con sustento legal?
En el 2014, el doctor sueco Mats Brännström y su equipo de la Universidad de Gotemburgo reportaron el nacimiento de Vincent, el primer niño gestado en un útero trasplantado. De los nueve trasplantes que practicaron, siete fueron exitosos, con una tasa de embarazos del 71 por ciento, mientras que las tasas de éxito con inseminación ‘in vitro’ varían entre el 20 y el 40 por ciento, según el colectivo británico Womb Transplant UK.

El derecho a reproducirse

En una entrevista con el diario ‘The Independent, Brännström’ reconoció que el embarazo en un hombre es una posibilidad teórica, pero expresó sus reservas y advirtió que existen otras barreras que habría que superar: “Debería ser técnicamente posible, pero no sé si es ético. Además, la pelvis de los hombres no es de la misma forma que la pelvis de las mujeres, y eso podría plantear varios problemas”.
Y las dificultades van mucho más allá: “Las condiciones cromosómicas de los transgénero son fijas, como las de las demás personas, y no se modifican a pesar de las adaptaciones anatómicas y funcionales que se realicen para combatir el desequilibrio entre el cuerpo y la condición sexual.
Esta estructura genética fija limita la transformación del organismo –advierte Carlos Francisco Fernández, asesor médico de EL TIEMPO–. En otras palabras, un implante de útero a una mujer transgénero podría ser viable en el plano anatómico, pero desde el punto de vista funcional, de manera que permita la fecundación, la implantación, el desarrollo y el crecimiento de un óvulo hasta convertirlo en un feto maduro, es algo meramente teórico, que aún no es práctico ni real”.
En el Reino Unido, donde 50.000 mujeres no tienen un útero fértil y una de cada 5.000 nace sin él, el debate se ha centrado en la propuesta de que el Estado cubra los gastos médicos del trasplante de útero, que ascienden a unos 65.000 dólares (más de 190 millones de pesos). Y las cirugías adicionales harían aún más costoso y difícil el proceso en el caso de las transexuales, que en ese país tienen los mismos derechos en salud que las mujeres.
La feminista Laura Perrins le dijo al ‘Daily Mail’ que emplear recursos públicos para que las transexuales tengan la experiencia de una mujer auténtica “afectaría el significado de la maternidad y de la feminidad”.

Se trata de una noción retorcida de lo que constituye una mujer real

Y Julie Bindel, también activista de género, añadió que “las mujeres trans que apoyan la inclusión de los trasplantes de útero en el NHS (el seguro social británico) están impulsados por un deseo de vivir el parto, considerado como una auténtica experiencia femenina. Pero esto no se trata de los derechos transgénero; se trata de una noción retorcida de lo que constituye una mujer real”.
Para Amel Alghrani, experta en derecho médico de la Universidad de Liverpool, más allá de las preocupaciones sobre la seguridad y la eficacia del procedimiento, “debe haber un debate sobre si la libertad de procreación también abarca el derecho a gestar y, si es así, si esto aplica solo para las mujeres ‘cis’ (que se identifican con su sexo biológico) o también a los hombres ‘cis’ y a los transexuales”.
“El trasplante de útero plantea la esperanza de que las mujeres trans experimenten la maternidad gestacional y consideren el embarazo como el paso final en la realineación de su vida, de acuerdo con el género con el que se identifican –señala la académica–. Esto podría llevar a otros a exigir trasplantes, incluidos hombres heterosexuales y parejas homosexuales, lo que permitiría a las parejas compartir las cargas reproductivas y las alegrías del embarazo”.
El ‘Daily Mail’ también citó a ginecólogos y expertos que “están cada vez más convencidos de que la implantación de una matriz en una persona nacida con órganos masculinos es posible”. Varios de ellos señalaron que “está a solo una década de distancia”.
Mientras tanto, algunos apuntan a los problemas psicológicos derivados de la infertilidad que, en el mediano plazo, podrían solucionarse con este tipo de intervenciones.
Un estudio de Womb Transplant UK mostró que el 27 por ciento de las relaciones de pareja se descomponen después del fracaso del tratamiento de fertilidad, y que el 13 por ciento de las mujeres incluso consideran el suicidio. Además, la mitad de ellas describió la infertilidad como la experiencia más perturbadora de su vida, y siete de cada diez se sienten “defectuosas” por no poder dar a luz.
Tal vez, como lo señala Alghrani, a medida que la ciencia continúa impulsándonos hacia territorios desconocidos, el debate debería contemplar todas las aristas posibles sobre la libertad reproductiva de las mujeres, los hombres y los transexuales, incluido el derecho a gestar.

Un proceso muy complejo

El trasplante de útero no busca salvar vidas, sino crearla mediante la combinación con técnicas de reproducción asistida. Todo el procedimiento, hasta el parto, requiere de intervención médica.
El primer paso es que el paciente inicie un tratamiento con inmunosupresores para evitar que la matriz donada sea rechazada. Después, es sometido a controles periódicos. Si todo avanza correctamente, después de un año se implanta un embrión y se vigila de cerca su desarrollo. El bebé debería nacer por cesárea entre las semanas 35 y 37.
En teoría, es posible tener un segundo bebé. Seis meses después del nacimiento, el útero donado se extrae para poder suspender los inmunosupresores.

‘Estamos expandiendo la idea de familia’

Trystan Reese y Biff Clapton, su pareja, viven en Portland, Oregón (Estados Unidos), donde la mayoría de las personas tiene una actitud de ‘vive y deja vivir’, cuenta Reese, por lo que no tuvieron dificultades en mostrar su embarazo en público.
La paternidad no es nueva para ellos, pues ambos adoptaron a los sobrinos de Biff hace 5 años.
Cuando quisieron ampliar la familia, Reese fue a ver a un especialista en fertilidad.
Después de hacerle exámenes, llegaron a la conclusión de que para él no sería muy distinto tener un hijo que para una mujer que hubiera estado en tratamiento hormonal para evitar el embarazo. Solo necesitaba dejar de tomar testosterona para volver a tener ciclos menstruales normales. Su embarazo ha supuesto un hito para la apertura de la comunidad transexual y el debate sobre las nuevas formas de familia. EL TIEMPO conversó con él vía correo electrónico.
¿Qué los llevó a hacer público su embarazo?
Queríamos que otras personas transexuales pudieran ver que tener una familia es posible; que ser apoyado por su comunidad, encontrar el amor y tener una vida feliz es posible. Creo que hace diez años, cuando (el transexual) Thomas Beatie mostró su embarazo, el público no estaba preparado. Pero ahora hay tantas historias sobre lo difícil que es ser transgénero que queríamos que otras personas supieran que también hay esperanza. Estamos aquí para continuar expandiendo la idea de lo que significa una familia.
¿Cree que contar su historia ayuda a hacer avanzar el debate sobre estos temas?
Eso espero. Queremos mostrar que algunas personas transexuales se sienten lo suficientemente cómodas en sus cuerpos para acoger las cosas que nos hacen diferentes, lo que puede significar gestar y dar a luz a un niño.
Yo fui capaz de cambiar mi cuerpo lo suficiente para darme la vida que necesitaba tener y también para crear una nueva vida. En este mundo hay muchas maneras de ser un hombre o una mujer, y también hay muchas maneras de ser una persona transgénero.
Al nacer, usted le asignó un sexo a su hijo. ¿Le parece que eso es coherente con ser transgénero?
Ser transgénero es todavía una ocurrencia bastante rara. Es muy probable que Leo no vaya a ser transgénero y que se identifique como un niño. Por lo tanto, al menos por ahora, hemos elegido asignarle el sexo masculino.
Antes de tener a Leo, usted ya era padre adoptivo de los sobrinos de Biff. ¿Cómo fue esa transición hacia otro tipo de familia?
Ciertamente fue lenta. No queríamos obligarlos a empezar a vernos como sus padres, queríamos que ellos tomaran la iniciativa en eso. Dejar ir a un padre biológico y abrazar a un padre adoptivo es un proceso delicado, y tratamos de darles el espacio que necesitaban para pasar por eso. A lo largo de los años dejaron de llamarnos “tío” y comenzaron a llamarnos “papá”. Siempre respondimos a cualquier nombre con el que nos llamaran, y simplemente les mostramos amor y apoyo durante todo el camino.
¿Qué opina de que los hombres transexuales reciban trasplantes de útero para quedar embarazados?
Creo que quien decida ser padre, ya sea mediante la adopción, la subrogación de vientre, la fecundación ‘in vitro’, la implantación uterina o a la antigua, tienen mi bendición, siempre y cuando lo haga con cuidado y atención.
IRENE LARRAZ
Para EL TIEMPO
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