Aunque la adolescencia de hoy resulta para los padres un tiempo difícil, existen maneras más asertivas que otras para enfrentar y disfrutar esta intensa etapa de la vida.
No se trata de abracadabras, sino de estrategias que ayudan a lograr el equilibrio. Entre otras, mezclar perspectivas realistas, expectativas acordes a la etapa, calcular los riesgos reales de los comportamientos, vencer la visión fatalista, tener un enfoque claro frente a las normas y dar orientación afectuosa.
A esa combinación la llamo ‘economía psicológica’, pues ha resultado muy útil y efectiva a la hora de disminuir el estrés.
No es nada personalHacer las cosas solos y tomar decisiones genera discusiones. Por un lado, es preciso reconocer que en la adolescencia la independencia es la búsqueda de identidad y que conductas que resultan difíciles de manejar no son por el deseo deliberado de molestarnos. Los jóvenes deben aprender a desenvolverse, y esto no es que permitirles hacer lo que quieran, sino generar oportunidades para que tomen sus decisiones y asuman consecuencias, sin tener que dar grandes dosis de cantaleta.
Con los permisos, una negociación de gana-ganaEste es uno de los caballitos de batalla de la relación padre-adolescente. Escuchar con objetividad y tratar de establecer buenos acuerdos, justos para ellos y tranquilizadores para los papás, es la regla de oro. Siente su posición al respecto, pero deje que su hijo explique la de él. Negar permisos para protegerlos no garantiza su seguridad. Hágale saber al joven que según su responsabilidad y confianza, los permisos pueden crecer o disminuir. Si ya concedió el permiso, deje que sea él quien resuelva cómo manejarlo. No dé tantas instrucciones.
Los desacuerdos en su justa proporciónUna característica de la adolescencia es el disentimiento con padres y con figuras de autoridad, ya que una manera de construir personalidad es distanciarse de estas. Dé a cada desacuerdo el tamaño que merece, no se desgaste en peleas, sobre todo de temas como religión, política o sexo. No tome de manera literal las posturas de los jóvenes, estas cambian. Evite los discursos largos y moralistas, tratarlos con agresividad, compararlos negativamente o regañarlos en público.
No es que no lo quieranAunque parezca que sus hijos no quieren saber nada de usted ni de su familia, estas marcan un norte en sus vidas. El que ya no hagan tantos planes y prefieran sus amigos no significa que se hayan distanciado. Los padres sí pueden expresar estos sentimientos de manera honesta, pero sin hacerlos sentir culpables; esto puede acrecentar la distancia. Busque nuevas formas de compartir tiempo juntos y estar en comunicación, por ejemplo, actividades de corta duración, usar el chat o practicar un deporte.
Aceptar los cambiosEstar dispuesto a la apertura y al cambio que el adolescente va a promover en su vida y en su familia es una de las claves en esta etapa. Mantenerse informado y conocer los cambios físicos y psíquicos por los que va a pasar su hijo dan una pauta de posibles comportamientos. No se tome demasiado en serio las protestas de los adolescentes ni las considere un ataque personal. Tampoco reaccione exageradamente a ellas. No se predisponga ni esté prevenido u orientado a que todo va a ser negativo, caótico o complicado.
No todo es gravePreste atención únicamente a los aspectos de los adolescentes que realmente importan: sus sentimientos, necesidades y expectativas. Intentos juveniles por llamar la atención, como la vestimenta, sus gustos, la música, el manejo del cuerpo o la sexualidad, aunque impresionen a los adultos, no siempre son asuntos de gravedad. No hay que desentenderse de las conductas inadecuadas, pero no es preciso afrontarlas como algo definitivo y caótico.
¿Por qué incumple?Cuando un joven quebranta normas es vital saber en qué condiciones sucede. Si es frecuente o si es aislado. Muchas veces son reacciones a eventos que lo afectan emocionalmente, como problemas familiares, en el colegio, o simplemente una manera de expresar rebeldía. Escuche sus argumentos y recuerde con firmeza las reglas, sin gritar. No se quede en la crítica, dele la posibilidad de que repare sus errores y exprésele reconocimiento si cumple con las normas.
Conductas desafiantesSon de los aspectos que más afectan a los padres y causan más angustia. Lo inteligente es elegir qué batallas dar. Los extremos desgastan, son poco útiles y contraproducentes. Tampoco es bueno poner nuestra posición por encima de todo y no pasar nada. O dejarse intimidar por este comportamiento y terminar dándose por vencidos, cediendo a sus peticiones aunque sean absurdas. Esto genera un permanente chantaje que menoscaba la autoridad y el respeto.
Tecnología y sexoEs importante hacer una supervisión, pero en un marco de respeto y sensatez. Establecer normas claras y sus respectivas consecuencias, así como tener conversaciones cortas sobre estos temas, es un gran logro. Tomar decisiones extremas, prohibir todo o dar plena libertad son medidas riesgosas. En algunos aspectos podemos intervenir, pero en otros es importante confiar en que él, con las herramientas dadas, tomará buenas decisiones.
María Elena López
Psicóloga de familia
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