Ricardo Cariaga y Mónica Silva se conocían desde los 9 años. Se casaron a los 22, y 12 años después, con dos hijas, enfrentaron una crisis matrimonial: “Habíamos entrado en la rutina, en la falta de pasión. Nos queríamos y nos sentíamos comprometidos, pero necesitábamos ayuda porque entre nosotros, la verdad, no pasaba nada. Y buscamos donde se buscaba entonces: en las páginas amarillas”, cuenta el entonces realizador audiovisual.
“Fuimos a tres psicólogos, y los tres nos dijeron que nos teníamos que separar; no podíamos creer que esa fuera la solución. Nosotros no nos queríamos separar”, dice la entonces educadora diferencial.
Hoy, Ricardo y Mónica están a cargo de Vivir en Pareja, un centro por el que –según cuentan– pasan unas mil parejas al mes. La cifra impresiona, pero para ellos es la confirmación empírica de lo que arrojan las cifras del registro civil, que hablan de un explosivo aumento en Chile de divorcios en matrimonios que duran cinco años o menos.
Esa creciente realidad hizo que ambos dejaran sus antiguas profesiones y hoy sean el coach y la psicóloga que lideran un equipo de 30 personas –la mayoría psicólogos– que tienen a su cargo guiar a las parejas a través de distintos episodios de dificultad.
Pero, conforme a su experiencia, es importante que las parejas sepan diferenciar qué tipo de asistencia es la que necesitan para su tipo de problema. En términos simples, si requieren una “capacitación” o una “sanación”, un psicólogo o un coach.
En el mundo de las empresas, el coaching surgió como una herramienta que se aplica en organizaciones y personas para mejorar sus competencias, y así lograr el éxito tanto en el ámbito profesional como personal.
“La mala comunicación es uno de los temas que más aparecen en el coaching”, explica Claudia Musre, psicóloga y coach de parejas. “Las parejas llegan igual que los clientes de empresa, con el problema claro, y nos fijamos metas igual de claras. Para eso podemos entregar herramientas simples, como elegir una consigna o palabra que, al ser dicha en medio de un diálogo, alerte al otro de que está generando hostilidad. Así se vuelven conscientes de lo que va sintiendo el otro y pueden evitar llegar a la discusión.
Esa misma dificultad de adecuación desde el lenguaje, los coach la observan en temas cotidianos como el cuidado de los hijos o la repartición de roles y tareas en el hogar.
“Es muy común sentir que en la crianza se desautorizan uno al otro, y es porque provienen de modelos (culturas) distintos”, continúa Musre. “Y ahí la meta es llegar a construir acuerdos. Lo importante es que ninguno sienta que el otro se está imponiendo, sino que están trabajando como equipo en lograr la mejor solución”.
Otro recurso con que suele trabajar el coaching en las empresas es crear nuevos contextos para que los trabajadores ejerciten su creatividad: salir de trekking, hacer canopy, guerras de pintura o armar bandas de rock. Con las parejas sucede algo similar.
“El aburrimiento, la rutina, es el cáncer de las parejas”, dice Ricardo Cariaga, autor del libro ¿Por qué nuestra relación no funciona si nos queremos tanto? “Las parejas se distancian porque se preocupan de cumplir roles de padres, de trabajadores, y se olvidan no solo del otro, sino que de ellos mismos, de qué es lo que los hace felices individualmente y de cómo pueden aportar a que el otro logre su felicidad, para así aportar al bien común de esa empresa que se llama pareja. Entonces, tenemos que hacer que ellos identifiquen qué los apasiona y generar espacios para desarrollar esa pasión, esa complicidad”.
Cristina Vásconez, publicista y coach ontológica con certificación Newfield, que acaba de publicar el libro Por qué me va mal en el amor, cree que incluso la “capacitación” para el amor debe comenzar antes de que la pareja se llegue a constituir. “Nos han inculcado que el amor basta, pero no. Hay mucho trabajo que hacer: ante todo, conocerse uno mismo, saber qué es lo que buscas en una pareja, qué es lo que se requiere y necesita; y que eso no es solo que te quieran”. Para la coach es básico que, antes de unirse formalmente, las parejas conversen sobre los estilos de educación que esperan darles a sus hijos, los modelos de división de trabajo doméstico y de vida en pareja con que crecieron, y cómo eso los impactó. En su opinión, tomar conciencia de eso cambiará la forma como se comunicarán.
Solo una formación rigurosa permitirá abordar conflictos que encierran problemas que se deben tratar en el espacio terapéutico que un psicólogo o psiquiatra sabe dar, como una infidelidad o problemas sexuales.
Para Edmundo Campusano, director de la Escuela de Psicología de la Universidad Mayor, “la psicoterapia requiere un método, una estrategia para aliviar el sufrimiento de quienes llegan porque están entrampados en un problema que no pueden solucionar solos, requieren una intervención de alguien, de un experto, que va aliviar su dolor”, sostiene.
Ricardo Cariaga dice que en sus sesiones de coach lo principal es evitar que los problemas ocurridos vuelvan a suceder, sin buscar tanta explicación o preguntarse el porqué. En cambio, cuando se decide asistir a un espacio terapéutico se trabaja más desde la raíz que desde la cotidianidad.
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