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Salud

‘Es dramático’: testimonios desde la primera línea de covid-19

En Cali y el Valle del Cauca la ocupación UCI supera el 95% por lo que las autoridades municipales ampliaron el toque de queda y la ley seca y así ayudar al personal de salud y tratar que lleguen menos pacientes a los centros médicos, pues muchos excedieron la capacidad. Mientras tanto en la Clínica Versalles luchan por salvar la vida de decenas de personas, pero hay unos que fallecen a raíz del covid-19.

En Cali y el Valle del Cauca la ocupación UCI supera el 95% por lo que las autoridades municipales ampliaron el toque de queda y la ley seca y así ayudar al personal de salud y tratar que lleguen menos pacientes a los centros médicos, pues muchos excedieron la capacidad. Mientras tanto en la Clínica Versalles luchan por salvar la vida de decenas de personas, pero hay unos que fallecen a raíz del covid-19.

Foto:Juan Pablo Rueda Bustamante / El Tiempo

Incertidumbre, impotencia y exceso de trabajo, los sentimientos que predominan en los especialistas.

Más de 80.000 muertos y 3,1 millones de casos oficialmente confirmados marcan el ritmo de la pandemia en medio de un tercer pico devastador que atraviesa el país, en el que los recursos sanitarios para atender a los afectados empiezan a ser escasos.
De hecho, la ocupación de las 12.986 camas de UCI se encuentra a tope en las ciudades y regiones con mayores contagios, al punto que el 15 por ciento de ellas que hoy están disponibles resulta insignificante ante las listas de espera de pacientes graves que amenazan con crecer en medio de la angustia general.
Otro indicador que ratifica esta situación es el nivel del índice de contagio –número de personas que infecta un contagiado–, que de acuerdo con el Instituto Nacional de Salud (INS), hoy tiene en promedio uno de los más elevados de los últimos meses (1,75), que asciende en ciudades como Bogotá (2,35), Barranquilla (2,26), Medellín (2,45) y Manizales (2,4), lo que le permite inferir al mismo INS, de acuerdo con sus modelamientos, que para la próxima semana habrá una aceleración de contagios que se mantendrá hasta el 20 de mayo, lo que empeorará la situación.
Y si bien hay factores como las movilizaciones sociales que podrían explicar esta aceleración de la pandemia, lo cierto es que una mirada hacia atrás demuestra que entre enero y mayo de este año, se han presentado el 44,7 por ciento de todos los casos registrados en la pandemia y en el mismo período han ocurrido el 54,1 por ciento del total de las muertes acumuladas, lo que de acuerdo con Álvaro Cardona, doctor en salud pública de la Universidad de Antioquia, da a entender que existen condiciones diferentes a las marchas que están actuando en esta dirección.
El mismo Cardona enfatiza que la dinámica pandémica en la que aún existen muchas personas susceptibles ante un virus que lejos de debilitarse se presenta con variantes más agresivas, mezclada con el cansancio de la población frente las medidas de bioprotección, la fragilidad de algunas autoridades para tomar decisiones con carácter preventivo y una lentitud relativa de la vacunación, terminan por favorecer las infecciones y prolongar este tercer pico.
En este sentido vale la pena referenciar que los contagiados continúan siendo mayoritariamente personas jóvenes, pero los casos graves y las muertes –hasta hace unos meses reservadas para personas mayores– poco a poco han cedido terreno ante la afectación de una población más joven, que por sus características, en palabras de Julio César Castellanos, director del hospital San Ignacio en Bogotá, prolonga las estancias en cuidados intensivos y con esto la disminución, aun mayor, de las camas disponibles en estas áreas.

Una mirada a la Mortalidad

De todas las muertes registradas en el país, una de cada cinco ha ocurrido en Bogotá y por su parte, las capitales de los 32 departamentos concentran el 62,6 por ciento de ellas. Con respecto a las edades, tres de cada cuatro fallecimientos causados por covid-19 son en mayores de 60 años y la mayor tasa de letalidad (33,5%) está en personas de 90 a 99 años, seguida de un 25,7 por ciento en el grupo de 80 a 89 años; cifras que contrastan con los bajos niveles de infección general que en estas edades apenas son un 16 por ciento del total nacional.
Según datos de Our World In Data, una iniciativa de la Universidad de Oxford, en números absolutos Colombia ocupa el puesto de 10 entre los países con más fallecimientos. Estados Unidos es el que más muertes tiene, con más de 584.000.
En este contexto general de la pandemia, quienes la enfrentan, desde el punto de vista existencial, también refieren una situación inédita en medio de su trabajo. EL TIEMPO habló con algunos de ellos.

‘Recibimos los que están para morirse’

Patricia Salcedo, enfermera perfusionista e integrante principal del equipo de oxigenación por membrana exterior (ECMO) de la Clínica Shaio en Bogotá, asegura que nunca se imaginó –en sus 35 años de experiencia– ver tanta gente necesitada de un procedimiento destinado a personas que están al borde de la muerte por deterioro completo de sus pulmones.
Según Salcedo, el ECMO es el último recurso que les queda a quienes la ventilación mecánica y todos los procedimientos de UCI les han sido insuficientes, y se alarma ante la demanda creciente de jóvenes, incluso menores de 30 años.
“Es tan dramática la situación que enfrentamos que hay familias que nos ofrecen comprar los equipos y donarlos con tal de acceder a una cama”, manifiesta esta enfermera supra especializada, en medio del cansancio que le genera atender el cupo completo de una unidad que no da abasto y en la que la muerte de los pacientes se convierte en la esperanza, paradójicamente, de quienes claman por un lugar en esta sofisticada tecnología.
Y aunque pocos llegan a sus manos y los desenlaces no siempre son favorables, Salcedo no duda en declarar que su alegría es inmensa cuando después de luchas continuas minuto a minuto, algún paciente se recupera. “Es el precio más grande que compensa el trabajo sin descanso, incrementado por la escasez de personal capacitado en esta tarea y multiplicado por la comparsa de un covid-19 que no ha dado tregua”, remata la perfusionista.

‘Pocos conocen la angustia que se vive en las casas’

Germán Maldonado, médico de la Universidad Nacional, experto en atención domiciliaria, dice que muchas personas prefieren enfrentar la infección por covid-19 en su casa con la esperanza de que se van a mejorar y en medio del temor que les generan los hospitales.
Dedicado desde hace más de dos décadas a tratar todo tipo de enfermedades en el contexto del hogar, Maldonado manifiesta que los casos por covid-19 con sus diferentes afectaciones le han generado la necesidad de replantear su trabajo dada la incapacidad que le genera encontrarse ante situaciones en las que se mezclan no solo la enfermedad y sus síntomas sino también componentes de orden social, económico, familiar y emocional.
“En este tiempo los diagnósticos de las neumonías virales resultan más fáciles, porque hemos terminado aprendiendo a la fuerza sobre unos cuadros clínicos que cada día son más comunes”, agrega Maldonado, quien además ve con preocupación que muchas familias angustiadas se encierran a la espera de un milagro o de que remedios al alcance de su mano los saque del problema.

Nada más angustiante que una llamada para avisar que algún paciente ha muerto. Hasta las condolencias terminan convertidas en lugares comunes

Este curtido médico es testigo de que muchos cuadros positivos se quedan sin la confirmación oficial, simplemente porque la gente no acude al sistema hospitalario e incluso terminan por fallecer en casa entre dramas y discusiones familiares que fluctúan entre el negacionismo y las culpas mutuas en las cuales es difícil mediar.
“Nada más angustiante que una llamada a destiempo para avisar que algún paciente ha muerto en su casa. Ahí la impotencia a la que nos ha traído la pandemia se multiplica porque hasta las condolencias terminan convertidas en lugares comunes”, dice con tristeza Maldonado.

‘Tomar decisiones es complejo’

Carlos Eduardo Pérez, jefe de infectología de la clínica de Marly y del Hospital de la Samaritana, dice que a diario se enfrenta la incertidumbre ante pacientes que se niegan a la intubación y a conectarse a un respirador y a los que el miedo les resulta más fuerte que la enfermedad.
Manifiesta que liderar el equipo de médicos que están con los pacientes, atender los procesos administrativos, resolver las preguntas de colegas y familiares y estudiar todo el tiempo resulta agobiante en medio de una demanda creciente de atención.
Pérez, uno de los infectólogos más relevantes en el país, dice que tomar decisiones en estas condiciones es complejo y que si bien en ocasiones no se tiene plena certeza sobre si son correctas o no, se tiene la tranquilidad profesional de que están basadas en la mejor información disponible y aplicadas con la mayor sensatez en cada caso.
“Trabajamos con la convicción perpetua de que lo que hacemos siempre ayudará a un enfermo y esa es la razón para levantarnos todos los días”, dice el especialista.

‘Duele que los pacientes mueran’

Jairo Pérez Cely, anestesiólogo-intensivista, director de la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Universitario Nacional se declara dolido por la incapacidad que enfrenta al no poderle brindar una cama de su servicio a quienes lo necesitan y tener que escoger el orden para asignar este escaso recurso.
Agrega que no se ha acostumbrado a aceptar que las familias no puedan acompañar a los suyos en un ambiente de elevada carga emocional y tener que limitar el contacto institucional a una llamada telefónica o virtual.
A pesar de pertenecer a un equipo altamente calificado en cuidado crítico le resulta frustrante la impotencia con la que tiene que enfrentarse a una enfermedad desconocida, a pesar de poner todos sus conocimientos y la mejor tecnología disponible que terminan cediendo ante un virus que arrasa con la vida de sus pacientes. De igual forma no supera el dolor que le genera la muerte de sus colegas por esta misma causa y el miedo que conlleva saber que su trabajo implica un alto riesgo para él y su familia.
Tampoco deja de manifestar su preocupación por la cantidad de colombianos que hoy no tienen acceso a una cama de UCI y que pueden fallecer por complicaciones derivadas de esta inasistencia. “Nos duele muchas cosas, pero más la soledad de nuestros pacientes y no poder ayudar a sus familias”, relata Pérez.
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