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Salud

'No hay que entrar en el debate de la plata o la vida'

Julio César Castellanos Ramírez, director del Hospital Universitario San Ignacio.

Julio César Castellanos Ramírez, director del Hospital Universitario San Ignacio.

Foto:Archivo particular

Así lo asegura Julio César Castellanos, director del Hospital Universitario San Ignacio.

“El coronavirus llegó para quedarse en el mundo y hasta que no exista vacuna, esto no va a cambiar”, dice Julio César Castellanos Ramírez, director del Hospital Universitario San Ignacio, una entidad que, por sus características, ha tenido que prepararse a pasos agigantados, para enfrentar la pandemia de covid-19.
Reconocido como uno de los administradores más pragmáticos y eficientes en el sector de la salud, Castellanos ha sido uno de los líderes en el proceso de ajuste obligado que en el campo asistencial han tenido que realizar muchas entidades prestadoras para evitar los potenciales desbordes que de acuerdo con lo observado por otros países, pueda ocasionar el nuevo coronavirus.
Catorce años de experiencia en este cargo, le proporcionan la suficiente tranquilidad para hablar desde el conocimiento sobre un tema que inquieta a la población en general: la verdadera capacidad de los hospitales de alto nivel para atender al posible volumen de enfermos que puedan presentarse.
En diálogo con E TIEMPO, habló de su hospital y de su percepción sobre la preparación del sistema de salud y las medidas tomadas por el Gobierno en esta coyuntura.
¿Cómo está el Hospital San Ignacio en este momento?
Afortunadamente, no estamos al tope. Tenemos capacidad para responder y estamos manejando todos los pacientes sintomáticos como si fueran afectados por covid-19. Esto requiere tener más gente aislada y aunque la demora en las pruebas nos lentifica algunos procesos, nos seguimos preparando. La verdad, los dos meses que el país tuvo de ventaja, después del inicio de la pandemia, nos ayudarona alistarnos. Pero la carencia de equipo como ventiladores, nos preocupa mucho, porque los países que tuvieron antes la epidemia, se adelantaron a comprar y hoy estamos frágiles en dotación. En este sentido, nos toca comprar lo que esté disponible, con el agravante de que hay que hacerlo en dólares y eso retarda mucho más las cosas.
¿Cómo ha sido esta preparación?
Desde enero pusimos en práctica lo aprendido con la epidemia del Sars y del AH1N, ajustamos protocolos y de la mano de las sociedades científicas y adoptamos guías de protección para todo el personal.
También hemos cambiado las características de unas camas, para que sean de cuidado intensivo en un plan de expansión de más de 150, en el hospital y 135 en la sede de Compensar de la 26, en donde adelantamos obras a gran velocidad.
A la par hemos fortalecido algunos procesos de bienestar, para garantizarles descanso y tranquilidad a los trabajadores, en razón de que ese es nuestro recurso más importante.
Aunque estamos centrados en los pacientes con problemas respiratorios, tenemos que seguir asistiendo a los demás, pues este es un hospital de alta tecnología, para lo cual hemos adaptado consultas virtuales. Hemos tenido que priorizar lo más urgente y diferir lo que se pueda.
Hoy tenemos un hospital más virtual, aunque con toda la planta y capacidad de operación funcionando, para responder a la emergencia.
Hemos insistido para que la gente con enfermedades crónicas le exija a sus EPS que los atiendan, en razón de que estos podrían ser los más afectados por el nuevo coronavirus.

Desde enero pusimos en práctica lo aprendido con la epidemia del Sars y del AH1N, ajustamos protocolos y de la mano de las sociedades científicas y adoptamos guías de protección para todo el personal

¿Cómo lo ha impactado el creciente número de casos?
Tenemos más pacientes hospitalizados, pero insisto, el problema son las pruebas y nos preocupa que terminen falleciendo, sin diagnósticos claros. Esperamos poder realizar pruebas para mejorar en ese aspecto. Sin embargo, frente a la pandemia todavía tenemos capacidad, aunque llegado el momento, por falta de respiradores, no podríamos tener listas las más de 100 camas. Sin embargo, mantenemos el optimismo de que esto se pueda solucionar.
Estamos compitiendo a nivel mundial por tener los elementos necesarios y por tener ventiladores, a nivel local. Pero estamos muy positivos, y con muchas expectativas.
Hay casos que así reciban atención perfecta, no se pueden salvar. Lo grave es que al quedar desbordada la capacidad, se mueran algunos pacientes salvables.
¿El personal especializado siempre es escaso, ¿cuál es la estrategia para atenuar esta situación en el momento actual?
Los especialistas siempre son escasos. Montamos cursos virtuales para que desde las especialidades instruyan y apoyen a los médicos generales, para que también puedan trabajar. De igual forma, anestesiólogos, neurólogos y médicos de otras disciplinas, reciben capacitación, para brindar apoyo en temas respiratorios. Es un entrenamiento sobre ventilación, medicamentos y, lo más importante, cuidado personal.
¿Cuál es su balance, sobre las medidas adoptadas por el Gobierno, pasado un mes del inicio de la pandemia en el país?
Nos han ayudado mucho, a pesar de la curva creciente de casos, no hay desborde en la capacidad de atención. Mi percepción es que han trabajado bien. Los modelamientos vaticinaban curvas muy ascendentes y vemos que la realidad es más favorable, aplicando los procesos de manera juiciosa. Lo cierto es que hay que tener presente que sin el solo distanciamiento social y el confinamiento de las personas mayores los gastos pueden ser proporcionadamente altos. No hay que cuestionar las medidas, porque los resultados son reales. 
¿Qué falta?
Conciencia y educación en las personas que no acatan las medidas sanitarias de manera rigurosa y aunque hay algunos que desobedecen porque dependen de la informalidad para ganarse el sustento, urge reactivar cadenas de valor de economía con los trabajadores de otros grupos. Hay que decirlo, pero fallamos en cultura ciudadana y se requiere una orientación más completa en este sentido, incluido el comportamiento dentro de la casa, para evitar que la cuarentena se convierta en otro factor de riesgo.
No sobra llamar la atención sobre la falta de respeto a los trabajadores de la salud y a la falta de autoridad de quienes vigilan, eso es muy importante.

Estamos compitiendo a nivel mundial por tener los elementos necesarios y por tener ventiladores, a nivel local. Pero estamos muy positivos, y con muchas expectativas

¿Qué recomienda?
La recomendación más sencilla es que la gente entienda que la cuarentena tiene utilidad para beneficio de todos y que aplicar las medidas más simples como el lavado de manos, el distanciamiento social y proteger a los grupos vulnerables, son salvadoras. Por su puesto, tengo que recomendar a todas las cadenas de producción, para que agilicemos y sensibilicemos los procesos, para que podamos tener las dotaciones necesarias, para responderle como se deba a la sociedad y eso incluye desde ventiladores, hasta elementos de protección.
Hay un debate sobre la duración de la cuarentena. ¿Qué opina?
El nuevo coronavirus llegó para quedarse en el mundo y hasta que no tengamos vacuna, esto no va a cambiar. Habrá que modificar muchas cosas y mantener con rigor las medidas de higiene. En tal sentido hay que saber que no habrá normalidad sin vacuna.
¿Y la duración de la cuarentena?
No hay que entrar en el debate de la plata o la vida. Lo primero que hay que preservar es la vida y, amparados en la pirámide de Maslow, hay que garantizar por encima de todas las necesidades vitales de las personas. Y eso incluye el respaldo de la sociedad a los más vulnerables. Luego hay que garantizar la seguridad para todos y naturalmente, los componentes de bienestar. Y en ese sentido, más que flexibilizar la cuarentena, se requiere desarrollar una economía alrededor de la vida de las personas bajo la premisa de que el nuevo concepto de salud se mide en la capacidad de la gente para enfrentar los desafíos de su vida cotidiana.
Si cada persona logra que a partir de la cuarentena aprenda a enfrentar los desafíos primarios como la vida en familia, reconocer la alegría y valorar elementos fundamentales de la convivencia humana, se edifica un nuevo escenario.
El objetivo es que a partir de esto se desarrolle un nuevo sentido de la vida en el que hay que vivir con o sin coronavirus, siempre procurando mejorar las condiciones, sobre un principio irrebatible: la vida es lo más importante y en Colombia es un derecho fundamental. En conclusión, primero la vida, pero manteniéndola a partir de garantizar las necesidades fisiológicas de seguridad y favorecer las condiciones de bienestar, para toda la comunidad. Y pensando en esto, se puede reactivar la economía, de manera progresiva, cubriendo primeramente, lo que la gente necesita.
Usted es un conocedor del sistema de salud. ¿Qué sugerencias les hace al Gobierno y a la gente para enfrentar el largo camino que falta por recorrer?
Creo que tenemos que ser menos complicados, más sencillos y rápidos; los procesos tienen que ser menos engorrosos, para que, por ejemplo, los recursos lleguen directamente a los prestadores. No es el momento para funcionar con intermediarios. Soy partidario de que sigan las buenas EPS y se cierren las malas. Y discúlpenme que lo diga, pero si a los hospitales no nos pagan las cuentas dentro de plazos aceptables, no tendremos cómo atender a los pacientes. Hay que trabajar y no es el momento para abrir discusiones políticas.
Tenemos que rodear a los mandatarios en este momento crítico y aportar desde nuestras esquinas, lo que podamos. El camino es largo y tenemos que prepararnos entre todos.
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