Balance de lo que ha pasado en Colombia a un año de la pandemia.

Los desastres en un año de pandemia

Document

Un año de niñez confinada

Mateo Chacón

Redactor de Educación
de EL TIEMPO

@DMateoChacon

Un robusto informe de Niñez Ya revela el impacto demoledor que la crisis por el coronavirus ha dejado en la población infantil. Rezagos en educación, violencia doméstica, desnutrición y reclutamiento forzado, entre los problemas más preocupantes.

“Me cuesta mucho concentrarme en las clases en casa y casi pierdo el año”, dice Tomás, de 11 años, en Bogotá.

“¿Cómo hablar con los papás y decirles que, aunque seamos niños, nosotros también tenemos derechos?”. La pregunta la hace Daniel Alejandro, un joven de 16 años de la ciudad de Medellín.

“Hay veces en que podemos comer una sola comida porque ya no tengo trabajo”, cuenta Maritza, una joven madre de dos niños, de 5 y 3 años, en Cali.

La pandemia ha dejado sembrados por todo el territorio nacional testimonios como estos, de niños, niñas y adolescentes que han visto cómo la emergencia puso en riesgo sus derechos más elementales.

Un problema sobre el cual se viene alertando desde hace meses. En mayo de 2020, Unicef aseguraba que antes de la pandemia, uno de cada seis niños en el mundo vivía en pobreza extrema y que la llegada del covid-19 tendría un impacto descomunal en el crecimiento de estas cifras.

La Unesco repitió varias veces los efectos del cierre de colegios y llamó a la situación actual una “crisis generacional”. Organizaciones sociales nacionales e internacionales hablaban de un aumento en la violencia infantil a causa del confinamiento. El Banco Mundial y la OMS señalaron que la salud mental y nutricional de los niños estaba en riesgo.

Ahora, un revelador y robusto informe de Niñez Ya, una asociación que reúne a más de 120 organizaciones que trabajan a favor de los derechos de la infancia, llamado ‘La pandemia tiene en crisis los derechos de la niñez’, revela que efectivamente el impacto de la crisis del coronavirus fue demoledor en los más pequeños y en sus familias.

El documento, elaborado con cifras oficiales y conocido por EL TIEMPO, hace especial énfasis en aquellos niños que viven en poblaciones rurales, alejadas y en condiciones de vulnerabilidad. Problemas en los procesos educativos, desarrollo de la primera infancia, violencia en los hogares e, incluso, el recrudecimiento de la violencia en las regiones han dejado su huella en los niños, niñas y adolescentes del país.

Violencia invisible, voces silenciadas

"A mí me gusta que me traten bien, con cariño y amor, que no me peguen y que me respeten" (niño/12 años/San Andrés)

Desde hace meses, diferentes organizaciones como Save The Children, World Vision, la Alianza por la Niñez y Fundación Plan, entre otras, vienen alertando de que la violencia en los hogares pudo haberse incrementado de una manera preocupante.

Y ese campanazo de alerta, a simple vista, parece contradictorio con las cifras oficiales. De hecho, en los primeros meses de la pandemia (de marzo a agosto de 2020), el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) reportó una reducción del número de denuncias y de procesos de restablecimiento de derechos.

Pero para Fedra Rubio, gerente de entornos protectores de World Vision, “la reducción de denuncias no significa que la violencia haya bajado. La vulneración de derechos de los niños ocurre principalmente en su hogar. La pandemia hizo aparecer en adultos síntomas de estrés tóxico, como irritabilidad, ansiedad o nerviosismo, lo cual puede favorecer un aumento en las violencias, no solo físicas sino psicológicas”.

Y añadió: “Las denuncias muchas veces se realizan porque un profesor en el colegio o el jardín identificó la situación o en el acompañamiento que hacen instituciones como el ICBF".

Cabe aclarar que, en los últimos meses de 2020, el ICBF reforzó los canales de atención, lo que permitió que las denuncias aumentaran a partir de septiembre, haciendo que las estadísticas en los meses siguientes fueran más altas que en el mismo periodo del año anterior.

Lina María Arbeláez, directora de la entidad, aseguró: “El año pasado recibimos más de 24.000 denuncias por vulneraciones físicas, psicológicas o sexuales. De esas, más de 12.880 casos fueron por violencia sexual”.

Para la funcionaria, “la vulneración de los derechos no es solo una estadística, o el caso de turno que nos indignó. Tiene que ser una consciencia generalizada en la que hay una corresponsabilidad de la familia, la sociedad y el Estado en la protección de los menores de edad”.

Educación desigual

“Me gustaría volver al colegio para ver a mis maestros. No me gusta estudiar en la casa porque envían la guía y no puedo ver bien la letra chiquita por el teléfono”. Joel Manuel, 6 años.

De todas las alertas hechas en el informe de Niñez Ya, quizás la que ha sido más discutida en diversos escenarios tiene que ver con los impactos negativos en la educación. La crisis llevó al cierre de los colegios, lo que afectó de manera considerable el acceso a la educación.

Y en este punto, el factor que incidió fue la conectividad, siendo los más afectados los estudiantes en zonas rurales o en condición de vulnerabilidad. Al no tener acceso a internet o equipos de cómputo, muchos debieron enviar tareas o recibir clases por WhatsApp y guías físicas.

"No es lo mismo estudiar frente a un computador, los aprendizajes no son iguales, y eso asumiendo que los niños tienen conectividad, lo cual no se aplica para la gran mayoría. Para ellos, la educación ha sido mínima", explicó la exviceministra de Educación Isabel Segovia.

De acuerdo con el Observatorio Contando lo Invisible, de Fundación Plan, alrededor de 1’980.000 niñas y niños de entre 5 y 11 años nunca han accedido a internet, lo que dificulta su formación.

Ante esta situación, Luz Enith Carreño, de la Fundación Empresarios por la Educación, mencionó que “esta situación es especialmente preocupante porque ha ahondado las desigualdades. Los más afectados son los de menos recursos o quienes viven en regiones apartadas. Pero también hay dificultades en la educación inicial, y esto afecta a todos los niveles sociales".

Uno de ellos es del Laboratorio de Economía de la Educación de la Universidad Javeriana (LEE), en el cual docentes de colegios públicos señalaron que 4 de cada 10 estudiantes no ingresan a clases por videollamada, mientras que 6 de cada 10 no participan en actividades asincrónicas como las guías en casa.

Se espera que todos estos impactos se contrarresten con el retorno a las aulas. El Ministerio aseguró que 83 de las 96 secretarías de Educación del país ya implementan la alternancia. Sin embargo, Segovia señala que "el proceso ha ido demasiado lento y no hay información consolidada y pública respecto a cuántas sedes y cuántos estudiantes están regresando a clases presenciales".

“No solo se debe retornar a las aulas cuanto antes, sino que, además, es necesario implementar un sistema de tutorías y nivelación académica para remediar los rezagos en el aprendizaje de todo un año perdido en el 2020, más el tiempo que llevamos del 2021, por el cierre de los colegios”, recomienda el LEE.

Salud infantil, en segundo plano

“La prioridad del sistema de salud en los últimos meses ha sido la emergencia. Esto ha causado que se preste menos atención a otros temas como la atención maternoinfantil o la nutrición y el desarrollo infantil”, asegura Sandra Mesa, profesora de la Universidad de Antioquia y colaboradora en el informe de Niñez Ya.

Según la encuesta Pulso Social del Dane, a diciembre del año pasado, el 34,1 por ciento de los hogares dejaron de asistir a consultas médicas y de desarrollo integral infantil.

Diana Pineda, líder de inversión social de la Fundación Éxito, señaló que dicha problemática, sumada a complicaciones económicas de los hogares, ha causado un retroceso en los objetivos para erradicar la desnutrición crónica, estimada en unos cuatro años.

"Existen aspectos como el aumento del desempleo, que ha afectado con más fuerza a sectores de por sí vulnerables, lo cual complica la adquisición de alimentos”, mencionó la experta.

Al respecto, en la encuesta Research for Effective Covid-19 Responses (Recovr) se evidenció que más de un tercio de los encuestados redujeron el número de comidas diarias. En el caso de familias donde hay niños y predomina el empleo informal, el número alcanzó el 57 por ciento. En hogares sin empleo, la cifra fue del 75 por ciento.

“También hay otros factores como el cierre de los colegios y jardines infantiles, donde los niños recibían hasta el 80 por ciento de su alimentación diaria", afirmó Pineda.

A propósito, el Gobierno ha realizado diferentes estrategias para suplir la alimentación escolar. Por un lado, el Ministerio de Educación adaptó el Programa de Alimentación Escolar (PAE) para ser entregado en casa, mientras que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar asignó canastas nutricionales que aportan el 70 por ciento del valor calórico que requieren los niños, así como canastas especiales para casos de desnutrición o madres gestantes en riesgo.

Pero la desnutrición no fue lo único que se disparó en la emergencia. De acuerdo con la Fundación Éxito, hubo un repunte en las muertes maternas durante la pandemia respecto a los datos de 2019. A noviembre de 2020 se habían registrado 348 casos, mientras que en el mismo periodo del año anterior fueron 261.

“Es fundamental que se tomen medidas para priorizar la atención de salud a la primera infancia y madres gestantes. Los riesgos de no hacerlo pueden ser catastróficos. El llamado es a fortalecer medidas de seguimiento prenatal, de crecimiento y nutrición para contrarrestar las afecciones que pueden aumentar con la pandemia”, dice Pineda.

La niñez en medio del conflicto

Mientras el país estaba confinado, el conflicto armado en las regiones no paró, y los niños también fueron presa de sus garras. Así lo explica Felipe Cortés, director nacional de Incidencias, Comunicaciones y Campañas de Save The Children.

"Tras el proceso de paz con las Farc, hay disputas de control territorial que afectan a la sociedad civil, particularmente a los niños. Vemos señales de preocupación en temas como las masacres, en las que menores de edad han sido víctimas, el incremento en el reclutamiento infantil por parte de grupos armados, y un aumento en el número de niños, niñas y adolescentes que fueron desplazados", sostiene Cortés.

Vale recordar la masacre de los cinco adolescentes de entre 14 y 17 años que fueron asesinados en un cañaduzal del barrio Llano Verde, en Cali.

Las cifras son alarmantes. Según la Coalición contra la Vinculación de Niños, Niñas y Jóvenes al Conflicto Armado (Coalico), el delito que más se intensificó en el marco de la emergencia fue el desplazamiento forzado.

En 2019 hubo reportes de 3.500 niños, niñas y adolescentes desplazados por el conflicto, mientras que en 2020 la cifra llegó a los 5.742. Es decir, 2.242 víctimas más.

De igual forma, el año pasado el país pasó de registrar 222 menores de edad víctimas de reclutamiento, 22 más que lo acumulado en 2019, según la misma organización. Este delito fue especialmente alto en regiones donde se ha intensificado la violencia, como Antioquia, Chocó, Nariño y Valle del Cauca.

“Otros eventos que afectaron a esta población fueron el bloqueo de suministros y servicios básicos, violaciones e infracciones contra el derecho a la vida e integridad personal y ataques, y ocupación de escuelas y hospitales y otros bienes civiles, entre otros, para un total de 12.481 niñas/os y adolescentes víctimas de 197 eventos”, señala el informe de Niñez Ya, que insiste en la necesidad de reforzar las políticas públicas y de intervención hacia los niños y sus familias si se quiere superar el innegable y preocupante rezago en el que quedaron tras la pandemia.

Document

El mundo de los niños en la pandemia

Francisco Javier
Vera Manzanares

Activista climático y ambiental en Colombia. Tiene 11 años. Es fundador del Movimiento Guardianes por la Vida y Embajador de Buena Voluntad de la Delegación de la Unión Europea.

Hace un año, para esta época, el mundo como lo conocíamos cambió. Un viernes fuimos al colegio de manera normal, yo jugué con mis amigos, tomé onces y regresé a mi casa a hacer las tareas durante el fin de semana y el domingo se decretó el confinamiento o cuarentena que se extendió durante todo el año. Empezaron las clases a través de plataformas que casi nadie conocía, el Internet empezó a ser insuficiente porque la red colapsaba y los días empezaron a ser iguales sin importar si era festivo, un día normal o fin de semana.

Durante casi nueve meses no pudimos volver a ver a nuestros amigos, se acabaron las tardes en que montábamos en bicicleta o disfrutábamos en el parque; incluso, no pudimos ver a nuestros abuelitos y primos por el temor a que nos contagiaran o a contagiarlos.

Las personas al principio del confinamiento celebraban que el cielo se veía más limpio y que había menos contaminación auditiva y todos se preguntaban si la pandemia nos iba a permitir valorar la vida de otra manera; animales que pensamos que estaban extintos empezaron a ser vistos en los espacios que los humanos dejamos de habitar; muchos pensábamos que todo era mejor en términos ambientales ya que no había fábricas y tampoco había transporte contaminante. Sin embargo, nosotros en nuestras casas, durante el encierro, generamos lo equivalente a lo que generábamos en la anterior normalidad.

La pandemia nos permitió reflexionar sobre el modelo de vida que llevábamos y que era el único que conocíamos, mostrándonos que muchas veces no teníamos tiempo para estar en familia. Cuando las personas empezaron a quedarse sin dinero conocimos los valores de la solidaridad y la empatía; los avances tecnológicos disminuyeron –para algunos– los efectos del aislamiento y se puso de moda la palabra ‘reinventar’; nos reinventamos las formas de encontrarnos pues nos veíamos a través de videollamadas y pantallas que, aunque no son lo mismo, permitían que incluso hiciéramos nuevos vínculos con personas que nunca habíamos visto.

Sin embargo, con todas las dificultades que tuvo ese cambio repentino de vida muchos terminaron viéndose afectados por la desigualdad: conocimos que 6,2 millones de colombianos reciben en sus casas agua que representa un alto riesgo para su salud y la inseguridad alimentaria se incrementó, pues muchas personas lamentablemente no tenían cómo comprar alimentos por haberse quedado sin empleo.

La pregunta más importante que guía esta nota es cómo afectó la pandemia a los niños y niñas en lo relacionado con la educación, la alimentación y la salud emocional. Al averiguar con algunos amigos y compañeros sobre la manera en la que han pasado esta situación, encontré que muchas veces, para muchos profesores, era más importante que las tareas estuvieran copiadas en el cuaderno –aun cuando no había buena conectividad– desconociendo si estábamos pasando por miedo, tristeza o estrés. Algo que yo mismo experimenté.

De igual forma, en el ámbito educativo, la pandemia nos demostró que existe la desigualdad pero también hizo que ésta se agrandara; según la Unesco, citado por la BBC, la pandemia afectó a 160 millones de estudiantes en América Latina; eso, sin tener en cuenta que según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en nuestro continente el 20 % de la población no tiene acceso a Internet, lo que ha hecho que la Unesco pida que la conectividad en la época digital sea un derecho humano.

Frente al regreso a clases nos mantenemos entre las ganas de volver al colegio y el miedo a poder contagiarnos. Y personalmente me pregunto si es buena la nueva normalidad de la alternancia o si después de un año es mejor la nueva normalidad de la virtualidad; al final, cada niño junto con su familia, tomará la decisión. Yo, por mi parte, no regreso aún.

Hoy, a un año de que esto hubiera empezado y después de pensar que la pandemia nos permitiría replantear la manera en que vivimos la vida cotidiana, vemos que muchas personas se niegan a ponerse el tapabocas en plena emergencia sanitaria –lo que interpreto como la falta de una visión colectiva de poder cuidarnos entre todos– y que se extiende a la crisis climática al no tener prácticas de cuidado hacia el planeta.

Un año de aprendizajes, tristezas, nostalgia y pequeñas alegrías que ojalá no generen mayores brechas de desigualdad ni trunquen los sueños de una generación de niños y niñas que no somos el futuro sino el presente de nuestro planeta.

Creditos

CRÉDITOS

Redacción

Mateo Chacón, Sonia Perilla, Carlos Francisco Fernández, Ronny Suárez, Carlos José

Reyes, Stephany Echavarría, Sergio Gómez Maseri y Sandra Ramírez

Unidad de datos

Yaleni Solano.

Editora de Vida/Educación

Adriana Garzón.

Diseño Digital

Sebastián Márquez

Sandra Rojas

Editor Gráfico

Beiman Pinilla

Maquetación

Giovany Ariza

Carlos Bustos

Audio

Carlos Solano.

Video:

‘Las impactantes imágenes del primer año de la pandemia en Colombia’

Mauricio Moreno, Juan Pablo Rueda. Néstor Gómez, César Melgarejo, Héctor Fabio

Zamora, Milton Díaz, Jaiver Nieto, Andrea Moreno, Vanexa Romero, Santiago Saldarriaga,

Fernando Ariza, Jaime García.

Video:

‘Los impactos desoladores de la pandemia en la niñez colombiana’

Julio César Guzmán e Iván Camero; Locución: Pablo Arango.

Periodista de Reportajes Multimedia

Diana Ravelo.

Editor del especial

José Alberto Mojica.

Editor de Mesa Central

Jhon Torres.