Nada despliega más torpeza sobre la cama que el primer polvo de un hombre, tanto que si la pareja es mujer y esta no toma el control del asunto, el resultado puede caótico. Digo esto porque, al parecer, el machismo reinante impide que los señores entiendan, de una vez por todas, que su dotación no viene con manual de instrucciones, por lo que hay que aprender a usarla.
Y como eso es prácticamente imposible, nos toca a las mujeres guiarlos de manera generosa para que esa primera vez que ellos esperan con ansiedad no se convierta en un revés que a la postre les genere secuelas medidas en términos de fragilidad en sus astas, eyaculaciones prematuras y otras apatías de origen sicológico a la hora de entrar en escena en el catre.
Aquí no podemos evadir esta misión y desplegar sin recato nuestra solidaridad para que, ojalá sin que lo noten, se sientan más seguros en el desarrollo de ese aburrido libreto de los varones en su debut. Así que no sobra que repasemos algunas reglas básicas que todas las mujeres debemos tener a la mano si en la cama nos topamos con un aprendiz.
Para empezar, no hay que olvidar que el miedo los domina. Y que al sacarse la ropa pesan en la cabeza de ellos más las preocupaciones frente a las fallas que las ganas.
Es importante tomar el timón y llevar la iniciativa, con la premisa de que ellos no saben qué hacer y que es muy probable que traten de replicar lo visto en las películas porno, lo que resulta, francamente, tonto. Con cuidado y paciencia, enséñele para qué sirven y como se usan cada pieza del equipaje del departamento inferior del cuerpo, y el rol de manos y boca como herramientas sexuales.
Deténgalo en los previos, lentifique las caricias y para evitar que el asunto sea cuestión de pocos minutos, no permita que imponga su ritmo frenético, que va directo al grano y que termina después de dos jadeos. Y, como es natural, hay que quedarse en un polvo básico, elemental. Está probado que una primera vez con posturas exigentes, peticiones audaces y exploración de otros terrenos son un tobogán hacia el desastre.
Sobra decir que no debemos presionar ni hacer comentarios en caso de que algo salga mal. Tome las cosas con calma, no haga comentarios sobre su desempeño ni, mucho menos, comparaciones. Y llévese todos los puntos haciéndole saber –así no sea cierto– que fue una buena experiencia para usted.
Todo porque para los hombres, así lo nieguen, el primer polvo les marca el camino que seguirán en esta materia; razón por la cual tenemos que esforzarnos para que esta tarea la aprueben con buena calificación, así nosotras tengamos que reservar las ganas para otra oportunidad. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Especial para EL TIEMPO
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