Cuando Daniela Pardo tenía 19 años donó 27 centímetros de su pelo liso y rubio para honrar a su tía Kika, quien murió de cáncer de seno. Juliana Coppo, por su parte, tenía 16 años y donó su cabello castaño para contribuir a la confección de la peluca que usó su madre durante el tratamiento que la curó del cáncer de útero.
Hoy, ambas tienen 22 años y aseguran que desprenderse de su pelo por amor a sus familiares ha sido una de las experiencias más significativas de sus vidas. Para Juliana fue un momento importante y a la vez difícil, pero “valió 100 por ciento la pena cuando vi que mi mamá estaba feliz porque se podía peinar”.
La alegría de la madre de Juliana es entendible si se tiene en cuenta que, según el Instituto Médico Dermatológico de España, el cabello influye de forma decisiva en la autoestima y perderlo tiene implicaciones que pueden afectar el estado de ánimo y la autoimagen.
Catalina Poza, jefe de la Unidad de Psicología de dicha institución, afirma que la alopecia oncológica –es decir la caída de pelo a causa de la quimioterapia– tiene varios efectos psicológicos en los pacientes diagnosticados con cáncer, entre ellos la negación, incertidumbre, miedo, ansiedad y depresión.
Para mitigar estos síntomas, Poza recomienda usar turbantes o pelucas oncológicas tejidas con pelos naturales como los de Daniela, Juliana o Ruth Ortiz, una bióloga que ha vivido las dos caras de la moneda: donó su pelo tres veces pero también lo perdió cuando le diagnosticaron cáncer de mama hace tres años.
Curiosamente, durante su tratamiento no usó ninguna peluca porque tenía la certeza de que se iba a recuperar y así fue. “Antes donaba para ayudar y por simpatía con la causa. Ahora lo hago por empatía porque sé lo que siente ser paciente oncológica, entiendo lo que significa estar calva y cómo la gente te mira diferente cuando se da cuenta de que no tienes pelo”, asegura Ortiz. Ella, ahora, está dejando crecer su pelo nuevamente para entregarlo a alguien que lo necesite.
Como Ruth, varias deciden donar su cabello para ayudar a quienes no pueden adquirir una peluca, pues sus precios oscilan entre 300.000 y un millón de pesos. Por los altos costos, hay fundaciones que cumplen un papel de intermediario entre donantes y pacientes.
La Fundación Simón, en Bogotá, es una de ellas. Allí, las donantes pueden entregar su cabello personalmente o pueden enviarlo empacado en una bolsa hermética a través de correo certificado, ya que aceptan donaciones de todo el país. Según María Nelcy Berruecos, enfermera voluntaria de la fundación, a diario reciben entre tres y cuatro cabelleras.
Apenas la fundación recoge suficiente cabello, lo envía a una empresa que fabrica las pelucas y después les brindan la opción a las pacientes de alquilarlas. En este momento tienen disponibles casi 60 para que las pacientes las usen durante seis meses, tiempo promedio en el que el pelo vuelve a crecer después de la quimioterapia. “Si el cabello es hasta el hombro, el alquiler cuesta 80.000 pesos y si es más largo que eso vale 120.000 pesos. También se puede ampliar el tiempo de uso pero toca volver a consignar el dinero”, asegura Ortiz.
A las personas que donan suelen entregarles un diploma o mención que certifique su aporte. Lucila León, sobreviviente de cáncer y dama voluntaria de la Liga Colombiana Contra el Cáncer, explica que “si la persona desea puede mandar a hacer la peluca directamente con el fabricante”.
La Liga recibe entre 10 y 20 kilos de pelo en un mes. Para tejer una peluca se necesitan entre 350 y 400 gramos de pelo y alcanzar esa cantidad requiere la mezcla de dos o más colas de caballo.
Clara Martínez, gerente de Procesos Capilares, una empresa que confecciona pelucas hace más de 35 años, cuenta que “la mayoría tenemos cabellos cortos que están creciendo, por ende solo podemos utilizar el que de verdad está largo y sano”.
Para evitar el desperdicio, Martínez recomienda donar mínimo 20 centímetros de pelo. Lo ideal es que no tenga horquillas y que no esté maltratado por el uso de plancha y tintes, pues eso hace más complicado el proceso de tratamiento y tejido.
Cumplir con estos consejos garantizará que la donación se haga correctamente. Si está pensando en hacerlo, tendrá un grato recuerdo en su corazón. Así lo confirman las mujeres que ya donaron y se sienten orgullosas de lo que lograron: “Después de que doné, mi pelo dejó de ser un accesorio de belleza y pasó a ser una herramienta para hacer a alguien feliz. Sin duda, lo volvería a hacer”, dice Acevedo, otra jóven donante.
“Es la mejor decisión que he tomado, mucha gente me decía que lo vendiera, pero no me nacía y menos sabiendo que existían niños con cáncer que realmente sí necesitaban del pelo”, confiesa María Angélica Rodríguez.
“Fue un momento importante pero difícil al tiempo. Es cambiar totalmente, llenar tu corazón de amor y esperar que eso que te quitaste le saque sonrisas a alguien más”, concluye Juliana Coppo.
Fue un momento importante pero difícil al tiempo. Es cambiar totalmente, llenar tu corazón de amor y esperar que eso que te quitaste le saque sonrisas a alguien más
Fabricarlas es un trabajo artesanal porque el 90 por ciento del proceso es hecho a mano. Se requieren cinco personas para confeccionar una peluca y cada una de ellas es la encargada de estos pasos:
1. Selección de pelo: cada mechón o cola de caballo debe peinarse para sacar los pelos cortos que no sirven. En este proceso se pierde entre el 20 y el 40 por ciento si el pelo está en capas.
2. Tejido: en un telar, delgados grupos de pelos se hilan y con nudos forman las tiras que conformarán la peluca. Cuanto más volumen se pida, más tiras se necesitan.
3. Elaboración de la piel: este paso requiere de ardua paciencia. Con una aguja y en forma de zigzag, se introduce pelo por pelo en una piel que simulará el cuero cabelludo.
4. Ensamble: con una máquina de coser se unen las tiras con la piel.
5. Coloración y peinado: cuando la peluca ya está lista, se unifica el color y se peina de acuerdo con lo que pida la persona que la usará.
Debe donar mínimo 20 centímetros.
Cuando lo corte, intente hacerlo con varias trenzas para optimizar la cantidad de pelo que donará. Lo mejor es hacerlo con su peluquero de confianza.
Una vez cortada la cola de caballo que donará, no la peine ni la lave.
Debe entregarlo limpio, seco y cogido en ambas puntas con un caucho.
El pelo puede estar tinturado, pero no es recomendable.
Si plancha su pelo a diario no será tan útil la donación porque en el futuro la peluca se desgastará rápidamente.
No importa si su cabello es rizado, liso u ondulado. Todos sirven.
Los hombres también pueden hacerlo.
Liga Colombiana contra el Cáncer.
Fundación María José (Bogotá).
Fundación Simón (Bogotá).
FunCancer (Cali).
Aura Saavedra Álvarez
Escuela de Periodismo Multimedia de EL TIEMPO@AuraSaavedra_
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