“Agua potable no es agua segura”. Con esta frase se trata de explicar que si bien los procesos de potabilización del agua son útiles para quitarle los microorganismos que esta tiene, no logran limpiarla de sustancias tóxicas o de virus que pueden ser considerados micromicrorganismos, ya que son 1.000 veces más pequeños que una bacteria común y corriente de las que se hallan en las aguas conocidas como no potables.
Hace muchos años, la calidad del agua se medía con la detección de bacterias llamadas coliformes. El parámetro para que estuviera apta para consumo era un número máximo de ellas. Con los avances técnicos mejoraron estos parámetros y se incluyó la detección de algunos parásitos.
Las cosas siguen mejorando y ahora, para considerarlas potables se busca que en ellas no estén algunos bacteriófagos, virus que infectan bacterias.
Estos virus, que también son micromicrorganismos, son una excelente alternativa, pues no solo descartan la presencia de virus patógenos para el hombre, sino la presencia de las bacterias a las que ellos iban a infectar. Dentro de esas bacterias están de nuevo los coliformes.
¿Y por qué no, mejor, buscar de una vez los virus que producen infecciones en el humano? Pues se podría, pero es tremendamente costoso. Buscar estos virus patógenos tiene dos problemas: el primero es que para detectarlos hay que concentrarlos, y esto se logra con sofisticados sistemas de ultrafiltración. El segundo es que estos sistemas de ultrafiltración reciben volúmenes de máximo 20 litros de agua y pueden durar hasta 10 horas en filtrarla, lo cual impide manejar los volúmenes que una ciudad requiere.
Si bien el agua potable no es necesariamente agua segura, lo que sí es seguro es que entre mas tecnificado y controlado es nuestro acueducto, mejor es el agua que consumimos. No le tengamos miedo, pues nuestro medioambiente está lleno de microorganismos que conviven con nosotros y no buscan infectarnos.
MARÍA FERNANDA GUTIÉRREZ Bacterióloga y doctora en Ciencias Biológicas
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