¿Por qué la obesidad masculina se sigue viendo como un mal menor y se presenta con eufemismos exculpatorios como ‘barriguita cervecera’ o ‘la curva de la felicidad’?
Rubén Bravo, portavoz del Instituto Médico Europeo de la Obesidad (Imeo) y experto en nutrición y gastronomía, no ofrece una respuesta para estos interrogantes, pero tiene claro que quitar importancia a un problema de salud no hace que se resuelva por sí solo.
“El número de hombres que visitan nuestras consultas en busca de solución a su estado de obesidad es significativamente menor (21 por ciento) que el de mujeres (79 por ciento)”, explica el experto.
“Entre 1975 y el 2014, el número de hombres obesos se ha triplicado, mientras la cantidad de mujeres obesas solo se ha duplicado”, señala Bravo en referencia a un estudio, publicado en el 2016, coordinado por el Imperial College de Londres y que involucró a 20 millones de hombres y mujeres adultos de 186 países.
Al analizar los datos estadísticos se pudo corroborar que la obesidad masculina aumenta a un ritmo superior que la femenina en todo el mundo de manera general. “Y cada vez son más los hombres con altos niveles de grasa corporal y, por tanto, en riesgo de padecer todas las enfermedades que esto conlleva”, confirma Carmen Escalada, nutricionista del Imeo.
Ellos engordan diferenteLa naturaleza del sobrepeso se muestra de forma diferente entre ambos sexos, según los especialistas.
En los hombres empieza a desarrollarse a partir de los 35 años, acompañado por un cambio hormonal conocido como hipogonadismo, relacionado con la disminución de testosterona, mientras que en mujeres el golpe importante suele darse a partir de la menopausia, entre los 48 y los 52 años, según el instituto Imeo.
“El aumento de peso en hombres se caracteriza principalmente por la acumulación de tejido graso a nivel abdominal, lo que se denomina obesidad de tipo androide”, explica Estefanía Ramo, nutricionista del mismo instituto.
Esta grasa acumulada en la barriga de los hombres es la grasa visceral (aquella que envuelve los órganos vitales); es la más peligrosa para la salud y la que va a dar lugar al síndrome metabólico (SM), asociado a una mayor prevalencia de patologías crónicas.
Algunas de las patologías asociadas al SM y que limitan las expectativas y calidad de vida de la persona son la hipertensión arterial, la diabetes mellitus tipo 2 e insulinorresistencia, el hígado graso, la cardiopatía coronaria, el cáncer y las enfermedades respiratorias u osteoarticulares, según los expertos de Imeo. La gran recomendación de los expertos: a bajar la barruguita.
Opciones saludablesEn lugar de procesados como pizzas, ‘nuggets’, salchichas o pastelería industrial, compre productos frescos para reducir el consumo de grasas poco saludables, azúcares y sal. Acuda a mercados tradicionales.
Reemplace refrescos azucarados o edulcorados, o zumos, cuando tenga sed. Opte por agua o infusiones que, además de hidratarnos, también hacen que reduzcamos el consumo de azúcar.
Levántese de la sala y de las gradas del estadio y haga deporte, bien sea en un gimnasio o al aire libre, solo o en equipo.
Evite moverse en carro así sea más cómodo y rápido. Conviene desplazarse a pie o en bicicleta entre las distancias más cortas; eso ayuda a mantener la línea y a apreciar la diferencia entre una vida activa y una sedentaria.
En lugar de comer papas fritas o galletas saladas, prepárese aperitivos saludables como unos hortalizas crudas cortadas en forma de bastón, o verduras mezcladas con salsa de yogur y especias.
Cinco reglas de oro para mantener la línea
El Imeo da cinco claves nutricionales, encaminadas a controlar la obesidad y prevenir el SM en los hombres:
1. Aumente los alimentos de origen vegetal y la fibra soluble (frutas, verduras, legumbres, avena...), que ayudan a disminuir el colesterol.
2. Asegure el aporte de calcio, vitamina D, vitamina K y magnesio para mejorar la salud ósea, aumentando el consumo de lácteos no enteros, pescados azules, verduras de hojas verdes o alimentos enriquecidos.
3. Recuerde los alimentos proteicos, dando prioridad a la proteína vegetal (legumbres, cereales, frutos secos) y a las carnes que sean magras, sin grasa.
4. Reduzca o modere el consumo de alimentos grasos, sobre todo de grasas saturadas (que inciden en el riesgo cardiovascular) y aumente el consumo de grasas poliinsaturadas, como los omega 3, que ayudan a prevenir las dolencias cardiovasculares y se encuentran presentes en pescados azules, aceites vegetales, nueces y semillas.
5. Haga ejercicio físico. Es muy importante porque reduce la pérdida de músculo, aumenta el gasto calórico y fortalece los huesos, a la vez que mejora la salud cardiovascular, la presión arterial, resistencia aeróbica, autoestima y niveles de estrés, entre otros.
EFE Reportajes
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