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Salud

El vibrador, acompañante sin tapujos / Sexo con Esther

Para escoger es muy importante conocerse y conocer a la pareja

Para escoger es muy importante conocerse y conocer a la pareja

Foto:iStock

Este dispositivo ha dejado de ser un juguete falocéntrico y hoy se comercializa de varias formas.

ESTHER BALAC
Retomando la historia del vibrador, no sobra decir que la histeria, que supuestamente era tratada con estos aparatos, fue conocida como enfermedad a finales del siglo XIX a tal punto que se aseguraba que el 25 por ciento de las mujeres la padecían y casi cualquier malestar se relacionaba con este “problema” que Sigmund Freud asociaba con represión sexual.
El asunto es que el tratamiento podía durar horas en un contexto que carecía de connotación sexual, pero que según algunas investigaciones, como la de la historiadora Hallie Lieberman, del Instituto de Tecnología de Georgia, en Estados Unidos, “parece improbable que los médicos los usaran para masturbar a sus pacientes como forma de tratamiento”, y más bien su diseño como electrodoméstico fue publicitado bajo la promesa de que el vibrador todo lo podía, por lo que se popularizó a la par que la evidencia demostraba pocos o ningún efecto para lo que se ofrecían, lo que impulsó a la Asociación Médica Americana a calificar sus beneficios comerciales como engaños que lanzó la industria hacia una crisis que obligó a abrir otros mercados que prontamente se deslizaron hacia el placer.
(De su interés: Clítoris, más que placer
Todo esto ocurría mientras la histeria femenina fue descartada como enfermedad y su potencial tratamiento como un embeleco sin sustento, y la industria de la pornografía les otorgaba a los vibradores papeles protagónicos y, consecuentemente, sus imágenes se relacionaban con prácticas prohibidas y las conversaciones públicas sobre ellos desaparecieron.
Pero fue hasta mediados de los 80, con la aparición del virus del sida, que este “antiguo electrodoméstico” empezó a aparecer en las recomendaciones técnicas sobre sexo seguro y, poco a poco, se hizo un lugar que desde entonces ha venido creciendo.
Parte de esto es que el vibrador ha dejado de ser un juguete falocéntrico y hoy se comercializa en un aspecto amplio de formas, texturas, mecanismos e intensidades, apoyados por la tecnología que permite su manejo a través de aplicaciones, relaciones directas con ritmos musicales, sin dejar de lado que no solo están diseñados para las mujeres, sino que los hombres echan mano de ellos para alimentar sus relaciones y estimular su autodescubrimiento con connotaciones cada día más normales.
En síntesis, como reza un artículo hecho por Florencia Pujadas en Montevideo Portal, del cual son extraídas casi todas estas líneas, el vibrador hoy ocupa “un lugar en la vida cotidiana como símbolo de placer y empoderamiento femenino”. Hasta luego.
ESTHER BALAC
Para EL TIEMPO

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