Vivir bien cuando se está en pareja es uno de los propósitos más deseados por la mayoría. Con seguridad, lograr armonía y bienestar en esta área de la vida constituye un gran anhelo. Pero también es cierto que muchas de las metas que más nos cuestan cumplir tienen que ver con cambiar actitudes hacia nuestra pareja.
Tener equilibrio en compañía, un buen propósito para este nuevo año, resulta de la combinación inteligente de voluntad, deseo de vivir mejor y amor, pero sobre todo de la capacidad de reflexionar acerca de nuestras creencias, sentimientos y comportamientos. (Lea también: Claves para que la vida en pareja no caiga en la rutina)
Con frecuencia vemos cuál es el cambio, la decisión o el aporte que necesita hacer el otro para llegar a una solución, pero nos cuesta ver qué pasa con nuestra actitud, y qué es lo que hago que contribuye a fortalecer o a debilitar la pareja.
Muchas dificultades que tienen estas relaciones, y que terminan en peleas, insatisfacción y frustración, ocurren porque, con frecuencia y sin quererlo, pensamos, sentimos y reaccionamos afectando desde el estado de ánimo hasta la dignidad del otro. El reto es conocernos, ser conscientes de nuestras creencias, expectativas, emociones y reacciones. Conocerlas y explorarlas para identificar si son un recurso que potencia y hace crecer a la pareja o si es necesario modificarlas o moderarlas para adaptarlas a necesidades reales de la pareja. La autoconsciencia es la habilidad para detectar, entender y tener claridad sobre nuestra manera de ser y sus efectos.
En este sentido, el resultado más positivo es entender la conexión entre expectativas, pensamientos, sentimientos y actos propios, y lo que pasa en la dinámica de la relación.
Reconocer y aceptar las fallas y errores y asumir las consecuencias de nuestro comportamiento, de lo que hacemos, decimos o dejamos de hacer es la manera más eficiente de lograr armonía y equilibrio, antes que empeñarse en cambiar al otro.
Una de las áreas en las cuales se debe hacer una autoevaluación tiene que ver con las actitudes que mantienen o se convierten en argumentos para prolongar o perpetuar las dificultades en la relación: cómo manejamos las tensiones, si vemos los problemas en su justa dimensión o si usamos un lenguaje objetivo y respetuoso frente a los conflictos o, por el contrario, de confrontación, desacreditación o maltrato. (Además: La mala idea de buscar la media naranja)
Es clave identificar las expectativas y creencias que tenemos con relación al dinero, el trabajo, la casa, los parientes o la sexualidad; aspectos que se convierten en filtros poderosos que dificultan comprender lo que ocurre.
Un autoexamen que nos permita ser claros es un buen punto de partida para trabajar y desarrollar un proyecto de vida en conjunto. La calidad de la relación no se mide por la ausencia de dificultades, sino en la habilidad para manejar nuestras emociones, patrones y reacciones.
Queridos lectores, les deseo un buen año ‘entre dos’.
VIDA
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