Las dietas y el ejercicio son la solución a la que recurren muchas personas para lidiar con sus problemas de peso corporal y con la falta de autoestima que les provoca no aceptar su propio cuerpo, pero ¿por qué no lo llevan a la práctica? Si fuera tan sencillo adelgazar ejercitándose más y siguiendo una dieta, ¿por qué tienden a aumentar los casos de sobrepeso y obesidad?
Para Fran Sabal, licenciada en Nutrición y Dietética por la Universidad de Valparaíso, en Chile, máster en Programación Neurolingüística y experta en gestión emocional, “las dietas y el ejercicio funcionan en el nivel de la acción, generando cambios a corto plazo, pero para cambiar tenemos que ir a nuestros pensamientos y emociones que están en la base de nuestras acciones”.
Sabal, quien dirige la Escuela de Nutrición Emocional y es autora del libro 'Nutrición emocional' (2020), señala que las personas “¡no somos una calculadora ni todo se resume en un cálculo de cuántas calorías comemos y gastamos!”.
“Convencionalmente entendemos la nutrición solo como algo físico y, efectivamente, es fundamental nutrir nuestro cuerpo, pero ¿qué pasa con nuestros pensamientos y emociones? ¿Cómo los estamos nutriendo? ¿Con qué ideas y creencias nos estamos alimentando? ¿Cómo nos hacen sentir?”, reflexiona la nutricionista.
“Si no complementamos una pauta alimentaria y rutina de actividad física, interviniendo a un nivel más profundo, los resultados, en la mayoría de los casos, son insostenibles en el tiempo, volviéndose a recuperar el peso perdido”, señala.
Para esta experta chilena radicada en España, “la ‘nutrición emocional’ va más allá, ya que además de trabajar la parte física trabaja la parte mental y emocional, porque no somos simplemente un cuerpo ni una talla ni un número en una balanza”.
En este sentido, y para lograr cambios profundos y resultados sostenibles a corto, medio y largo plazo, además de ser conscientes de qué estamos comiendo, “necesitamos entender nuestra relación con la comida, descubrir qué es lo que nos lleva a comer de una manera determinada, y aprender a observar, conocer, aceptar y nutrir nuestro interior”, apunta la experta.
Para Sabal, “pocas veces nos detenemos a observar cómo nos estamos sintiendo al elegir nuestros alimentos, algo que podemos indagar planteándonos preguntas tan sencillas como: ¿qué estoy pensando antes de comer? ¿Qué me digo a mí mismo? ¿Cómo me siento al alimentarme? ¿Estoy acudiendo a la comida para nutrirme o para anestesiar alguna emoción…?”.
Nuestro peso y la forma en la que nos alimentamos no son más que síntomas que esconden una causa más profunda. Y, a la vez, esto representa una gran oportunidad de aprendizaje y superación
Otras ‘preguntas a nosotros mismos’, que según la experta pueden ayudarnos a tomar conciencia de nuestros pensamientos y emociones en torno a la comida, son: “¿Qué pienso sobre mí? ¿Cómo me hablo y me trato? ¿Cuáles son mis sensaciones al mirarme al espejo? ¿Cómo me siento con mi vida? ¿En qué áreas necesito poner más atención? ¿Qué heridas necesito sanar?”.
“Por lo general, vivimos en piloto automático, por lo que detenernos, observarnos y tomar conciencia nos ayudará a tomar mejores decisiones”, enfatiza. “Muchas veces no nos sentimos bien con la vida que llevamos, con nosotros mismos, con nuestra relación de pareja o con nuestro trabajo y, en lugar de mirar de frente la situación que nos gustaría cambiar, por miedo o dolor, desviamos la atención hacia la comida, creándonos un ‘nuevo problema’ que mantiene nuestra atención entretenida, en lugar de solucionar el conflicto de fondo”, asevera la especialista.
“Nuestro peso y la forma en la que nos alimentamos no son más que síntomas que esconden una causa más profunda. Y, a la vez, esto representa una gran oportunidad de aprendizaje y superación”, concluye Sabal.
"Para conseguir un peso saludable sin estar a dieta es fundamental aprender lo básico de nutrición, lo cual equivale a unos cimientos sólidos para construir una casa”, señala Sabal, quien describe los primeros tres pasos para lograrlo:
- Respete los ciclos circadianos. Es decir, los ritmos hormonales de su cuerpo, procurando desayunar antes de las 9 de la mañana y cenar, a más tardar, a las 9 de la noche.
- Platos equilibrados. Que contengan proteínas de buena calidad, hidratos de carbono integrales, grasas saludables, frutas y verduras de la estación, vitaminas y minerales, comiendo de todo sin suspender ningún nutriente, para no aumentar su ansiedad, prefiriendo la forma natural de los alimentos y evitando el consumo de refinados y procesados.
- Beba líquido durante todo el día. Especialmente un gran vaso de agua antes de comenzar sus comidas ya que, además de facilitar el funcionamiento de sus distintos procesos fisiológicos, le ayudará a emulsionar la fibra de los alimentos, y de esta manera ejercerá todos los efectos beneficiosos sobre su organismo.
Para Sabal es tan importante observar y controlar la forma en que estamos comiendo que recomienda:
- Cuestione sus motivaciones para comer. Antes de empezar a comer, siéntese, respire profundamente unos minutos y pregúntese: “¿de qué tengo hambre?”. Fíjese en lo que siente. A veces tenemos un ‘hambre emocional’ de cariño, atención, confianza o tranquilidad que necesitamos saciar de otras maneras, en lugar de intentar hacerlo con la comida.
- Sea consciente de la comida. Si se da cuenta de que tiene hambre, haga tres respiraciones profundas antes de alimentarse y luego una respiración profunda entre bocado y bocado. Esta acción ayuda a una correcta digestión y absorción de nutrientes, así como a prestar atención a la comida y a disfrutar muchísimo más de los platos.
- Es primordial que maneje su estrés. Una opción muy recomendable es practicar mindfulness (técnica de atención plena). También puede realizar sus hobbies favoritos o desarrollar cualquier actividad que le ayude a estar en calma y conectar consigo mismo. Esto ayudará a que su metabolismo funcione bien y disminuirá la sensación de ansiedad.
MARÍA JESÚS RIBAS
EFE Reportajes