El 19 de agosto, el hospital Pablo Tobón Uribe (HPTU), de Medellín, anunció que se veía forzado a reducir su oferta hospitalaria como consecuencia de la crisis del sector. “Se ha decidido tener en operación 448 camas; ello representa una reducción de 79 camas con relación a las 527 que estaban en funcionamiento”, anotó.
Según el ministro de Salud, Alejandro Gaviria, en Medellín hay conciencia de que los recursos son insuficientes y de que se deben hacer cambios para dar más énfasis a la atención básica. “Se está trabajando para construir un mejor modelo de atención”, asegura Gaviria. “El San Vicente y la IPS Universitaria se han sumado a estos esfuerzos. Pero el HPTU no lo ha hecho. Está por fuera de los esfuerzos mancomunados. Se expandió muy rápido y ahora pretende que el sistema se adapte a sus necesidades”, advierte.
Los números del HPTU, en efecto, no darían para pensar que el sistema de salud está en crisis, e incluso permitirían afirmar que ha sido mimado por el Gobierno. El año pasado, la institución reportó a la Superintendencia Nacional de Salud ingresos por 374.407 millones de pesos y utilidades por 8.846 millones.
Además, en octubre, con la presencia del mismo ministro, inauguró una nueva torre construida gracias a un préstamo de Findeter por 210.000 millones de pesos, de los cuales 140.000 millones fueron con tasa subsidiada por el Ministerio de Salud al DTF menos dos puntos. Con esto captó una quinta parte de los recursos destinados a toda la red hospitalaria pública y privada del país.
El HPTU informó que con esa inversión pasaría de 371 a 682 camas. Llegó a 527 y advirtió que era necesario soltar el acelerador. Pero aun reduciendo algunas camas, su crecimiento es considerable: 20 por ciento en apenas nueve meses. Ese incremento es aún más notorio si la línea de base se retrocede hasta 2010, cuando el hospital reportaba 299 camas: una ampliación de oferta del 76 % significa triplicar el crecimiento promedio nacional de camas en ese periodo.
Esa situación privilegiada se debe a varios factores. Uno de ellos: la calidad del servicio y los altos estándares. Las mismas encuestas de Minsalud confirman que el HPTU tiene de los más elevados niveles de satisfacción en el país. Pero, sus tarifas propias son exageradamente altas y en sus instalaciones los pacientes, costeados con recursos públicos, duran más tiempo del promedio que en el resto de los hospitales. Eso, en otras palabras, es como atravesar esa línea difusa entre la atención integral y la inducción de la demanda.
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