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Salud

Crudos testimonios de cuatro personas quemadas con pólvora

Si bien se ha hecho un esfuerzo importante con campañas de prevención en varias ciudades, la gente no parece tomar conciencia.

Si bien se ha hecho un esfuerzo importante con campañas de prevención en varias ciudades, la gente no parece tomar conciencia.

Foto:Jaime Moreno / Archivo EL TIEMPO

Cada Navidad deja 850 quemados con pólvora. Este diciembre ya van 236 casos.

Juan Carlos Rojas
Decir que desde diciembre del 2015 las festividades de fin de año y las fiestas de enero han dejado a 1.459 menores de edad con graves quemaduras y lesiones de por vida bastaría para poner en evidencia la grave tragedia que es para el país el uso de la pólvora. Pero no. Esa es una sola de las caras en este problema de salud pública, pues cuando se mira el número de adultos que han resultado lesionados por manipular estos explosivos, muchos de ellos bajo los efectos del alcohol, u otros que simplemente estaban como espectadores, la cifra se ubica en 2.180. En los últimos cuatro años, la pólvora ha dejado un promedio de 850 quemados.
Este diciembre comenzó con la misma tónica. Hasta el 13 de diciembre se contaban 236 víctimas, en el mismo nivel del año pasado. De hecho, los casos están disparados en regiones como Bogotá, Antioquia y Tolima, y todo tiende a empeorar a falta de las fechas que representan picos históricos, como las novenas, Navidad y Año Nuevo.
Lo grave de todo esto es que, tal como explica el médico Jorge Luis Gaviria Castellanos, miembro de la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica, las lesiones que causa la pólvora pueden ir desde una pequeña quemadura hasta la amputación de una extremidad e, incluso, la muerte.
“Los niños son los más expuestos a las lesiones, y por lo general estas son de carácter más grave, como quemaduras, laceraciones, amputaciones, pérdida de la visión por perforación del globo ocular y trastornos auditivos por sonido”, explica el especialista. Y agrega que no hay ninguna pólvora segura.
“Puede quemar directamente, al prender elementos inflamables cercanos o la misma ropa de la persona; causar trauma directo sobre los tejidos o lesiones por ondas expansivas”, remata Gaviria.

Un problema cultural

Parte del trabajo de las autoridades para impactar este problema ha sido vigilar intensivamente las lesiones a fin de sacar conclusiones. Una de ellas es que el 40 por ciento de los heridos adultos que se han presentado este diciembre estaban bajo los efectos del alcohol.
El viceministro de Salud, Iván Darío González, es claro en señalar que ese justamente es uno de los frentes que las secretarías de salud y las alcaldías, como encargadas directas de este problema, deberían atacar con severidad. Para el funcionario, está claro que tal como se prohíbe la venta de estos explosivos a menores de edad, también debería hacerse a personas con tragos en la cabeza.
Desde el plano sanitario, hay otras recomendaciones, como dejar esto en manos de expertos autorizados en lugares apropiados y alejarse lo más posible de este riesgo. “No exponga a sus seres queridos a sufrir estas graves lesiones, y la mejor forma es no comprando pólvora”, concluye el cirujano Gaviria.

‘Un volador me voló los dedos’

Testimonio de Lemuel Correira, de 19 años, quien se recupera en el hospital Simón Bolívar.
Un zumbido en los oídos y un dolor como un ardor en la mano fue lo que sentí cuando el volador me estalló en los dedos. Vi sangre, y el susto me invadió de la cabeza a los pies. Eran las 9 de la noche del Día de las Velitas. Acompañaba a mi mamá a su lugar de trabajo en Fontibón, y de pronto a mi lado cayó un volador de esos que tienen palo y una especie de amarradijo de papel en la punta. Estaba chispeante y sentí el impulso de recogerlo, pues entendía que no había estallado y que de pronto yo podía prenderlo nuevamente. Lo tomé en las manos y mientras lo sujetaba con la izquierda, traté de revisar los nudos de la cabuya que tenía. Al ver las chispas decidí mejor lanzarlo al aire, pero todo se quedó en pensamiento, porque cuando iniciaba la acción, el volador explotó y, de paso, también mis dedos. Por un momento me quedé sin luz y apenas con un pito en los oídos. Lo que siguió fue terrible. Vi mis cuatro dedos lesionados y la preocupación de la gente que me llevó de inmediato al hospital de Engativá, donde los médicos consideraron que por la gravedad de las lesiones tenían que remitirme al hospital Simón Bolívar. Y aquí me encuentro. Hoy (viernes) me operaron. Los médicos me dijeron que tengo múltiples fracturas y heridas en la mano, con la amputación de una parte de mis dedos. Todo por culpa de gente que no ha entendido que la pólvora es un peligro y que todos tienen que alejarse de ella. Espero recuperarme y continuar buscando trabajo. Por favor, no echen pólvora y menos permitan que los niños lo hagan. Si yo, que no tenía por costumbre usarla, terminé como estoy, imagínense los riesgos de aquellos que piensan que se divierten con esto.

Bengalas explotaron en su rostro

Menor sufrió graves quemaduras tras encender dos artefactos hechos con pólvora en Medellín.
La vida de un adolescente de 14 años que se encontraba jugando fútbol en una cancha de Medellín dio un giro trágico luego de que decidió dejar su balón a un lado para jugar con pólvora.
La madre del menor relató angustiada que en la noche del pasado 29 de noviembre –un día antes de la tradicional Alborada de la capital antioqueña–, el menor le compró dos bengalas a un hombre desconocido que pasaba vendiendo este tipo de artefactos en el barrio 20 de Julio, en el occidente de la ciudad. La situación empeoró cuando el menor encendió una de las bengalas y esta le estalló cerca de la cara, ocasionándole graves lesiones en el rostro y la oreja derecha.
El menor fue llevado inmediatamente por su madre a la unidad de quemados de un hospital infantil de la ciudad, donde fue atendido por un cirujano. Los médicos dijeron que el adolescente presentó quemadura de segundo grado profundo en la oreja derecha. El caso está en manos del ICBF.

Está estable, logramos hacerle un barrido de todo el fósforo que estaba circulando

Drama por niña que tragó pólvora

Una menor de 5 años fue hospitalizada en Barranquilla tras ingerir un triquitraque
La noche de velitas de una familia barranquillera que habita en el barrio El Santuario de la capital del Atlántico se vio impactada por la desgracia luego de que una de las hijas, de cinco años de edad, resultó gravemente intoxicada tras ingerir un fósforo blanco o triquitraque que encontró cerca de su vivienda.
La versión de la madre señala que en un momento de descuido, la niña se llevó a la boca el fósforo que dejaron en el piso otros menores que estaban prendiendo pólvora en el sector.
La menor fue hospitalizada en la unidad de cuidados intensivos de la Clínica General del Norte y fue salvada gracias a la atención médica oportuna.
“Está estable, logramos hacerle un barrido de todo el fósforo que estaba circulando. Sin embargo, siempre hay un riesgo, este tipo de intoxicación tiene un tipo de evolución engañoso y hay una probabilidad de que pueda presentar efectos tardíos”, explicó el médico Agustín Guerrero.

‘Profe, ¿qué le pasó en la cara?’

Esta es la pregunta que le hacen los niños a Yineth Alvarado, una víctima de la pólvora.
Yineth tiene la quijada y el cuello llenos de cicatrices y se cubre la parte derecha del rostro con un flequillo. Bajo su cabello hay un ojo que no ve y un párpado reconstruido por casi una decena de cirugías. La pólvora le arrebató la infancia el 4 de noviembre del 2000, cuando tenía 5 años. Se acercaba la Navidad, y la pólvora era buen negocio. “Mi papá tenía una fábrica de pólvora casera y hacía mechas para tejo y otras cosas. Cuando entramos a la casa, él me pidió que le alcanzara un tarro de fósforo. La boquilla estaba abierta y se prendió, dio entre la pólvora y explotó”, relata. Su padre se quemó todo el cuerpo y perdió la movilidad de la mano derecha. Yineth pasó mes y medio en el Hospital de la Misericordia. Se enfrentó a cinco cirugías y varios procesos de injertos de piel. La pólvora también le costó años de sesiones con el psicólogo. “Los niños eran muy crueles. No jugaban conmigo porque decían que se les iba a pegar lo que yo tenía. Como usaba parche, me decían que era un pirata”, agrega Yineth. “Fue difícil volver a salir a la calle y llevar una vida normal”, comenta. Hoy es docente de niños de primera infancia: les cuenta la historia en clase, con sus niños. A la edad de ellos, ella salió mal librada.
UNIDAD DE SALUD, REDACCIÓN BOGOTÁ Y NACIÓN
Juan Carlos Rojas
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