“La gratitud es uno de los vínculos más fuertes con la salud mental y la satisfacción con la vida, mucho más que el optimismo, la esperanza o la compasión. La gente agradecida experimenta niveles más altos de emociones positivas como gozo, entusiasmo, amor, felicidad y optimismo, y la gratitud como disciplina nos protege de impulsos destructivos como la envida, el resentimiento, la codicia y la amargura. La gente agradecida puede llevar mejor el estrés diario, muestra mayor resiliencia frente a un trauma, se recupera mejor de las enfermedades y goza de una salud física más robusta”.
Estas son algunas de las conclusiones más importantes sobre los efectos positivos de la gratitud que plantean Robert A. Emmons, profesor de psicología en la Universidad de California; Davis, uno de los grandes pensadores de la psicología de la gratitud, y Robin Stern, directora asociada del Centro de Inteligencia Emocional de la Universidad de Yale.
Según los estudiosos de la gratitud, esta se entiende como la emoción que hace a los seres humanos conscientes de cosas que los demás han hecho por ellos, y esta consciencia ha servido a lo largo de la historia de la humanidad para mejorar las relaciones, motivar la colaboración social e influir en la evolución.
Si bien es cierto que la mayoría de las religiones y creencias han hablado desde la antigüedad de los beneficios que trae ser agradecidos y de la necesidad de darle gracias al ser creador o la deidad que los rige, ensayos experimentales controlados y rigurosos han demostrado sus beneficios concretos en los seres humanos, más allá de considerar la gratitud como una virtud.
Emmons y Stern afirman que los ensayos clínicos indican que la gratitud puede producir efectos positivos prolongados en la vida de las personas; puede bajar la presión arterial, mejora la función inmune y reduce el riesgo de depresión, ansiedad y abuso de sustancias.
La mayoría de estos estudios se han adelantado dentro de la teoría de la psicología positiva, un campo de estudio relativamente nuevo según el cual es posible mejorar el bienestar y la salud mental si las personas se enfocan en lo que está bien en vez de centrar su atención en lo que está mal. El objetivo es dejar de centrarse en la patología o en el problema para darle mayor importancia a lo que sí funciona. Esto hace posible que la persona busque mejorar sus emociones positivas y, en consecuencia, mejore su calidad de vida.
Uno de los estudios concretos y tal vez el más divulgado sobre los efectos positivos de la gratitud lo realizaron en el 2003 los sicólogos, Robert A. Emmons y Michael E. McCullough, de la Universidad de Miami. Les solicitaron a las personas que escribieran cada semana unas pocas frases sobre ciertos temas. Un grupo debía escribir sobre las cosas por las cuales estuvieran agradecidos durante la semana; el segundo grupo, sobre las cosas que les hubieran molestado, y el tercero, sobre hechos que les hubieran pasado sin ser negativos o positivos. Después de 10 semanas, aquellos que escribieron sobre las cosas por las cuales estaban agradecidos estaban más optimistas y se sentían mejor con sus vidas. Además, habían hecho más ejercicio y habían visitado menos médicos que aquellos que se habían centrado en los hechos negativos.
Otro investigador, Martin E. P. Seligman, sicólogo de la Universidad de Pensilvania, estudió el impacto de varias intervenciones de sicología positiva en 411 personas que debían escribir sobre sus primeros recuerdos. Cuando se les pidió como tarea a los participantes que les escribieran cartas de agradecimiento a personas a las que nunca antes les hubieran dado las gracias por un acto amable, los participantes mostraron inmediatamente un aumento en sus puntajes de felicidad, que sostuvieron un mes.
Investigaciones como estas son citadas por sicólogos y estudiosos para utilizar la gratitud como una emoción útil en la psicoterapia, al igual que informaciones más sencillas dirigidas a todo el público como las publicaciones de salud de Harvard (‘Harvard Health Publications’), en las cuales se afirma que la gratitud hace más felices a las personas.
Aunque agradecer suena como algo muy sencillo y fácil, más cuando está al alcance de todos y no cuesta un peso, no resulta tan sencillo asumir la gratitud como una actitud frente a la vida, más allá de una acción transitoria. La gratitud exige disciplina y práctica, afirman los expertos.
El primer paso es prestar atención a los beneficios que cada quien tiene en su vida, a las relaciones familiares y comodidades con las que cuenta y que muchas veces da por sentadas. Técnicas como el ‘mindfulness’ ayudan a estar en el presente, a enfocar la atención en aquellas cosas que merecen ser apreciadas.
Otra herramienta muy útil para practicar la gratitud es escribir. La palabra escrita ayuda a las personas a integrar sus experiencias, a asimilarlas y comprenderlas, por lo que al traducir en escritura los beneficios que se reciben también se incorporan a la vida diaria.
De hecho, pacientes con depresión que como parte de su terapia han llevado diarios sobre las cosas por las cuales deben estar agradecidos han expresado frases como ‘me mantiene conectado con la realidad y no con mis constantes interpretaciones negativas’, ‘me recuerda que existen otros y que me pueden dar soporte’, ‘me ayuda a salir de mi negativismo y me recuerda que no todo está perdido’, ‘me recuerda que existen más cosas por las cuales sentirme bien que aquellas por las cuales sentirme mal’, ‘ser agradecido con las personas me hace sentir positivo’.
Si no tiene tiempo para escribir, puede pensar en la persona con quien está agradecida y mentalmente darle las gracias o llamarla y decírselo. De vez en cuando también es bueno que cada quien se dé las gracias a sí mismo, incluso se puede escribir su propia carta.
Como afirman Emmons y Stern, “practicar la gratitud es prestar atención permanente a lo que está bien en la vida de cada uno.
Practicar la gratitud es cambiar intencionalmente la atención de lo negativo a lo positivo y dejar que la voz interior hable desde esta verdad”.
CATALINA GALLO
Para EL TIEMPO
Comentar