Para homenajear a las víctimas del conflicto armado, el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo y el director de la Unidad de Víctimas, Alan Jara, visitaron el pasado sábado Segovia y Machuca (Antioquia), zonas muy golpeadas por la violencia de los actores armados ilegales las últimas décadas.
En la masacre de Segovia, perpetrada en noviembre de 1988 por las fuerzas del paramilitar Fidel Castaño en asocio con líderes políticos (César Pérez, liberal, fue condenado por este crimen a 30 años de cárcel), perdieron la vida 46 personas.
Es recordada como una de las acciones más violentas del paramilitarismo, por su crueldad. Los hombres de Castaño entraron al pueblo cuando caía la noche, dispararon contra la población civil, incluidos muchos niños.
Pero Segovia no solo recuerda ese hecho cruel. En su historia hay mucho dolor, porque en sus alrededores se asentaron todos los actores ilegales: Farc, Eln, paramilitares y narcotraficantes, por décadas, y sometieron a sus pobladores.
En Machuca, corregimiento de Segovia, el Ejército de Liberación Nacional (Eln) provocó una de las tragedias más dolorosas que el país recuerde: el 18 de octubre de 1988 esa guerrilla dinamitó el oleoducto y en el incendio provocado a las 2 de la madrugada murieron 84 personas incineradas, la mitad de ellas eran niños.
Segovia, ubicada en el nordeste de Antioquia, llegó a ser por la década de los 80 el primer productor de oro de Colombia. En la zona abundan las historias sobre el trabajo forzado de mujeres y niños en esta industria liderada por transnacionales. Hoy sus comunidades se quejan de ser estigmatizadas como protagonistas de la minería ilegal.
De hecho, en la visita que Cristo y Jara hicieron este sábado a la zona, líderes de esas comunidades pidieron al Gobierno tener en cuenta su tradición minera y que no se les trate como ilegales.
También pidieron al Gobierno, a través del Ministro y del director de la Unidad de Víctimas, oportunidades de estudio para sus hijos y de rehabilitación.
El ministro Cristo y el director de Víctimas, Alan Jara, los escucharon en ambos lugares, hicieron un inventario de sus necesidades y se comprometieron a ir con soluciones.
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