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Proceso de Paz

'Timochenko', del discurso guerrerista al 'diálogo civilizado'

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Rodrigo Londoño Echeverry, líder de las Farc, comenzó su paso en esa guerrilla en 1982.

Redacción El Tiempo
El 25 de mayo del 2008, vestido de camuflado y en una locación que, según la inteligencia colombiana, correspondía al lado venezolano de la frontera, Rodrigo Londoño Echeverry, ‘Timochenko’, apareció ante el mundo para confirmar que ‘Manuel Marulanda Vélez’, el hombre que fundó y comandó las Farc por 44 años, había muerto.
En esa, que se convertiría en una de sus primeras apariciones públicas, Londoño aseguró que el mítico ‘Tirofijo’ había fallecido de un infarto dos meses atrás: “Continuaremos alentando la lucha popular, la conformación del Movimiento Bolivariano por la nueva Colombia y el Partido Comunista clandestino”, dijo ante dos cámaras que lo grababan. El pasado viernes, ocho años y cuatro meses después de ese video, el discurso de Londoño fue diametralmente distinto. (Lea también: Santos, el político que se preparó para concluir una guerra)
Con camiseta blanca, con sus 118 órdenes captura suspendidas, y subido en la tarima que se instaló para la última conferencia de las Farc, en los llanos del Yarí, ‘Timochenko’ remarcó la necesidad de acabar la lucha armada, ante cientos de guerrilleros y más de 365 periodistas de todo el mundo. “Es hora de pensar en la generación presente y sobre todo en la vida de las futuras”, dijo.
Este lunes, a los 60 años y con más de un lustro como comandante de las Farc –el tercero en la historia de esa guerrilla, después de la muerte de ‘Marulanda’ en 2008 y la de ‘Alfonso Cano’ en el 2011, en una operación militar– ‘Timochenko’ firmó el histórico acuerdo de paz con el presidente Juan Manuel Santos, que le pone fin a más de 52 años de guerra.

De la Juco a las Farc

Sus excompañeros del colegio Rufino José Cuervo, de Armenia, recuerdan que Londoño se graduó del bachillerato en 1976. Fue en esa institución en donde comenzó su participación en reuniones clandestinas en las juventudes comunistas (Juco). Dos años más tarde tramitó su cédula en la oficina de la registraduría de Usaquén, en el norte de Bogotá. En ese documento se lee que nació el 22 de enero de 1959, en Calarcá (Quindío).
Luego de graduarse y cumplir 18 años, ascendió en la Juco hasta llegar a la dirección nacional. Fue desde allí como logró acercarse a Pedro Antonio Marín (‘Tirofijo’). Tres años después de terminar el bachillerato se fue a Rusia a estudiar medicina; la inteligencia colombiana dice que también recibió entrenamiento militar. Del tiempo en la antigua Cortina de Hierro salió su alias, que rememora a un general soviético de la Segunda Guerra.
Cuando volvió a Colombia, en 1982, se fue al monte. Estuvo en el Frente 9 y luego viajó a Cuba, para estudiar tácticas de guerra irregular. Regresó en 1986 con un cupo en el Estado Mayor Central de las Farc. En 1993 ya era uno de los miembros del secretariado.
En el 2011, cuando ‘Alfonso Cano’ murió en una contundente operación militar ordenada por Santos, ‘Timochenko’ se preparaba para ser uno de los delegados de ‘Cano’ en los diálogos exploratorios que empezaban a abrirse paso con el Gobierno. En la sucesión, el secretariado se inclinó por el nombre de ‘Timo’ y no por ‘Iván Márquez’, que en teoría sonaba más como el nuevo jefe máximo.
Para entonces tenía en su contra decenas de condenas por los crímenes de las Farc y una solicitud de extradición de los Estados Unidos, que llegó a ofrecer 5 millones de dólares por él y lo señaló de “impulsar la estrategia narcotraficante” de las Farc.
En los últimos años, como buena parte de las cabezas del Eln y las Farc, Londoño encontró refugio en Venezuela. Paradójicamente, ese hecho, que en su momento generó enorme ruido con Colombia, fue clave para el proceso porque el gobierno de Hugo Chávez fue determinante para que los acercamientos se mantuvieran a pesar de la muerte de ‘Cano’.
Un año después, Londoño volvió a aparecer públicamente para confirmar la noticia que ya había dado el Gobierno sobre el arranque de los diálogos.
Su discurso era otro: “¿Cuánta muerte y destrucción? ¿Cuánto dolor y lágrimas? ¿Cuánto luto y despojo inútiles? ¿Cuántas vidas y sonrisas cercenadas para finalmente concluir que la salida no es la guerra, sino el diálogo civilizado?”.
EL TIEMPO
Redacción El Tiempo
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