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Proceso de Paz

Santos revela detalles de la cita con Uribe y el Papa en el Vaticano

Esta imagen del 16 de diciembre del 2016 muestra al papa Francisco en el Vaticano con el presidente Juan Manuel Santos (centro) y el expresidente Álvaro Uribe.

Esta imagen del 16 de diciembre del 2016 muestra al papa Francisco en el Vaticano con el presidente Juan Manuel Santos (centro) y el expresidente Álvaro Uribe.

Foto:Osservatore Romano / Reuters

EL TIEMPO publica un capítulo del libro ‘La batalla por la paz’, escrito por el expresidente.

EL TIEMPO publica un capítulo de 'La batalla por la paz', escrito por el expresidente y premio nobel de paz Juan Manuel Santos, que se lanza este martes 26 de marzo y trae múltiples revelaciones sobre cómo se sacó adelante el proceso con las Farc.

Una reunión muy peculiar

Mi tercera audiencia privada con el papa Francisco fue el 16 de diciembre de 2016. Yo acababa de recibir el Premio Nobel de la Paz en Oslo, el 10 de diciembre; había tenido actividades oficiales en Estocolmo, Bruselas y Madrid, y concluía mi gira en Italia, donde tenía programado este saludo a Su Santidad, además de reuniones con el presidente Sergio Mattarella y el recién designado primer ministro Paolo Gentiloni. La última etapa de la visita la cumpliría en Asís, la tierra de san Francisco, donde la comunidad franciscana me iba a entregar la Lámpara de la Paz, un reconocimiento considerado como el nobel de paz del catolicismo.
Nuestro embajador ante el Vaticano, Guillermo León Escobar –quien falleció en diciembre de 2017–, era tal vez el colombiano mejor conectado con la Iglesia romana, amigo cercano de papas y cardenales, y me contó la forma paradójica como se decidió este premio.
César Mauricio Velásquez, miembro del Opus Dei, quien fue secretario de prensa del presidente Uribe y luego su representante ante la Santa Sede, le recomendó a su antiguo jefe una estrategia muy creativa para deslegitimar el proceso de paz: que visitara, en Asís, a los frailes del Convento de San Francisco –considerados los custodios de la paz, por ser los guardianes de la tumba del santo patrono de la paz–, y les explicara sus objeciones y críticas al proceso de La Habana. Si Uribe lograba un pronunciamiento de ellos en contra del proceso, sería un gran golpe para su credibilidad entre los millones de católicos colombianos. Así lo hicieron y, aprovechando una visita que realizó Uribe a Italia en julio de 2016, en la que no desaprovechó micrófono para acusar a mi gobierno de entregar el país a las Farc, fueron al convento donde el expresidente les habló largamente a los hermanos franciscanos.
Los frailes quedaron alarmados ante la diatriba que les soltó Uribe en contra del proceso de paz y, para lograr una opinión más equilibrada, llamaron al embajador Escobar y le pidieron que fuera a Asís y les expusiera la realidad del proceso desde el punto de vista del Gobierno. Luego de escuchar sus explicaciones, con las dos posturas que habían escuchado sobre la mesa, los religiosos deliberaron y tomaron una decisión: otorgarme la Lámpara de la Paz. ¡Dios sabe cómo hace sus cosas!
Estando en Madrid, el 14 de diciembre, en una reunión en el Hotel Ritz con el presidente Mariano Rajoy y empresarios españoles, se me acercó el presidente de Telefónica, César Alierta, quien es muy próximo al entorno papal, y me dijo que el Vaticano me mandaba a preguntar si tendría alguna objeción en que el expresidente Uribe se uniera a la audiencia que yo tenía programada con el Papa dos días después. Me pareció una petición un poco insólita pero, por otro lado, consideré que no podía negarme a una solicitud del Vaticano y que de pronto podía servir para limar asperezas con Uribe y bajar el nivel de polarización del país. Así que le respondí que no tenía objeción, y acepté la inclusión del expresidente.
Luego vine a saber que esta iniciativa surgió de Fernando Carrillo, quien estaba elegido, pero aún no se había posesionado como Procurador General de la Nación, y había sido ministro del Interior y embajador en España durante mi gobierno. A través de la Curia española, en particular de monseñor Silverio Nieto, Carrillo había logrado llevar su idea hasta el Vaticano, donde la aprobaron convencidos de que yo estaba al tanto de la gestión. La verdad es que me enteré con menos de 48 horas de anticipación.
Por intermedio del fiscal general, Néstor Humberto Martínez, se logró que el empresario y banquero Luis Carlos Sarmiento facilitara su avión privado para trasladar a Uribe, con gran premura, desde Colombia hasta Roma.
El viernes 16, a las diez de la mañana, tuve la audiencia con el Papa, quien me felicitó por el Premio Nobel que acababa de recibir, preguntó por los retos que ahora vendrían para la implementación del Acuerdo de Paz y me dijo que había sido muy generoso al haber aceptado incluir al expresidente en la visita. Uribe no había llegado todavía, así que terminó la audiencia y el Papa me pidió que esperara en una sala adjunta mientras hacían seguir a mi predecesor y ahora jefe de la oposición.
Al rato me volvieron a llamar y entré de nuevo al despacho papal. Nos saludamos cordialmente con Uribe, y nos sentamos, uno al lado del otro, frente al escritorio del Papa, quien expresó su beneplácito porque los dos estuviéramos allí y su disposición de ayudar a que la paz se hiciera realidad en nuestro país. Le dio entonces la palabra a Uribe y este comenzó a hacer una exposición minuciosa y puntual de todas sus desavenencias y críticas frente al Acuerdo de Paz que habíamos logrado en La Habana y que luego fue modificado para incluir la gran mayoría de sus observaciones y sugerencias. Nada cambiaba en su posición; eran los mismos argumentos que venía repitiendo en Colombia durante los últimos meses.
En un momento dado, el Papa me miró con una expresión de desconcierto, como queriendo decir “Esto no funcionó” y, abruptamente, cortó la exposición del expresidente para decirnos que agradecía mucho que hubiéramos ido a verlo y que las puertas del Vaticano y de la Iglesia siempre estarían abiertas para apoyar a Colombia. Con mucha prudencia y diplomacia, dio por terminada la reunión y nos despidió.
Ya saliendo, junto a la puerta, Uribe se arrodilló ante el Papa y le pidió que bendijera un rosario o una medalla que llevaba con él. Tuve la tentación de arrodillarme también para no quedar como arrogante, pero al final no lo hice. Una vez afuera, el expresidente me dijo: “Hombre, Presidente, ceda, ceda un poquito”. Realmente no entendí a qué se refería, pues el Acuerdo Final no solo ya había sido firmado sino que había sido refrendado por abrumadora mayoría por el Congreso de la República. Ahora solo quedaba implementarlo de la mejor manera, algo a lo que siempre invité a la oposición a que contribuyera.
Uribe había organizado que lo esperaran los periodistas a la salida de la visita, y allí declaró que había expuesto con firmeza sus convicciones ante el Papa y que el presidente Santos no había cedido en su posición. Pero no se trataba de eso, no se trataba de convertir al Papa en un árbitro sobre las divergencias respecto al Acuerdo de Paz, sino de buscar un acercamiento hacia el futuro que disminuyera esa polarización que tanto daño le hace al país. Tristemente, ese encuentro tan singular, que hubiera podido ser de inmensa utilidad, fue un fracaso.
Ese mismo día tuve una reunión con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, y el cardenal Paul Richard Gallagher, secretario para las relaciones con los Estados, en la que participaron también la canciller María Ángela Holguín y nuestro representante ante la Santa Sede, Guillermo León Escobar. Nuestro embajador se mostró indignado por la improvisación y la falta de sentido de la reunión. Parolin dijo que a ellos los habían engañado, pues creían que yo estaba al tanto desde el principio de la idea de realizar aquel encuentro. Al enterarse de que no había sido así, nos ofreció sus excusas.
JUAN MANUEL SANTOS
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